El experto mexicano Ernesto Cruz, que se hizo reconocido por haber logrado el rinde récord de maíz con 44 toneladas por hectárea (en un campo experimental de China), pasó por la Argentina y armó revuelo con sus declaraciones, ya que sugería que los productores argentinos no saben ni sembrar ni nutrir de la mejor manera posible ese cultivo, y por eso obtienen productividades inferiores a las de otras regiones agrícolas del mundo.
Pero uno de los párrafos más discutido de sus presentaciones fue el referido a la siembra directa, una técnica que se ha difundido bastante en la Argentina y que, pese a sus invalorables aportes para detener la erosión de los suelos, viene sufriendo algunos cuestionamientos. Por caso, se le adjudica provocar una gran compactación de los suelos, que termina por limitar el potencial de productividad de los cultivos.
El propio Cruz, en sus encuentros con productores locales, recomendó no descartar una remoción de los suelos en algunas ocasiones y consideró a la Siembra Directa como uno de los factores limitantes a que la Argentina levante sus magros rendimientos, que en promedio son de apenas poco más de 7 toneladas por hectárea.
Todo esto está provocando un saludable debate agronómico en el que Aapresid (la Asociación de Productores en Siembra Directa) no podía estar ausente. La entidad que agrupa a una suerte de vanguardia agrícola local que hizo de la labranza cero su principal bandera, hace unos días emitió una alarma por el fuerte avance de la “labranza ocasional”, ya que la directa bajó del 95% del área de cultivos extensivos a un 80%. La mayor explicación es la suba de costos por la aparición de malezas resistentes a los herbicidas.
Ahora, en un nuevo informe, Aapresid recogió el guante lanzado por Cruz y publicó una serie de consejos para que los productores puedan incrementar sus rendimientos maíceros. Eso sí, sin siquiera mencionar la posibilidad de desandar tantos años de siembra directa. Ni loco se incluyó la posibilidad de romper la compactación mecánicamente, con alguna herramienta agrícola.
Pero Aapresid si coincidió en algo crucial con el polémico mexicano: “afinar el manejo puede marcar la diferencia entre un buen resultado y uno extraordinario”, estableció, apoyándose en los datos surgidos de los diferentes ensayos realizados por su Red de Maíz Tardío.
Este tipo de maíz de siembra más tardía ocupa desde hace varias campañas un rol protagónico dentro de la estrategia productiva local, con cerca del 50% del área sembrada, más allá de cierto impacto en contra que tuvo la chicharrita la campaña anterior. En este escenario, la Red de Maíz Tardío de Aapresid, que viene evaluando año tras año el comportamiento de distintos híbridos y manejos agronómicos “en condiciones reales de producción”, ya está ofreciendo consejos concretos para mejorar los rindes.
En el informe de Aapresid, el experto de la Red Santiago Álvarez Prado (Conicet y Universidad de Rosario) resumió los principales aprendizajes y recomendaciones que se desprenden de sus informes.
Un capítulo es la genética.
Uno de los pilares en el planteo de maíz tardío es la elección del híbrido, una decisión que, según Álvarez Prado, puede significar diferencias de rendimiento de entre un 10% y hasta un 70%, dependiendo del ambiente. Por eso, recomienda no basarse únicamente en los resultados del último año, sino considerar análisis conjuntos y multianuales de las redes de ensayos comparativos, el foco del próximo informe de la Red.
“Lo que se vio en el sur de Santa Fe, por ejemplo, es que los híbridos más estables, que mejor acompañan las condiciones del ambiente, fueron los que mejor rindieron. Elegir bien la genética define el techo de rendimiento que uno puede esperar”, explicó el especialista.
Además del rendimiento, el especialista sugiere tener en cuenta otros factores como el precio de la bolsa, la relación con el proveedor y el acceso a datos confiables. “Hay híbridos que no son de las marcas más conocidas pero que tienen un muy buen desempeño y un costo competitivo. Esa información también está disponible en los informes de la Red”, remarca.
El segundo factor, en coincidencia con Cruz, es es de la nutrición de los cultivos.
En términos de manejo, la nutrición aparece como uno de los puntos críticos con mayores oportunidades de mejora. Según los datos de la Red, en planteos tardíos los suelos suelen mostrar una mayor disponibilidad inicial de nitrógeno por mineralización. Esto lleva a que muchos productores apliquen dosis de entre 50 y 70 kg/ha, lo cual puede resultar insuficiente.
“Los ensayos muestran que puede haber respuesta hasta los 200 o 220 kg/ha de N, dependiendo del ambiente. Pero esa respuesta también está fuertemente condicionada por otros nutrientes, como fósforo, azufre y algunos micronutrientes. En suelos más ricos en fósforo, la eficiencia agronómica del nitrógeno es mucho mayor”, destaca Álvarez Prado.
Por eso, una nutrición balanceada, basada en análisis de suelo, es clave para cerrar brechas que en algunas zonas pueden llegar al 40% del rendimiento potencial. Esto no necesariamente significa una alta inversión en fertilizantes. En el último informe de la Red, un estudio de varias campañas en el Sur de Santa Fe revela que la inclusión de antecesores leguminosas aporta buenos volúmenes de N a los maíces tardíos, incluso a los trigo posteriores. En el caso de vicias de más de 5000 kg de biomasa aérea este aporte ronda los 32 a 40 kg de N.

Finalmente Aapresid pone el foco en la sanidad.
En ese sentido, la Red ha evaluado con profundidad el uso de fungicidas, mostrando respuestas positivas en más del 65% de los ensayos, y hasta 80% en regiones como el centro-norte de Córdoba.
“En algunos casos, vimos respuestas de más de 1.000 kg/ha. Pero no se trata de aplicar por receta: en zonas como el sur de Santa Fe o el centro de Buenos Aires, donde la presión de enfermedades no siempre está presente, la clave es el monitoreo y la aplicación justificada”, aclaró el investigador.
Como mensaje final para quienes planifican un maíz tardío en la zona Núcleo, Álvarez Prado resume tres decisiones clave:
- Elegir el híbrido con información multianual, evaluando desempeño y estabilidad.
- Revisar el plan de fertilización, apuntando a una nutrición completa y ajustada al diagnóstico de suelo.
- Monitorear enfermedades y aplicar fungicidas cuando sea necesario, aprovechando su alta probabilidad de respuesta positiva.
Y todo, sin siquiera pesar en la posibilidad de remover los lotes agrícolas.