-¿Y vos lo vas a aprender? Si vos venís, yo enseño.
Miryam Rivera se quedó sorprendida porque no esperaba esa respuesta, pero rápidamente comprendió que no tenía opción: si no aceptaba, no se hacía. Y ella sentía que era importante que sucediera. “Si yo no participaba de las capacitaciones era un no rotundo, así que después del trabajo empecé a ir para el taller”, cuenta con una sonrisa.
Esta historia se desarrolla en Gobernador Gregores, Santa Cruz, y es así: en 2003 en la provincia se realizó un relevamiento de artesanos y de las técnicas existentes a través del Programa de Recuperación y Estímulo del Patrimonio Artesanal Provincial. En este contexto se decidió rescatar y poner en valor una técnica ancestral tehuelche: el raspado y curtido de cuero de guanaco para confeccionar las capas kai (quillango), atuendo típico de este pueblo originario de la Patagonia. La idea era brindar un taller para la comunidad con el fin de aprender la técnica y Adela Yatel, amiga de Miryam, era una de las pocas personas que aún tenía ese conocimiento. “Adela tenía un fuerte linaje tehuelche y también histórico ya que a su bisabuelo, el cacique Yatel, el Comandante Luis Piedrabuena le regaló una bandera argentina”.
Así fue como lo que empezó siendo casi una obligación se terminó convirtiendo para Miryam en una misión porque desde el vamos sintió que esta tarea, aunque extremadamente dura porque hay que hacer mucha fuerza y “duele todo”, era la punta del iceberg de lo que había que poner en valor.
“El primer día de capacitación yo no sabía si lo estaba haciendo bien y veía que Adela corregía mucho a las otras mujeres pero cuando yo le pregunté, me dijo: ´Te va a salir fácil porque nosotras ya lo traemos en la sangre’. Y tenía razón”, recuerda y agrega: “Cuando me preguntan por mi identidad digo que nací en la República Argentina, pero mi madre se sentía profundamente tehuelche y eso es parte de mí. Nunca me dio vergüenza ni sentí necesidad de negarlo”.
La aclaración no es menor porque en Gregores todavía pesa el prejuicio. Muchos chicos descendientes de tehuelches reniegan de sus ancestros porque la palabra “indio” sigue usada como insulto. Ella, en cambio, lo reivindica, quizás por su ascendencia: es nieta de Rosa Vargas que, junto a la lingüista Ana Fernández Garay, elaboró un diccionario tehuelche-español. Y a la vez Rosa era nieta del Cacique Casimiro Biguá a quien el presidente Bartolomé Mitre lo nombró Cacique principal de San Gregorio y teniente coronel del ejército argentino. “El 3 de noviembre de1869 Biguá izó la bandera argentina en el valle Genoa, cerca de la actual localidad de José de San Martín (Chubut) y juró fidelidad a la Argentina junto con otros caciques de la Patagonia”, ilustra Miryam.
Ese legado también la empuja a sostener con firmeza un lugar en la historia y por eso habla naturalmente de “invasión de la Patagonia” cuando se refiere a lo que en la escuela se enseña como “conquista del desierto”. Hoy trababa en Centro Temático La Herrería de Gobernador Gregores, un museo a cielo abierto que exhibe maquinaria agrícola antigua, carretas y cuenta la historia de la comunidad, lo que incluye la cultura tehuelche.
El primer día de la capacitación que dio Adela, Miryam volvió a su casa con los brazos, el pecho y hasta las costillas doloridas. “Era un trabajo tremendo eso de raspar con vidrios y piedras, realmente duele todo el cuerpo pero a la vez lo sentí natural. Luego vino el proceso del curtido, que es largo y bastante duro también. Hay que preparar una mezcla de hígado de guanaco, sal y agua que se deja macerar unas tres semanas y cuando finalmente se usa, el olor es insoportable. Aun así, las mujeres lo esparcíamos por los cueros sin guantes y sin chistar. Ni se nos ocurría cuestionar a Adela, que además tenía unas manos bellísimas, entonces tan malo no debía ser”.
El proceso del curtido consiste en estirar el cuero, colocar el preparado e ir doblándolo en varios pliegues para que se impregne y se vaya curtiendo. Finalizada esta etapa se lo vuelve a raspar para que quede totalmente limpio y finalmente se cosen las partes para armar la capa. La costura se realiza con un hilo hecho con el tendón del guanaco, que también previamente fue curtido con el mismo preparado y al secarse se empieza a abrir con forma de hilo.
“Adela aprendió la técnica de niña pues desde muy chicos se les enseñaba a confeccionar su propia capa. Al principio ella usaba una aguja hecha con espina de molle, hasta que un cura le regaló una de metal”, describe. “Mientras hacía la capacitación yo trabajaba en un hogar de ancianos donde había muchos descendientes de tehuelches y un día ocurrió algo muy curioso: uno de ellos me preguntó si íbamos a hacer la ´capa dibujada´ (que yo no sabía qué era) y otro respondió que seguro que no porque lo de Adela era ´más moderno´, pero ahí nomás otro agregó: ´su abuelo, el cacique Yatel, tenía una´”.
A lo que se referían los residentes del hogar era a las capas pintadas, que representaban mucho más que simples prendas de abrigo: sus diseños y colores estaban cargados de un profundo simbolismo, principalmente relacionado con la cosmovisión, la identidad y la vida social de los pueblos. Las pinturas se realizaban en el interior de las capas solo de los caciques y los diseños podían indicar la pertenencia a un linaje familiar, un grupo o una región específica. También funcionaban como protección contra los malos espíritus y las influencias negativas. En la actualidad, algunas de esas capas se encuentran en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata y en el Museo de la Patagonia, en Bariloche.
Hoy, Miryam está a cargo de preservar y difundir el patrimonio conformado por la cultura tehuelche. Trabaja mucho con los chicos para despertar su interés y para convertir la vergüenza de tener ancestros originarios, en orgullo. “Creo que es importante poner en valor todo esto porque a la cultura de Santa Cruz le falta conocer más sobre sus pueblos originarios”, reflexiona.
“No tiene lógica que un chico de Gregores, en cuarto grado, tenga que enterarse de quiénes fueron los tehuelches leyendo un manual escolar, cuando todo ese patrimonio está acá, vivo, en nuestra tierra”, subraya. “Por eso estamos trabajando en la conformación de una comunidad tehuelche: hablo con todas las familias para armar una asociación civil, con respaldo legal, que nos permita resguardar lo nuestro. Porque el patrimonio no son solo los saberes y la memoria de Adela, también incluye nuestra cosmovisión y hasta las pinturas rupestres de la zona, que siguen contando la historia de nuestro pueblo”.