Hoy en día es raro encontrarse con un criador de ovejas de Entre Ríos en la Rural de Mercedes. “Soy del norte entrerriano, entre Chajarí y San Jaime”, aclara Roberto Surt, mientras acomoda unos carneros que se roban todas las miradas. Son animales de raza Ideal, una especie de joya genética que combina 70% de Merino y 30% de Lincoln, y que él defiende como un estandarte. “Es una raza muy lanera, pero también tiene buena carne. Es una de las que tiene la grasa más mezclada, no se engrasa mucho”, explica el criador que lleva más de 50 años en la actividad.
Es que en Corrientes se está dando un proceso de retroceso de la actividad ovina en este último tiempo, motorizado en primer lugar por el crecimiento monumental del chancho jabalí, que según cuentan en la zona, se come los corderos, las ovejas y carneros grandes, e incluso terneros. Pero también el crecimiento de la población de ciervos, juega en contra de la producción que supo tener niveles mucho más altos en el pasado.
Eso se grafica en el remate que tuvo lugar en la Rural mercedeña. Los valores que se pagaron por carneros de excelente calidad fueron muy bajos, ya que resulta un riesgo muy grande invertir en un semental para que termine como alimento de los chanchos.
 Surt fue desde Chajarí a Mercedes a mostrar sus ejemplares de Ideal, pero también a testimoniar ese proceso, el de la retracción ovina. “Esta era una exposición muy importante, hace unos años. Hoy ves que no hay gran cantidad. Se ha dejado la oveja”, lamenta.
Surt fue desde Chajarí a Mercedes a mostrar sus ejemplares de Ideal, pero también a testimoniar ese proceso, el de la retracción ovina. “Esta era una exposición muy importante, hace unos años. Hoy ves que no hay gran cantidad. Se ha dejado la oveja”, lamenta.
El criador conoce bien la razón. “Por el tema de los chanchos que han entrado, por la agricultura… toda la gente tuvo que reducir las majadas por ese problema. Entonces nosotros también reducimos la venta de carneros”, cuenta.
El paisaje que describe es el de una región que alguna vez fue sinónimo de majadas grandes, pasturas y vellones pesados. Hoy, los chanchos jabalíes y criollos cruzados se convirtieron en un enemigo casi imposible de controlar. “Matan corderos. Y la oveja grande también. En algunos casos te matan los terneros”, advierte.
A eso se suma la presión agrícola y la falta de mano de obra. “Antes había gente que se ocupaba de las majadas. Tenías tres o cuatro mil ovejas y te las atendían bien. Hoy es muy difícil por las dos cosas: por la gente y por los chanchos”, resume.
La ecuación económica también juega su parte. Los campos que se vuelcan a la agricultura o al arroz dejan poco margen para la oveja. “Los valores son otros”, dice Roberto, encogiéndose de hombros.
Mirá la entrevista completa con Roberto Surt:
En medio de ese panorama, Surt sigue apostando por la raza Ideal. “Es una oveja muy lechera, muy buena madre. En muchos casos mellicera. De triple propósito”, enumera con orgullo. Su lana, dice, es de altísimo valor: “Estamos hablando de una lana de 21 a 23 micras. Muy suave, muy blanca, de mucha calidad”.
Lo dice mientras acaricia el lomo de un carnero campeón. “Más a mí, que soy idealista de toda la vida”, sonríe, jugando con la palabra. No habla de política, claro, sino de una vocación. “Arranqué cuando tenía 17 años. Tengo 74. En el 68 compramos las primeras ovejas con mi hermano. A él no le gustaban mucho las ovejas, pero sí lo que daban. Y de ahí seguimos”.
Con el tiempo, su pasión se convirtió en cabaña. “Primero cuidé unos años en una cabaña con cama, y después hice una elevada, de 15 por 18 metros, donde están los carneros que se preparan un año entero. Suben con un año y están ahí hasta las rurales, siete, ocho, diez meses”.
 El entusiasmo de Surt contrasta con la realidad que observa a su alrededor. “Antes venías con más animales, ahora con menos. Las majadas grandes no vuelven más. Si se mantiene algo, va a ser un núcleo chico en los campos, para consumo personal”, admite.
El entusiasmo de Surt contrasta con la realidad que observa a su alrededor. “Antes venías con más animales, ahora con menos. Las majadas grandes no vuelven más. Si se mantiene algo, va a ser un núcleo chico en los campos, para consumo personal”, admite.
La escena rural que describe parece cada vez más lejana. “Hay lugares donde ya no tienen ovejas, carnean vacas o novillos. Pero no es lo mismo. Una oveja es más fácil, uno solo la carnea. Hay gente que carnea una por día. Una vaca son 200 o 250 kilos de carne, no es lo mismo. Entonces tenés diez o doce ovejas ahí, para ir tirando”.
La caída, dice, ya es visible hasta en las exposiciones. “Antes había 400 carneros encerrados acá. Hoy ves lo que hay: es mínimo. Te das cuenta que realmente se va para atrás”.
Surt, como muchos criadores del litoral, no solo ve cómo se reduce la actividad: también percibe el envejecimiento del oficio. “Los que nos gusta esto estamos quedando grandes. No hay renovación. Y si no hay renovación, se termina. Eso no te quepa ninguna duda”.
 
			 
					



