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“Si le metés cabeza, vas para adelante como un tren”, dice Inés Di Nápoli, que persigue el éxito en lo profesional sin resignar su pasión por el deporte

Juan I. Martínez Dodda por Juan I. Martínez Dodda
17 octubre, 2025

“Si pienso en la montaña se me vienen muchas sensaciones y aprendizajes a la cabeza, pero te puedo decir uno, que cuando sentís que tu cuerpo no puede, el 50% de ese ´no puedo´ es corporal, el resto es cabeza, y si le metés cabeza, vas para adelante como un tren, eso me sirve en la montaña y en la vida”, sintetiza María Inés Di Nápoli, co-fundadora (junto a su amiga Laura Roberto) y CEO de Plataforma Puma.

Di Nápoli nació en Copetonas, un pueblo en el sur de la provincia de Buenos Aires, partido de Tres Arroyos. Aprendió el amor por la ruralidad y lo campero viendo a su padre, que tenía un acopio en ese pueblo de menos de 1000 habitantes y falleció cuando ella tenía 6 años. A los 15 se fue a vivir a Mar del Plata y, poco a poco se fue enamorando del mar. Un lugar mágico al que muchas veces se “escapa” para encontrar tranquilidad haciendo SUP surf 

“SUP Surf, trecking de montaña y pesca con mosca son mis otras pasiones más allá del campo, que practico en familia y permiten que no piense más que en eso, conectada con las olas, el agua o la montaña”, dice.  Y confiesa: “Me gustaba tanto el sur que me postule varias veces para ser guardaparque”. 

Plataforma Puma es una AgTech enfocada en medir, monitorear y reportar el impacto ambiental en la agroindustria para facilitar la toma de decisiones. Básicamente unen ciencia y tecnología para ayudar a las empresas a mitigar el cambio climático. Hoy, incluso, aplicando inteligencia artificial a imágenes satelitales. 

Pero en esta charla (que se dio cuando grabamos un capítulo 40 de El podcast de tu vida grabado en 2022) no hablamos de datos e información georeferenciada, ni de agricultura de precisión o huella de carbono en la producción agropecuaria. Les propongo conocer la pasión de Inés por el agua y la montaña. 

-¿Qué era el deporte para vos de chica? ¿Cuáles hacías? ¿Qué recuerdos tenés?

-Yo vengo de un pueblito muy chiquito que se llama Copetonas y muchas alternativas deportivas ahí no había. Para los intercolegiales hacíamos vóley y atletismo. Y después, a los 15, cuando nos vinimos a Mardel con mi mamá y mi hermano empecé natación porque mi vieja decía que si vivíamos en un lugar con mar había que nadar bien. 

-¿Qué es el mar para vos? 

-Con el mar me pasó algo raro. Porque en mi familia, mi marido y mis hijos son surfistas los tres. O sea que en mi casa se vive muy intensamente el mar. De hecho mi hija tiene mucha vinculación con el agua porque es campeona argentina de remo sub-23 (N de la R: en 2025 fue campeona sudamericana, entre otros títulos). Y yo no tenía tanta conexión. Me encantaba ir, mirar el horizonte era mi cable a tierra, pero no tenía tanta conexión hasta la pandemia. Ahí empezó el SUP (Stand Up Paddle) surf en mi vida. Era la única actividad que se podía hacer en Mar del Plata en la pandemia. A mí me gusta correr, la bici, el trecking y mi otra pasión era la pesca con mosca. Con lo cual siempre estaba deseando volver a la Patagonia, pero me faltaba algo para hacer en Mardel. Y la pandemia me lo trajo. Un día mi marido (Hernán Galfré) me dijo, ya que es lo único permitido ¿por qué no te metés a hacer SUP surf o windsurf? Un día dije sí, y ¡guau! Se abrió otro mundo inexplorado para mí. Descubrí un deporte que tiene que ver con lo lúdico. Volvés a ser niño y empezás a jugar. Y nos reímos todos buscando la mejor ola. Y es raro de explicar. Pero es así, te divertís, la pasás bien. Y es lo único, a pesar de mis otras pasiones, el trecking de montaña y la pesca con mosca, que me permite no pensar. En lo único que estoy conectada es con el agua y la ola. Y ya. Es verdaderamente un cable a tierra. 

-¿Y qué te acordás de aquella primera vez que te subiste a una tabla de esas grandes y te paraste? 

