En Misiones, la bronca yerbatera sigue sin aflojar. Desde que el Decreto 70/2023 despojó al Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) de la facultad para fijar precios mínimos, el equilibrio que sostenía al sector se vino abajo. Los pequeños productores aseguran que hoy están a merced de las grandes industrias molineras, que pagan por la hoja verde valores que no alcanzan para cubrir los costos de producción.
Como consecuencia de ello, las industrias pagan lo quieren por la hoja verde al colono, y es por eso que desde diciembre de 2023, se suceden protestas yerbateras para intentar lograr mejorar el precio.
Recientemente el INYM actualizó los montos y estableció el costo de producción de la yerba mate. Según el organismo, el costo de producción del kilogramo de hoja de yerba mate puesta en secadero asciende a $423, 99, de acuerdo con la matriz utilizada por el INYM.
La mencionada matriz fue previamente analizada por la Sub Comisión de Costos del INYM y el valor resultante tiene el carácter de referencial, tratándose de un costo bruto promedio para la producción de un kilo de hoja verde puesto en secadero, que no incluye los márgenes de utilidad.
Según dicen los productores, con suerte les están pagando 300 pesos por kilo de hoja verde, y con cheques a 30, 60, 90 o 120 días, lo que hace imposible esta producción tan importante para el NEA, en especial Misiones, que está constituida su geografía productiva en su mayoría por pequeños colonos.
Durante los primeros meses del año, la protesta fue tomando cuerpo en las rutas y en los secaderos. Hubo tractorazos, acampes, cortes de camino y hasta un llamado al “no coseche” como forma de presión. En zonas como Andresito, San Pedro o Montecarlo, algunos productores retomaron la cosecha de manera parcial, pero otros se mantuvieron firmes en la medida de fuerza. “Sin precio justo, no levantamos la tijera”, resumía uno de los delegados en una de las asambleas de marzo.
El gobierno provincial intentó mediar con la convocatoria a una “Mesa Yerbatera”, que reunió a productores, cooperativas, tareferos y molineros. Pero la desconfianza sigue instalada: el reclamo central sigue siendo que se restablezca el poder del INYM para definir precios de referencia y que se nombre de una vez un presidente en el organismo, acéfalo desde hace meses.
En septiembre, los productores volvieron a movilizarse a Posadas. Frente a la sede del INYM realizaron un “abrazo simbólico”, en defensa de la institución y del sistema que, durante casi dos décadas, había garantizado cierta estabilidad en la cadena. “Sin el INYM, estamos a la intemperie”, se escuchó decir entre carteles y bombos.
La brecha entre lo que piden los productores y lo que ofrecen las industrias es abismal. “Con eso no se paga ni la yerba que uno toma”, ironizan algunos chacareros en Montecarlo.
En los pueblos yerbateros del norte, como San Vicente o San Pedro, el conflicto ya empieza a sentirse en los bolsillos de los tareferos, que viven de la cosecha y ven cómo los trabajos se frenan por falta de acuerdo. Algunos productores más chicos buscan refugio en el cooperativismo, rearmando estructuras locales para tratar de comercializar de manera directa y evitar quedar atrapados entre los precios impuestos y los costos en alza.




