Recorriendo el partido de Coronel Suárez nos encontramos con Débora Mascotena, que trabaja dentro del Programa Pro-Huerta del INTA. Ella nos contó que allí y en otros distritos del centro y sur de la Provincia de Buenos Aires, donde el ovino comenzó lentamente a repoblar los campos, existe un programa que reunió “dos piezas del rompecabezas” para comenzar a tejer una red asociativa entre mujeres que viven en la zona rural.
Las dos piezas que estaban desunidas, según nos explicó Débora, eran por un lado que las majadas de ovejas en Buenos Aires deben ser esquiladas todos los años, pero muchas veces el precio de la lana no retribuye ni siquiera ese esfuerza. Por el otro lado, había en todos los campos de la zona productora mujeres que tenían tiempo y ganas para trabajar y generar sus propios ingresos, autónomos muchas veces de los de su esposo, familia o patrón.
Así fue que va tomando forma esta red o tejido social. La Suma.
Escuchá el reportaje completo a Débora Mascotena:
“Muchas personas en esta zona tienen ovinos para autoconsumo. Por supuesto los tenés que esquilar. Y la lana a veces tiene buen precio y otras veces no. Las amas de casa, que estaban en esos campos con ovinos, tenían la tradición de sus abuelas, que hacían hilados. Había que unir las piezas de un rompecabezas y eso hicimos”, nos cuenta la técnica del ProHuerta en Coronel Suárez.
Los grupos de Hilanderas comenzaron a originarse en General Lamadrid y luego se fue contagiando la idea a General Madariaga, Maipú, Labardén y Coronel Suárez, entre otros partidos. “Esas mujeres necesitaban ocupar su tiempo y trabajar, generar un ingreso propio. Necesitaban un proyecto. En el campo trabajaban obviamente, pero no tenían una renta económica propia”, indicó Mascotena.
En el INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) se venía trabajando con el tema de las hilanderías. En al INTA (Tecnología Agropecuaria) tenían la red territorial y la experiencia a campo, con los ovinos. En el armado de este rompecabezas, una de las mayores dificultades era convertir la lana sucia que quedaba de la esquila de las ovejas en una materia prima apta para que las hilanderas pudieran hacer un producto de calidad.
Fue así que se decidió crear los “bancos de lana”. Cada grupo de hilanderas tiene el suyo. La lana sucia se manda a lavar y encardar a un lavadero industrial, que convierte el vellón sucio en un “top”, como se conoce en la jerga a la lana lavada y lista para hilar. Se hace una reserva con ese producto semielaborado para que las hilanderas de cada grupo puedan contar con material para hacer su trabajo: en sus ruecas convierten ese top en una madeja, con un hilado fino, mediano o grueso de acuerdo a la torsión que le van dando.
“En esta zona hay mucha Corriedale y el factor de picazón al tacto era todo un problema. Si yo hiciera el lavado en casa, la lana me va a picar. Como el banco de lana manda a lavar a un lavadero manejado por una cooperativa, el factor de picazón desaparece con el proceso industrial”, comentó Débora. Pudimos tocar un “top” y lo comprobamos: esta lana no pica.
El banco de lanas se convierte así en un elemento central para que funcione el sistema. Cada hilandera del grupo puede sacar hasta tres kilos para hacer su trabajo y debe pagar el precio convenido por todas. Las madejas de lana terminada los puede vender por su cuenta o agrupadas con otras integrantes del grupo, si el pedido fuera muy grande. Pero es ella la que decide de qué modo le conviene comercializar. Es su proyecto. Su plata.
Las hilanderas debe, eso sí, ceñirse a un protocolo común de calidad, para lograr un producto parejo, con rasgos particulares. La técnica nos cuenta que, a medida que transcurra el tiempo y el proyecto se consolide, el objetivo será que todas las hilanderas de esta región bonaerense puedan vender sus ovillos con la misma marca: “La Suma”. No hay nada que explicar.
Disculpe usted pero creo estar leyendo una barbaridad. La lana pica por el grosor de sus fibras, no por el sistema de lavado. La raza Corriedale se cria en la Patagonia Sur y en Uruguay y su lana es muy buscada por el sector artesanal. Respeto el interes del INTi por promocionar.el Top, pero el lavado industrial le quita identidad a la lana y ademas ya no puede ser certificada con proceso integramente artesanal. Hilando dos cabos en Z y torcidos en S se produce el balanceo de la hebra tras lo cual resulta un hilo muy agradable al tacto. Sólo se requiere lavado manual previo del vellon desbordado según técnicas Prolana. Insisto en que es una falacia asegurar que a causa del lavado manual la lana pica. La picazón ocurre porque la fibra tiene un grosor superior a las 29 micras, a partir de lo cual.comoenza a manifestarse como picosa. Gracias.