En 2021 entrevistamos a Lucas Garibaldi, quien además de ser doctor en Ciencias Agropecuarias, es un investigador dedicado a promover transiciones productivas sostenibles con foco en la biodiversidad, la producción de alimentos saludables y el bienestar integral de las personas.
Desde Bichos de Campo nos preguntamos: “¿Cómo habrán evolucionado estas ideas en cuatro años?”. La respuesta está en la entrevista que sigue.
-En 2021 usted señalaba que la biodiversidad empezaba a abrirse paso en el agro argentino, aunque de forma incipiente. ¿Cuánto ha avanzado esta idea en la realidad?
-Avanzó, pero de forma heterogénea. En cultivos extensivos veo más productores midiendo insectos benéficos, corredores y márgenes florales (como los trabajos con la Chacra Pergamino-Colón de Aapresid) y más diálogo entre ciencia y productores. Ahora bien, este cambio convive con retrocesos locales por pérdida de hábitat y simplificación, así que el saldo es “paso sostenido, no masivo”. Sin embargo, la conversión de hábitat natural a cultivo simplificado por el monocultivo sigue a pasos agigantados.
-También mencionaba mejoras de hasta un 25% en rindes al conservar ambientes nativos. ¿Hay más datos o experiencias concretas que demuestren ese impacto hoy?
-Sí. A nivel global mostramos que mantener hábitat nativo en paisajes productivos mejora funciones y rendimientos; propusimos como regla de diseño al menos restaurar 20% de hábitat nativo por paisaje. Ese umbral mínimo sigue siendo válido y operativo para planificar (bordes, parches, cursos de agua).
-El vínculo con los productores era cauteloso en aquel entonces. ¿Cómo lo percibe ahora?
-Más directo y pragmático. Hay cautela razonable, pero también codiseño: pruebas a campo, métricas de rinde/estabilidad y foco en “qué funciona en mi campo”. Las redes de productores están ayudando a escalar prácticas (márgenes florales, rotaciones más diversas, monitoreo de polinizadores)
-Hablamos de reducir el consumo de carne sin caer en planteos extremos. ¿Cómo evolucionó esa propuesta?
-En una transición gradual del consumo de carne. Sigue siendo una transición necesaria, enfocada en calidad y sistemas ganaderos más regenerativos, no en prohibiciones. La conversación se movió hacia “mejor carne y menos desperdicio”, reducciones moderadas y mejoras de manejo como rotaciones, pasturas y diversidad. Esto se alinea con el enfoque de “cambio transformador” que colidero en IPBES, Plataforma Intergubernamental para la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos.
-¿Qué pasó con los dualismos simplistas (“buenos o malos”) que eran barreras para el diálogo? ¿Hoy enfrentamos discursos más matizados o siguen predominando esas tensiones?
-Hay más matices en foros técnicos y productivos mientras que en redes sociales los dualismos siguen fuertes. Mi posición es sostener espacios de evidencia y diálogo con mirada de multiactores para evitar la trampa “todo o nada”. El trabajo de IPBES sobre cambio transformador alienta justamente a salir de ese binarismo.
-Con relación a la felicidad y el bienestar humano, usted mencionó que estamos confundidos creyendo que lo que nos hace bien son los consumos y los excesos. ¿Sigue todo igual, mejor o peor?
-En mi opinión está todo peor. Con mayor control de las personas a través de las redes sociales y los medios electrónicos en general. Estamos más alienados.
-¿Cuáles creé que fueron los mayores frenos durante estos cuatro años para impulsar la transformación agroecológica?
-A mi entender, el mayor freno es el financiero. Se complica poner en valor la calidad de los productos agroecológicos en todo sentido porque no hay un sistema económico financiero que los ponga en valor. Se necesitan mercados alternativos y más justos.
-¿Cómo le toca a usted el recorte en ciencia y en el Conicet?
-En todo sentido. Personalmente y a mis equipos nos afecta en salarios, becas, insumos y continuidad de proyectos; el impacto sistémico está documentado: advertencias de premios Nobel, reportes internacionales y prensa muestran recortes fuertes, con riesgo de éxodo de talento y parálisis de líneas estratégicas. Aun así, seguimos trabajando con alianzas y evidencia abierta.
-En lo personal, ¿en qué cambió usted en estos 4 años?
-Me volví más “ingeniero de soluciones” a escala de paisaje: menos discusión abstracta y más diseños concretos, como mosaicos con más de un 20% de hábitat, métricas de polinización y estabilidad de rinde. Se reafirmó mi convicción de que la diversidad biológica y productiva es un seguro frente a shocks climáticos y de mercado. También confirmé que el puente ciencia-productores es motor importante de cambio.
-¿Qué palabras tiene para los productores?
-El agro argentino puede liderar si combina productividad con biodiversidad funcional. No es un “costo verde”, es estrategia competitiva: rendimientos más estables, menor cantidad de insumos externos, diferenciación de calidad y licencias sociales. Diseñar con naturaleza (no contra ella) es más barato que reparar.