Cae el sol del atardecer en el Río Paraná y una pareja de lechuzas vizcacheras se erige como custodia sobre el viñedo. Convencidos de que el vino no sólo es un producto sino una experiencia, el establecimiento Los Aromitos se define como un proyecto familiar que combina viñedos, bodega, turismo rural y una reserva natural.
En Colonia Ensayo, a pocos kilómetros de Paraná, provincia de Entre Ríos, la familia Jacob administra una finca de 10 hectáreas de las cuales 3 se destinan a la producción de vid, mientras que el resto comprende una reserva estricta de monte.
“Acá tenemos diferentes variedades de uvas y cepas. Entre las tintas tenemos Malbec, Marselan, Tannat, Merlot y Syrah; y de las blancas tenemos Chardonnay y Torai. También, algunas uvas de mesa para consumo en fresco”, describe Mauro Jacob quien recibió a Bichos de Campo junto a su hermano Leandro.
“La variedad insignia de la provincia, la cepa Tannat, no solo se da muy bien en esta región, por adaptarse al clima y al suelo, sino también por una historia particular que tiene esta uva en Entre Ríos, a donde llegó de la mano de las familias inmigrantes vasco francesas en 1860”, comparte Leandro durante el recorrido, que no sólo es productivo sino también histórico.
A inicios del siglo XX, Entre Ríos llegó a ocupar el cuarto lugar en volumen productivo de vid con más de 60 bodegas que se concentraban en las costas del Río Uruguay, un lugar que se fue perdiendo a partir de crisis y regulaciones que favorecieron la concentración de la actividad en la región cuyana, en desmedro de la producción que había en la zona.
Actualmente, la familia Jacob, sin estar vinculada originalmente a la actividad vitivinícola, asume que parte de su proyecto contribuye ni más ni menos que a reescribir la historia del vino entrerriano. “A lo largo y ancho de la provincia ha vuelto a resurgir la vitivinicultura. En nuestro caso, iniciamos en 2010 y hoy somos 4 bodegas en toda la provincia, elaborando vino 100% entrerriano”, dice Mauro camino a la cava.
Los Aromitos produce unos 13.000 litros de vino por año que se destinan al mercado interno y se comercializan principalmente en vinotecas de la región y en su propio establecimiento. Su marca Ára es un vocablo guaraní que remite a la identidad local y refiere al universo, día, época, tiempo, cielo, múltiples significados y elementos que la familia Jacob asocia con el ciclo de la vid.
El turismo rural es una pata fundamental de este emprendimiento. “Todos los fines de semana recibimos gente, visitas guiadas, recorridos, degustaciones de vino, siempre con productos regionales y todo tipo de eventos. En base a lo productivo, al ser un proyecto pequeño, poder vincularnos con el turismo fue y es muy importante para nosotros”.
“Además, este viñedo está emplazado en un lugar que funciona como un área natural protegida privada. Hay una parte de monte nativo, entonces hemos decidido preservar este espacio y, también, compartirlo con la gente”, cuenta Mauro sobre la decisión familiar de cuidar ese monte que desde 2022 integra el sistema provincial de áreas naturales protegidas.
Caminando sobre la zona de viñedos, en las punteras de cada hilera se indica el nombre de la cepa y cuándo fue implantada. Los primeros cultivos datan de 2011 y los últimos son de 2021, fecha en la cual se sumó la última tanda de uvas que integran el viñedo.
La producción de uva se desarrolla mediante el sistema de lira, con una forma de V, diferente al sistema de espaldera que predomina en zonas como Mendoza. “Nosotros usamos este sistema porque uno de los principales aspectos a tener en cuenta para la vitivinicultura en Entre Ríos es el exceso de humedad. De esta manera, podemos conducir las plantas permitiendo el ingreso de luz y aire, reduciendo la aparición de hongos”, asegura Leandro.
Los últimos años, marcados por la sequía en la región, obligaron a recuperar los sistemas de riego que se usaron para el inicio del cultivo con el objetivo de reducir el estrés hídrico en las plantaciones.
Las uvas de mesa se cosechan de manera anticipada a la vendimia. “Todos los años hacemos una cosecha participativa donde la gente viene al viñedo, se corta el racimo y se vende por peso”, cuenta Leandro sobre un momento especial en la finca que involucra al turista como cosechero.
En tanto, en época de vendimia, se realiza la cosecha de las uvas que son trasladadas a la bodega en la localidad de Crespo -de donde es originaria la familia Jacob- para la elaboración del vino. Hoy junto al viñedo se encuentra una cava subterránea y próxima a ella, se proyecta la construcción de una nueva bodega para tener todo el circuito productivo en un mismo lugar, con la visión de potenciar aún más la parte turística.
Conscientes de cómo la experiencia determina el consumo de vino, un momento único en el viñedo a la vera del Río Paraná se vuelve un escenario privilegiado para conocer este establecimiento y degustar su producción in situ. “El paisaje es parte del vino y hace al terroir, las características generales del clima y la zona que influyen sobre el producto y como así también en el momento que uno lo consume”, sintetiza Leandro.
Este proyecto familiar y productivo, ideado por Noelia y Fernando Jacob, padres de Mauro y Leandro, cumplió 15 años de animarse a escribir en la historia un nuevo capítulo para la vitivinicultura entrerriana. Invita a disfrutar de un lugar único con vinos de calidad, identidad y arraigo.