Una vez terminada la cosecha, cada año se celebra la Avaliação Nacional de Vinhos (Evaluación Nacionalo de Vinos), el evento más importante del sector vitivinícola de Brasil. Esa cita, llevada a cabo en la localidad de Bento Gonçalves, en el corazón de la región de Vale dos Vinhedos, es una gran “evaluación” en la que se puntúan diferentes etiquetas y que sirve, a su vez, como vidriera para conocer el nivel de desarrollo de esa actividad en el país vecino.
A comparación de Argentina -el principal productor sudamericano de vinos y el quinto a nivel mundial-, Brasil tiene mucha menos historia, un clima menos favorable para las vides y un mercado más acotado. Eso no significa, sin embargo, que su industria no crezca año a año, incluso por fuera de las zonas tradicionales, lo que es un dato interesante que emerge de la última edición del evento celebrado el pasado 25 de octubre.

Organizada por la a Asociación Brasileña de Enología (ABE), la Evaluación Nacional de Vinos cuenta con la participación de 90 enólogos que catan a ciegas muestras de la última cosecha de uvas, luego claro del proceso de vinificación. Para puntuarlos, utilizan estándares internacionales y de allí surgen las 16 muestras más representativas.
La novedad de esta edición, que fue la número 33 de este evento, es que en esa selección figuraron por primera vez bodegas que no producen en Rio Grande do Sul, considerada la cuna de la viticultura brasileña y la zona más “apta” para la actividad. Hubo presencia de etiquetas de San Pablo, Distrito Federal, Serra Gaucha, Campanha Gaucha y Campos de Cima da Serra. Esto confirma que se ha avanzado por fuera de las zonas tradicionales.
A diferencia de Cuyo, nuestra región vitivinícola por excelencia, las vides brasileñas proliferan en climas más húmedos y cálidos, lo que exige un mejor manejo e inversión constante en técnica e investigación. Desde la asociación, celebraron “que el vino de Brasil conquista cada vez más representatividad en diferentes regiones del país”.
Con puntuaciones que oscilaron entre los 90 y 95 puntos, las 16 muestras seleccionadas representaron a 15 variedades de uva recientemente cosechadas, un dato no menor para un sector en expansión.
“Este año, lo que vimos fue un retrato fiel de la evolución del sector, con alta calidad, nuevas regiones afirmándose y una pluralidad de estilos que traducen la fuerza y diferenciación del vino brasileño”, expresó el presidente de la Asociación Brasileña de Enología (ABE), Mario Lucas Leggli.

Entre las 80.000 hectáreas de viñedos y las 1000 bodegas en funcionamiento, Brasil se destaca por la producción de espumantes a partir de uvas Chardonnay, Pinot Noir y Moscato, muchos de los cuales exportan a mercados premium. En el caso del vino tinto, como no suelen tener buenos resultados con Malbec, optan por Merlot, Cabernet Franc y Tannat, que elaboran en regiones más frescas o de altura.
En ese sentido, Río Grande Do Sul ha sido, históricamente, el epicentro productivo por excelencia, ya que allí se instalaron los primeros inmigrantes italianos que iniciaron la actividad hace 150 años. Las regiones de Vale dos Vinhedos, Garibaldi y Bento Gonçalves fueron las elegidas para cultivar, en principio, las uvas americanas como Isabel, con mayor resistencia a la humedad característica de esas latitudes.
Esa es la misma que aquí introdujeron los tanos de la zona de Berisso. Y es que en la Argentina, la inmigración italiana y francesa también sentó, por ese entonces, las bases de la vitivinicultura local. Sin embargo, en eso el país le lleva no menos de tres siglos de ventaja a Brasil, ya que fueron los colonizadores españoles los que dieron inicio en el siglo XVI a la tradición vitivinícola.

Por su clima húmedo y lluvioso, especialmente apto para la proliferación de plagas, la producción brasilera suele afrontar problemas de sanidad. Entre las innovaciones que allí se barajan, para mejorar la productividad, se destaca incluso la doble o triple cosecha, una actividad muy extendida en el Valle de São Francisco, de donde proviene el vino tropical.
Gran parte del crecimiento del sector se debe a la tradición cooperativa, que tomó fuerza el siglo pasado y sigue hoy muy vigente. Lo propio ha hecho el proceso de modernización de toda la cadena iniciado en los años noventa, en el que participaron especialistas europeos y que incluyó la adopción de cepas finas -como Cabernet Sauvignon, Merlot y Chardonnay-, hoy claves para su producción.

De hecho, como reconocimiento a esa tarea de promoción que aún se orquesta desde el sector público, en el evento celebrado el pasado fin de semana se otorgó un reconocimiento a Guilherme Pasin, que supo ser intendente de Bento Gonçalves y, como legislador, ha impulsado proyectos vinculados al sector.
Según expresaron desde la asociación, Pasin fue galardonado con el Trofeo Vitis 2025 Amigo do Vinho Brasileiro por su “compromiso con el fortalecimiento del sector, la defensa de políticas públicas dirigidas a la viticultura y la creación de iniciativas que amplíen el alcance y visibilidad del vino nacional”.
Lo propio se hizo con el enólogo y expresidente de ABE Ademir Brandelli, a quien se reconoció por haber “contribuido decisivamente al desarrollo del Vale dos Vinhedos y a la consolidación de la identidad del vino brasileño en el país y en el mundo”.





