Le pregunto la palabra específica, el término correcto para citarlo, y Cristian Cabrera se presenta sin rodeos: me dice que es cacique y “mburuvichá” de la comunidad mbya guaraní Perutí. Así, con dos títulos que no son de papel sino que describen sus raíces, este mburuvichá (que significa líder y máxima autoridad), habla desde El Alcázar, Misiones, a 140 kilómetros de Posadas. Allí, 1.300 personas habitan un mundo en el que las tradiciones y el monte se fusionan con el presente y los proyectos.
“Vivimos en 700 hectáreas de las cuales ocupamos 100 con chacras y viviendas, el resto es todo monte”, explica. “Las familias trabajan la tierra produciendo mandioca, batata, maíz, tienen huerta, animales y muchos también tienen plantas de yerba mate”.
La comunidad Perutí hace mucho que soñaba con tener su “propia yerba”. No solo plantaciones, sino yerba con su nombre y con la identidad de la comunidad estampada en su propio paquete. “Nuestro fundador tenía unas 30 hectáreas de yerba en el monte y nosotros queríamos recuperar esa tradición, queríamos lo mismo que tienen los colonos de acá, sus marcas de yerba y cooperativas. Queríamos tomar nuestra caá, la que sabemos cómo se produce”, explica Cristian.
Y en eso están: hace un año que circula una primera producción de yerba Perutí y la comunidad está muy entusiasmada. “El proyecto promueve la autonomía organizativa, productiva y cultural, con foco en el trabajo digno, la equidad de género y la permanencia en el territorio”, describe Karin Schöller, coordinadora de Programas de SEDI, una asociación civil que apoya iniciativas transformadoras como esta. “Además, las mujeres son protagonistas: lideran la producción, participan en la toma de decisiones y se apunta a la paridad en la conducción de la cooperativa que se está armando”.
Hasta ahora han generado 100 “paquetitos de prueba” y la demanda no tardó en aparecer. “Nos piden de todos lados”, celebra Cristian. “Hoy la comunidad produce unos 140.000 kilos de hoja verde por año, con 30 hectáreas en producción a las cuales cada vez se suman más ya que, sobre todos los jóvenes, empezaron a plantar en sus chacras. Mucha gente nos pide nuestra yerba porque dicen que tiene algo distinto: sabor puro, sin palo y con la fuerza de la naturaleza”.
Me llama la atención algo que agrega Cristian: que también querían tener la yerba tal como la usaban sus mayores, es decir, apenas secada y sin estacionamiento. Estas características parecen ser lo contrario de lo que se valora en la yerba que tomamos todos los días, ya que incluso las empresas para hablar de calidad destacan al menos dos años de estacionamiento. Por eso me surge la pregunta.
-A ver si entiendo: ¿cosechan la yerba un día, la secan un poco y casi al día siguiente se consume?
-Así es, el secado tiene que ser bien suave para que no pierda su fuerza vital como alimento. Y además se toma en seguida, sin estacionamiento, por eso tiene este color verde brillante.
-¿Y cómo es el sabor?
-Es el sabor puro de la caá, de la naturaleza y del monte. Todo se siente. Por eso buscábamos alguien que secara de la manera que nosotros necesitábamos y lo conseguimos. Es un productor de yerba agroecológica de Eldorado, Mario Paredes, y salió muy bien.
-¿Por qué tanto cuidado con la yerba?
-Para el mbya guaraní la yerba no es solo materia prima para mate o tereré. Es medicina, espiritualidad y vínculo. Nuestro consejero y guía espiritual, el Opyguá, la usa en la ceremonia en que se pone el nombre a los niños de la comunidad. La caá también da salud y mantiene unida a la familia. En torno al fuego, el mate se vuelve palabra: los padres aconsejan, los hijos escuchan y todos comparten. Y cuando se toma de la yerba propia, que ha sido cuidada y a la que se le ha hablado, la experiencia es más profunda.
-¿Cómo “hablado”?
-Sí, a la planta le hablamos para que crezca sana y fuerte y nos dé su hoja con toda la vitalidad. Cuando el dios Tupá le entregó la caá a una niña mbya le enseñó que hay que hablarle porque la planta escucha. Nosotros queremos recuperar eso. Vemos que ahora, cuando se le habla, la planta viene mejor. Es una relación de ser a ser.
-¿Cuáles son los próximos pasos para la yerba Perutí?
-Estamos terminando de armar la cooperativa, lo que nos va a permitir tener un sello legal y poder vender la yerba en toda la provincia. También queremos seguir sumando hectáreas en producción y finalmente contar con un secadero y una envasadora propios para cerrar el círculo de la producción.
-¿Cómo se toma todo este proceso dentro de la propia comunidad?
-Con mucho entusiasmo y por varios motivos. Primero porque es algo nuestro, queremos tener nuestra “yerbita” y darla a conocer. Además, como líder veo que genera una gran oportunidad para los jóvenes, una posibilidad de ingreso concreto sin tener que dejar la comunidad. La yerba Perutí representa algo muy importante para las familias. Necesitamos apoyo y recursos, pero lo vamos a hacer.