-La primera vez que me metí me prestaron una tabla grande. Y yo soy chiquita asique no me costaba mucho el equilibrio. Era mar abierto. Salí a remar nomás. Que requiere su esfuerzo físico, pero es tranqui. Y miraba a los otros corriendo olas y sentí, “esto debe estar bueno”. Así que a la semana que arranqué me compré una tabla a mi medida. Y bueno, ahí es otra película, requiere otra pericia. Pero me gustó. Y el día que corrí mi primera ola fue alucinante. Fueron unos segundos, pero fueron espectaculares, y después querés más. 

-¿Cómo te organizás para hacerte esas escapadas?

-Mirá, el clima influye. Los días que hay mucho viento hacer SUP es más difícil. Por otro lado, depende de donde venga el viento. Si es del este te rompe el mar, está muy picado. No podés hacer nada. Y en cuanto a los tiempos, me los hago. Han habido días que tuve que viajar a Buenos Aires pero me levanté a las 5 de la mañana y me fui al mar. Volví, me duché y me fui. 

-¿Y hay algún horario que sea mejor?

-Mayormente las mañanas temprano son mejores. En Mar del Plata hay camaritas en todas las playas y uno las puede ver desde el teléfono para elegir dónde ir. Donde hay más y mejores olas y si hay mucha o poca gente. Las dos playas emblemáticas son Playa Grande y Varese. Pero los fines de semana nos movemos a Serena o alguna playa en el sur. En verano, lo ideal es a las 6 de la mañana estar en el agua. Después te volvés, te duchás y a las 8 estás delante de la computadora laburando. Y la clásica es el finde tarde. La caída del sol.

-¿Y te ayuda a “surfear” mejor algunos temas laborales? Para usar una metáfora que aplica…

-Si. Claro. Me ha pasado de tener una reunión, que tengo que presentar algo y estar nerviosa y me voy a Waikiki que es una playa a tres minutos de casa. Desaparecí 45 minutos y volví centrada. 

-Contame del trecking de montaña. ¿Cuándo empezaste y por qué?

-En la Patagonia. Es un lugar que siempre me conectó con las cosas que más me gustan. Mi primer viaje de la Patagonia fue a los 18 años y me fui a dedo desde Balcarce. Recién había empezado agronomía. Y siempre tuve una atracción indescriptible. Después cuando conocí a quien es hoy mi marido, también apasionado por la Patagonia, empezamos a ir para subir cerritos, para pescar con mosca, que él me introdujo en esa pasión. Y un día dijimos. ¿Hacemos el ascenso al Lanín? Y si bien siempre nos gustó, ese día nos movió la aguja. 

-¿Por qué?

-Fuimos con un grupo de amigos, yo fui con mi hermano, Hernán fue con su hermana. Vivimos muchas cosas. Porque la montaña te pone a prueba, te hace pensar. Te pone en un sitio en el que sos diminuto. La montaña expone cómo está el equipo, siempre lo digo en Puma cuando tenemos reuniones de equipo. Porque ahí se nota cómo somos, qué mirada del otro tenés. Te enseña muchísimo, incluso a conocerte a vos mismo. Fue hermoso. Eso después nos incitó para hacer otros cerros chicos. Después hicimos tres veces más Lanín. 

-Qué emociones y qué cosas se te vienen de esos momentos…

–Se me viene el cansancio, pero también el poder mental. Y por eso me encanta porque es un desafío constante. Cuando decís no puedo más, hay un 50% tuyo que no puede más y el 50% restante es cabeza. Y eso que te pasa en la montaña te pasa en la vida también. Lo traslado a otras situaciones. Cuando vos creés que no podés, si tenés entrenamiento, o capacidad, le metés cabeza y vas para adelante como un tren. Me trae eso, que por ahí los músculos no te responden, pero con cabeza puedo. Y después, tengo en la cabeza los colores del amanecer. Viste que vos arrancás para hacer cumbre a las 2-3 de la mañana y cuando amanece es un momento único en la vida. Ese rojo atrás de la montaña que se mezcla con el blanco de la nieve. Y la cumbre es anecdótica. Es espectacular, pero todo el proceso hasta llegar es maravilloso. ¡Y La noche previa! Toda la adrenalina que se vive, es fantástica. Te lo cuento y se me pone la piel de gallina. 

-¿Cómo te entrenás para estos desafíos?

