A Marcela Calderón y su familia los corrió la falta de rentabilidad pero también de motivación. Hace ya 15 años reconvirtieron por completo su campo y, de producir 2500 hectáreas y brindar servicio a terceros, viraron a la agroecología y a la venta de su propia marca de harina.
“El Paraíso” está ubicado en el partido de General Viamonte, a mitad de camino entre Junín y Los Toldos. Quienes tuvieron la oportunidad de conocerlo antes de ese viraje productivo, seguramente afirmen que ha quedado muy poco de aquel entonces, cuando el modelo de negocios era el tradicional y lo que primaba era invertir cada vez más para producir de forma extensiva.
No fue sólo el agotamiento de los suelos -que cada vez exigían más insumos- sino también el de ellos mismos, lo que motivó el pase de página. Por eso Marcela está hoy tan convencida de lo que hace, pues siente que ahora sí está dando un aporte positivo a su comunidad.
Cuando Bichos de Campo visitó el establecimiento, hace algunos años atrás, recorrió el proceso de trabajo que se hace incluso desde antes de sembrar el trigo, y que llega hasta que la harina es embolsada bajo la marca El Huerto Interior.
A propósito de la ExpoJunín, celebrada semanas atrás, este medio volvió a encontrarse con Marcela Calderón y pudo conocer de cerca la otra parte de la cadena, todo lo que se hace luego con esa harina integral agroecológica.
Con una mesa repleta de panes, budines, pastas y productos varios de panadería detrás, la impulsora del proyecto explicó que hoy abastecen a varios locales gastronómicos, dietéticas y casas particulares, que dan muestras de sobra de la utilidad que tiene un producto de ese tipo.
“Se trata de habituarnos a otro tipo de harina”, expresó Marcela, que igual ya dejó atrás en gran medida la tarea de “educación” que acostumbró hacer ni bien lanzó su producto al mercado, muy distinto al que se ve en las góndolas.
Pero para llegar a donde hoy están, tuvieron que estudiar mucho. A fin de cuentas, habían decidido dejar de trabajar cientos de hectáreas para volcarse a un proceso con más agregado de valor pero a menor escala, pero lo que les sobraba eran ganas de hacerlo.
“Estábamos perdiendo calidad de vida, porque mi hermano se iba a las 6 de la mañana y volvía a las 12 de la noche, y tampoco teníamos en claro atrás de qué zanahoria estábamos”, recordó Marcela, que mientras veía eso también asistía con preocupación a un sistema de producción que cada vez demandaba más inversión para mantener los rindes. Una suerte de callejón sin salida.
Mirá la entrevista completa con Marcela Calderón:
En realidad, salida hubo, pero fue un viraje 180 grados hacia la dirección contraria. Así es como llegaron a contar con 70 hectáreas certificadas agroecológicamente, a las que incorporan ganado ovino y bovino para ayudar con la regeneración del suelo.
Por eso es que el proceso comienza mucho antes de las primeras espigas y se extiende hasta que el paquete sale a la calle.
Una vez obtenido el trigo, se lo clasifica y muele en sus molinos de piedra. Gracias al trabajo de un ciclón y un cernidor es que, finalmente, obtienen su harina integral, a simple vista muy distinta a la que se vende en las góndolas de los supermercados.
“Harina blanca no podemos hacer porque no usamos ningún producto químico: Ni blanqueadores, ni estabilizadores, ni conservantes”, explicó Marcela, que señala que es justamente por eso que su producto es mucho más saludable, más fácil de digerir y más nutritivo que los convencionales.
“Esto no es magia, es lo que hacían nuestros abuelos y antepasados”, expresó la productora, que celebra que se rescanten esos saberes, técnicas y formas de alimentación a los que algún momento la industria alimenticia dio la espalda.
“Lo importante es tomar conciencia de a qué tipo de productores queremos apoyar y en manos de quién dejamos nuestra alimentación. Nuestra harina nutre porque es un producto vivo, mientras que la harina blanca alimenta”, observó, visiblemente orgullosa por el cambio de rumbo que varios años atrás les parecía impensado, pero que es hoy su proyecto de vida.
Ésta nota es claro ejemplo de que hay alternativas serias de producir alimentos de alta calidad y vitalidad sin arruinar los suelos, sin matar la biodiversidad, sin envenenar los arroyos y rios, sin saturar las napas freáticas de nuestros pozos de agua con nitratos, sin hechar la genteben el campo sino trayéndola a trabajar porque el que hace valor agregado a la producción primaria genera condiciones de vida en el campo para mas familias. Caerá algun dia la ficha de que además se gana dinero y salud trabajando lo justo y disfrutando la vida….? O les gusta mas volverse locos detras de la zanahoria de las retenciones y las 4×4…???