Bichos de Campo volvió tres años después a la zona de Arenaza, en el partido de Lincoln, donde está naciendo un polo de producción de leche extraordinario, con varios planteos intensivos de envergadura que elevarían la oferta de leche cruda a unos 400 mil litros por día.
Pero el que empezó a correr esa carrera fue el establecimiento Mitikile, de la familia Llorente/Pereda. Cuando visitamos ese tambo en 2022, acababa de dar el salto hacia la intensificación (incorporando techo y robots), pero había solo un galpón para 220 vacas. Ahora que regresamos ya hay tres galpones construidos y se proyecta un cuarto. Es evidente que la cosa funcionó y convenció a la familia protagonista de esta historia.
Esta es una historia de doble fas. Un aspecto es el productivo. Pero el otro es el afectivo. En este caso, gracias a este proceso de intensificación y un poco por culpa de la pandemia de 2020, Rafael Llorente y Teresa Pereda lograron que sus hijos, el ingeniero industrial Álvaro y la experta en finanzas Magdalena, se quedaran viviendo en la zona y se comprometieran con el proyecto. Caso contrario, sin sucesión a la vista, quizás este derrotero hubiera sido diferente.
Rafael Llorente y Teresa Pereda, con 47 años casados, lucen dichosos por tener quien siga sus pasos y les cuide las espaldas. Por eso fue además que se animaron a profundizar la apuesta por una reconversión total del establecimiento cuya gestión ahora comparten con sus hijos.
De aquel primer galpón de “cama fría” (no se agrega ningún sustrato sino que se remueve la tierra de modo constante), ahora están terminando de construir el 2 y 3, aunque prefieren llamarlos por colores. Tienen cuatro robot marca GEA en el Verde y llegarán otros cuatro para el Amarillo. El galpón Rojo se destinará a vaquillonas y vacas que no se adaptan a ese sistema voluntario.
Hay varios aprendizajes respecto de aquel primer galón. Por ejemplo, el segundo galpón tendrá los robot ubicados en el medio y no en un extremo (como en el primero), porque descubrieron que eso facilita el ordeño voluntario de las vacas, que a veces remolonean cuando tienen que caminar distancias de más de 100 metros.
El tercero galpón, en cambio, incorporará el techo y la cama fría, pero mantendrá el sistema de ordeño convencional. Las vacas irán por un corredor hacia el tambo dos veces al día. Y ya hay un cuarto galpón proyectado para más adelante, para cuando fluyen los recursos. En Mitikile piensan que podrán completar el proyecto en un par de años más. En definitiva, habrá casi 900 vacas bajo este sistema estabulado.
Claramente Rafael Llorente -que fue presidente de los grupos CREA-, está convencido de las ventajas de incorporar el techo en la lechería. Desde su lectura histórica, la actividad ha sufrido varias revoluciones, que fueron levantando el techo de la productividad. La primera de ellas fue la nutrición, que elevó la producción de 25 a 31 litros por vaca. El confort de los galpones es lo que levanta de nuevo ese piso.
“Exactamente el 20 de febrero del 2022 se empezó con este primer galpón a funcionar. Y era el primero en toda esta zona, que era de tambos pero muy pastoril. Estábamos en el sistema que se llama dry lot (es un corral seco abierto para climas con bajas precipitaciones), pero ese sistema estaba llegando a su fin. Mucho barro, mucho intemperie, muchas vacas que se desplomaban con tanto problema y habíamos llegado a un techo de producción”, contó Llorente a Bichos de Campo.
Por supuesto todos estos cambios se realizaron partiendo de una base genética que lleva la potencialidad a 50 litros por lactancia. En Estados Unidos hay planteos que llegan a los 70 litros por día de promedio. La posibilidad aparecía allí, a la vuelta de la esquina.
En este establecimiento de punta de Arenaza, con la incorporación de lo que llaman “confort”, ya han pasado de 33 litros diarios por vaca a entre 39 y 40 litros como promedio, con picos de 46 litros.
El final del planteo sería llegar a tener 1000 vacas en ordeño bajo este sistema. Para darles de comer tienen unas 500 hectáreas para confeccionar silos de maíz con rotaciones hacia cebada o alfalfa, hacia soja o trigo. En total, el campo tiene1.088 hectáreas, pero hay algunas lagunas y varios bajos. Las tierras agrícolas que quedan son fertilizadas con una enmienda surgida del procesamiento de las excretas de las propias vacas. “Te da fósforo barato y materia orgánica”, dice Rafael.
Un punto de aprendizaje constante ha sido la confección de las camas frías. La primera, en el galpón inaugural, duró dos años y tuvo que ser reemplazada. El movimiento de la máquina que mueve esa cama es casi constante. Pasa dos o tres veces por día.
“A esa tierra se va incorporando la bosta de los animales. Esa tierra lo que hace es brindar una cama confortable hasta el momento en que ese material se hace bastante problemático y hay que reemplazarlo. Se reemplaza la cama. Esa cama sirve como buena enmienda agrícola”, relata el productor.
Además en cada galpón hay un robotito de esos que “barren” los restos de comida y lo vuelven a acercar hacia las vacas.
Mirá la entrevista a Rafael Llorente:
“El sistema de galpón es el que le da el confort a la vaca. El sistema de robot tiene otras connotaciones más, además del confort, porque le permite a la vaca estar en un grado mayor de libertad todavía,. Pero además el robot cumple otras funciones que a futuro creemos que van a tener mayor implicancia, que es la rutina, te obliga a cumplir con los protocolos sí o sí”, reflexionó el productor, en aprendizaje y revisión constante.
Llorente insiste con una idea clave: “Con las vacas bien nutridas, el techo es fundamental para brindarles confort, porque alivia básicamente calores en verano, porque evita el barrial. Permite sombra, permite ventilación y refrescado”, enumeró.
-¿Qué otra cosa fuiste aprendiendo del manejo, que era muy innovador en esta zona?
-Aprendimos mucho sobre el manejo de las vacas, ya que a las vacas se las exige mucho. Esa exigencia mayor nos exige a nosotros estar más atentas. La verdad que los collares y la computadora nos informan mucho más de lo que necesitamos. A veces nos avasallan de información, y tenemos que aprender a mirarla y entenderla. Muchas veces las vacas nos están diciendo ‘no estoy bien’ o ‘estoy comiendo menos del promedio’… Y no le damos bolilla. Pero los datos te lo dicen y vos quizás no llegas a interpretarlo.