-Yo trato de estar entrenada todo el año. Pero más cerca del momento empiezo a enfocar más. Corremos. Ando en bici. En el gimnasio levanto peso. Algo que me cuesta es levantar la mochila. Hago fuerza de brazos. Y en la zona de Varese hay unas escaleras que tienen 104 escalones. Entonces vamos ahí a subir y bajar eso para hacer piernas. Porque, además, querés pasarla bien. Si estás limitado físicamente, la pasás mal. El cansancio va a llegar pero el tema es no quedarte en el camino, por vos y por el resto, porque si me manco yo también se queda los que están conmigo. 

-Alguien que no haya hecho nunca esta experiencia. ¿Qué le recomendás? ¿El Lanín es un buen patrón de medida?

-Lo que le recomiendo es que lo intente. El no siempre lo tenés. Hay que entrenarse. Pero si lo puedo hacer yo, lo puede hacer cualquiera. 

-No quiero dejar de preguntarte por la pesca con mosca. Fue Hernán, tu marido, quien te acercó a la disciplina. ¿Qué destacás de esto? Y, además, otra actividad que hacés vinculada a la naturaleza y a tu marido. 

-Lo que más nos juntó inicialmente fue que amábamos la Patagonia. De las primeras veces que viajamos juntos él había llevado dos cañas y yo no había pescado jamás. Fue hace más de 20 años. Y me enseñó. Estábamos por Calafate. Me pareció espectacular. Son varias cosas que se juegan: primero elegir la mosca que vas a usar, después el lugar donde vas a posicionar es mosca y, una cosa alucinante, es la lectura de los ríos donde vos te empezás a imaginar que va a pasar el pez. Y es captura con devolución, obvio. Finalmente, estar en el agua. Hay una película que se llama “Nada es para siempre”, con Brad Pitt, que la dirige Robert Redford, que lo describe perfecto en una escena. Y compartirlo con Hernán es la frutilla del postre. Si puedo compartir estas tres cosas que me gustan con Hernán y mis hijos, me siento privilegiada. Tener una pasión es un privilegio, pero si la compartís con las personas que más amás en la vida, ya está, ¿Qué más podés pedir? Tenés todo. 

-Llegamos al tirando paredes de este podcast. Y la primera pregunta fuera del surco tiene que ver con ¿Qué país o ciudad es tu favorito?

-Es un pueblo, que se llama Aluminé, en Patagonia. 

-¿Qué país o ciudad te gustaría conocer?

-Hay una playa en Costa Rica que me gustaría ir con mis hijos, una playa muy surfera, que ellos siempre la nombran. La tenemos como un pendiente para ir. 

-¿Tu comida favorita?

-Las pastas. Cualquiera al dente. 

-¿Una serie o película?

-“Nada es para siempre”, esa que te dije. La miré varias veces. Y la otra, que me recomendaron mis hijos, “Chasing Mavericks” (en español conocida como “Pasión por las olas”), que es un caso real de un surfista que deja una gran enseñanza de vida. 

-Si tenés tatuajes cuál te gusta más y si no tenés qué te harías?

-No tengo. Me gustaría, pero tengo que vencer el miedo a las agujas. Me gustan mucho las figuras maoríes. 

-¿Qué superpoder te gustaría tener?

-Creo que me gustaría viajar en el tiempo para volver atrás a vivir algunas cosas que se me han pasado por un flash, y no supe aprovechar o no pude. No para cambiar nada. Sino para revivir momentos. 

-Justamente, si pudieses volver el tiempo atrás, ¿A qué momento volverías?

-Capaz a cuando mis hijos eran más chicos, que trabajaba mucho, mucho. No es que hoy trabaje menos, pero antes viajaba mucho, eran chicos. Y no había elección. Había que laburar, meterle horas a lo loco haciendo de todo. 

-Si no hubieses sido agrónoma había otra carrera que te tiraba?

-Si, guardaparque. Mandé doscientas veces la planilla para ser guardaparque. Si me hubiesen dado bola hoy sería guardaparque. Porque siempre pensaba en la Patagonia. Me alucinaba vivir ahí. Siendo parte de esos recursos, de ese contexto. El agua, los montes, los glaciares. Me imaginaba cuidando todo eso. De hecho, tengo expectativa terminar mis días en Patagonia. Cuando ya no me pueda meter al mar, nos vamos a Aluminé. 

-¿Un tema musical para cerrar la charla?

-“In my place”, de Coldplay.

Etiquetas: guardaparqueMaria Ines Di Napolimontanapatagoniapescapesca con moscaPlataforma Pumasup surfsurftrecking
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