Primero fueron los viñateros, que desde hace meses vienen advirtiendo que la ecuación económica ya no cierra. Ahora, la crisis trepó un escalón más en la cadena y llegó a las bodegas.
Una de las más emblemáticas, Bodega Norton, atraviesa un momento delicado, ya que en Mendoza se habla de despidos, atrasos en los pagos de los salarios, y contratistas que dejaron de trabajar. En la Central de Deudores del Banco Central (BCRA) la empresa registra cheques rechazados sin fondos por 269 millones de pesos, de los cuales apenas fueron abonados dos por 17 millones de pesos. Luego de la publiacción de esta nota, pagaron dos cheques más y ahora el total de rechazos había bajado a 67 millones de pesos-
La deuda bancaria, que está siendo honrada como corresponde por la empresa con una serie de bancos acreedores, asciende a la friolera de 42.000 millones de pesos. Por eso en círculos del negocio vitivinícola mendocino ya se rumorea que la posible salida a esta crisis sería el pedido de concurso,
Fundada en 1895 por Edmund James Palmer Norton, un aventurero inglés que llegó a Mendoza y trajo vides desde Francia, la bodega fue durante más de un siglo símbolo del vino argentino. Hoy, sin embargo, enfrenta una crisis que refleja el deterioro general de toda la industria vitivinícola.
Desde la empresa prefirieron no hacer declaraciones a Bichos de Campo, y los empleados evitaron dar testimonio ante el temor de perder los puestos de trabajo. Pero en el ambiente bodeguero aseguran que los sueldos llevan al menos dos meses de demora y que ya comenzaron los despidos.
La tormenta que sacude a Norton no es aislada. Después del pico de consumo que vivió el vino durante la pandemia, el mercado interno se desplomó y las bodegas se quedaron con grandes volúmenes sin salida. En agosto, las ventas locales cayeron 17% interanual, según el Instituto Nacional de Vitivinicultura. En el comercio exterior, las cifras se mueven con altibajos: en septiembre hubo una mejora del 13%, pero venían de retrocesos del 16% en agosto y del 21% en julio. Al mismo tiempo, las importaciones de vino crecieron 415% el año pasado, con Chile como principal proveedor.
El derrumbe del consumo no responde solo a la economía. También cambiaron los hábitos. Los jóvenes beben menos, y el fenómeno del “consumo consciente” gana terreno en todo el mundo. Crecen los vinos sin alcohol, los de bajo grado y las bebidas listas para tomar. En cambio, los vinos de consumo masivo pierden espacio. El mercado se achica en volumen, pero se reorganiza en valor: crecen los vinos premium, orgánicos o con identidad de origen.
Milton Kuret, director ejecutivo de Bodegas de Argentina, lo resumió así: “El vino es un producto de consumo masivo que sigue todos los vaivenes del mercado. Cuando el consumidor tiene menos dinero en el bolsillo, hay productos que se vuelven prescindibles, y el vino está dentro de esa línea”. Según explicó, “Argentina vive una tormenta perfecta: el mercado interno está deprimido y las exportaciones caen”.
Kuret señaló además que se trata de un negocio que requiere alto capital de trabajo: “Las bodegas pagan a corto plazo y cobran a largo. Tienen vinos almacenados durante uno, dos o tres años, lo que genera un estrés financiero importante en un entorno de tasas altas y poco crédito”.
Según Kuret, el escenario global también influye: “En el mundo hay una disminución de consumo de vinos como tendencia. La industria vitivinícola en general es mucho más lenta para reaccionar a los cambios de hábitos de los consumidores, que otras bebidas, que pueden adaptarse más rápido. Por eso, el consumo en general en el mundo ha disminuido, y lo propio sucede en Argentina, donde la participación internacional también ha caído”.
Kuret agregó que los efectos se sienten puertas adentro de las empresas: “El gran desafío de la industria es la innovación. Muchas empresas argentinas están desarrollando productos a base de vino o desalcoholizados para atraer a nuevos consumidores, porque ha caído mucho el volumen per cápita. También se trabaja en optimizar el capital de trabajo, racionalizar volúmenes de stock y gestionar mejor la elaboración y compra de vinos”.
Sobre las exportaciones, indicó que la caída ha sido notable: “En lo que va del año, las exportaciones están con una baja del orden del 6%, después de una caída importante en 2023 del 28%. Si sumamos desde 2023 hasta ahora, hablamos de una disminución del 30%. Se rompió la burbuja que se había inflado durante la pandemia, cuando el consumo y las exportaciones crecieron por situaciones excepcionales de consumo en casa”.
Mientras tanto, en las fincas, el ánimo tampoco mejora. La Asociación de Viñateros de Mendoza advirtió que el sector atraviesa “una de las peores crisis de rentabilidad en décadas”. En su último comunicado, la entidad enumeró los aumentos de costos, mano de obra, agroquímicos, energía, transporte, impuestos, y la falta de actualización del precio de la uva. “Todo subió menos la uva”, resumieron.
El impacto ya se nota. Según los viñateros ya se ven fincas abandonadas, familias sin trabajo, jóvenes que emigran y tareas culturales que se paralizan. En ese escenario, la situación de Norton aparece como el reflejo más visible de un problema que recorre a toda la vitivinicultura argentina, desde la raíz hasta la copa.