Catalogada como la Capital Nacional de las esencias, la localidad misionera de El Soberbio se convirtió en una meca para los fans de los aceites esenciales y sus beneficios medicinales. Obtenidos a partir del procesamiento de distintas plantas, una de las que más abunda allí es la citronella, que logró en una zona una adaptación especial.
“La citronella de El Soberbio tiene más de 150 componentes”, dijo orgulloso a Bichos de Campo el productor Ademar Galiano, que cultiva esta planta desde hace muchos años, y obtiene de ella numerosos subproductos que comercializa bajo la firma AgroGaliano. Además recibe contingentes de turistas para mostrarles en su finca paso a paso el proceso productivo de esos aceites.
Y aquel número no es chamuyo. Fue un análisis de cromatografía el que le confirmó al misionero que esa gramínea perenne lograba atributos que la distinguían.
Mirá la entrevista con Ademar Galiano:
“La planta es oriunda de Asia y aquí se volvió única por el suelo y el clima. Se adaptó al suelo tosco, de piedra blanda y tierra colorada, y soporta lluvias y sequías. No así a las heladas, pero acá la bruma del Río Uruguay nos protege. Yo tengo a mis plantas desde hace más de 40 años. La cortamos y vuelve a brotar”, contó Galiano, afirmando que la citronella, en estas condiciones, no requiere fertilizantes ni agroquímicos para mantenerse.
¿Pero para qué sirve la citronella? El misionero la catalogó como un “desinfectante natural” que mata bacterias y repele insectos como mosquitos, moscas, pulgas, garrapatas, arañas y hormigas, gracias a su fragancia alimonada. Es por eso que suele comercializarse en formato de spray o como esencia para utilizar en horno electicos, humidificadores y velas.
Galiano optó por darle una vuelta de rosca al asunto y ofrecerla también en forma de pipeta para mascotas, desinfectante para pisos y hasta como insumo para spa (habilitado en todos los casos por la ANMAT) por su poder relajante y anestesiante.
Ahora bien, para llegar a tener el aceite esencial, el productor debe realizar un proceso de extracción previo que inicia con la cosecha de las plantas.
“La citronella es un yuyo como cualquier otra y su cosecha la hacemos en forma manual y artesanal, a través de un machete filoso. Cortamos en el tallo y la dejamos dos o tres días oreando, para que se deshidrate y pierda su humedad”, explicó.

El siguiente paso consiste en transportar lo obtenido a un alambique, que sirve para realizar el proceso de destilación de líquidos.
“Tenemos una olla de 2 metros de altura por uno y medio de diámetro, con capacidad aproximada para mil kilos de hoja. Durante una hora tenemos la caldera encendida que nos genera vapor, que para por un conducto llamado condensador. El vapor se condensa en una serpentina para luego caer en un separador que, como indica su nombre, separa el aceite de citronella”, indicó Galiano.
Este proceso, llamado “arrastre de vapor”, le permite obtener unos 7 a 9 litros de aceite cada mil kilos de materia verde. Por hectárea, ese número escala a entre 70 y 80 litros por año, número que puede caer a la mitad si la producción se hace lejos de las estaciones cálidas.

Todo este paso a paso, así como todos los beneficios de usar el aceite de esta planta, Galiano lo difunde con mucha pasión a todos los que visitan su establecimiento. Dado que se encuentra cerca del caso urbano, dentro del corredor turístico de la Biósfera de Yabotí, cerca del Salto del Moconá, constantemente recibe contingentes de turistas y alumnos de escuelas.
A todos y cada uno, el productor los recibe con una sonrisa y una aplicación de su spray alimonado.





