Con todos los vientos fríos de agosto, en el establecimiento El Potrero de Agropecuaria Pampa, se hizo días atrás una jornada sobre ganadería regenerativa.
Entre Felicia y Lehmann, en el centro de Santa Fe, el nodo de manejo holístico Perennia mostró a unos 150 productores los avances de la unidad productiva y el manejo de pastizales en un bajo salino, enfocados en problemáticas como el tacurú y el espartillo, demostrando la mejora en la rentabilidad y estabilidad del negocio, a partir de recuperar los procesos vitales del ecosistema.
El objetivo del encuentro fue compartir las experiencias y conclusiones obtenidas con otros productores, buscando la retroalimentación para seguir mejorando.
La familia Barreiro es muy tradicional en la zona y este campo es de su propiedad desde mediados del siglo pasado. En 1.350 hectáreas, con cría histórica de Angus colorado, comenzaron hace cuatro años con este cambio de conceptos productivos.
“A cada uno que le tocó estar a la cabeza y dirigir este campo, hizo lo mejor que pudo. Soy de profesión ingeniero industrial, si bien siempre relacionado con el campo, cuando me tocó estar a cargo no tenía los conocimientos teóricos, así que empecé a buscar herramientas y sistemas que fueran con mi forma de pensar y mi forma de ser. Encontré lo que es el manejo holístico, la regeneración de suelos y la carne a pasto. Encontré así una idea afín”.
Agustín Barreiro, quien dijo lo anterior, trabaja con la convicción de “conservar el capital, mejorar la tierra, mejorar los animales, y de comer más sano”. Por eso la opción regenerativa que es posible y sustentable.
En un trabajo combinado para el ciclo completo con la cabaña Santa Ángela, para la faena, el producto final se vende en el almacén de carnes Don Carmelo, en la ciudad de Rafaela.
No sólo para Agustín, sino que asegura también para los consumidores, la carne de ganado criado a pasto es más tierna y tiene un sabor distinto al del engorde a corral, con otro olor, color y textura, y un perfil de nutrientes superior. “No estoy en contra de ningún sistema. Así el producto no sé si será mejor, pero es distinto” y cautiva nuevos paladares, describe el productor.
La asistencia a la jornada demuestra que claramente hay un interés creciente en esta forma de producir. “Fue un honor y un placer” recibir a tantos productores y profesionales en el campo, aunque sabiendo la responsabilidad que acarrea abrir la tranquera y contar todo lo hecho en estos años, lo que salió bien y lo que no resultó.
“Hay mucha gente que tiene este tipo de campo, que son duros, que son bajos salinos, que tienen espartillo, tacurú. Hasta ahora no tenían otra posibilidad de hacer una cría con un manejo tradicional. Queríamos demostrar nuestra experiencia y que se puede tener una renta económica”, comentó Barreiro.
Agregó que “podemos hacer una ganadería diferente, no depender de los insumos, del combustible o de los precios del alimento para hacer un manejo que sea sustentable, desde todo punto de vista, con el ambiente. Pero también tiene que ser económicamente sustentable y rendir, porque toda la familia vive de esto”, aclaró.
La tarea no es fácil en lotes en los que la quema o el disco fueron la única opción para poder entrar, para poder meter animales, e incluso para poder empezar a sembrar.
“Mostramos lo que hay porque es lo que tenemos y porque no pretendemos tampoco dar cátedra de nada sino que nos hagan observaciones para nosotros poder mejorar. Queremos que se lleven de acá todo lo que pueda aparecer en sus campos”, le dijo a las visitas.
Frente a un rodeo bien parejo, mostró un espacio que ya estuvo pastoreado. ”Este lote tiene todas las especies que tiene que tener y fueron implantadas en tres partes. Primero se hizo sorgo, luego se hicieron las pasturas de verano y las de otoño después. A este lote simplemente hay que dejarlo ahora que descanse, que rebrote y planificarlo para la próxima vez”.
Lentamente los espartillos y los tacurú se van reduciendo con el pastoreo, con el animal pisándolos, e incluso reduciendo a las hormigas como problema.
La infraestructura de agua, en un campo con tan solo un metro y medio de cota de diferencia entre la parte más alta y la más baja, fue un factor clave, manejando todo por gravedad.
“Inviertan en agua porque es lo primero. Es pesada la inversión, pero es fundamental”, aconsejó Barreiro al grupo que recorrió diferentes paradas, pasando incluso frente a tanques con bombas solares, que se manejan desde el celular, configuradas para bombear solo al 60% de su capacidad para evitar secar los pozos.
“Cuando la parcela está bien hecha y el agua está disponible, es suficiente para todo el rodeo”, enfatizó el productor regenerativo.
En el campo no hay energía eléctrica, por lo tanto la idea de presurizar el agua desde las reservas aún está lejos, ya que serían muchísimos los metros de caño necesarios. Pero la inversión no se hace sobre todo porque no tienen créditos disponibles. “Todo lo que está en este campo hasta ahora fue hecho a pulmón”, dijo con sinceridad el ganadero.
El trabajo en El Potrero sigue un plan de pastoreo, en contraste con el método anterior de mover a las vacas “cuando veíamos que nos quedábamos sin pasto”.
Aunque le costó adaptarse, el encargado del campo y quien sabe todos los secretos, Héctor, confirmó el cambio positivo. “Ahora tenemos un plan. Entramos en este día, salimos en este día. Y ahora que estamos en agosto tenemos pasto. Eso va muy bien”, enfatizó.
El plan calcula el alimento disponible, chequeando si alcanza según lo estimado, haciendo que en definitiva el trabajo diario sea “un poco menos”, ya que las vacas están más mansas, más tranquilas y es más simple manejarlas con este orden.
Agustín destaca la importancia del trabajo en equipo, la paciencia y la empatía con el personal de campo. “Es fundamental escuchar y adaptarse”, dijo. Aunque a veces surgen discusiones sobre el manejo, como la rotación de lotes, el objetivo es generar acuerdos para que “el trabajo sea más eficiente y los animales puedan rendir al máximo”.
El proceso de parición es intensivo, ya que las 400 vacas tienen cría casi al mismo tiempo, con un promedio de hasta 19 partos por día. Para eso tienen un lote bastante cerca de la casa, lo que le facilita la tarea al personal.
Cada ternero nacido es atendido, se le cura el ombligo, se lo calostra, se lo pesa y anota en planillas con su caravana electrónica, con un sistema de colores y banderitas que permite identificar el año de nacimiento, si por inseminación y qué toro es el padre.
“Es un terrible laburo”, pero ya están consiguiendo un orden impensado años atrás.
En cuanto a la recría de vaquillonas, se hace una primera selección visual y después se evalúan los datos genéticos. El servicio se realiza a los 24 meses, una edad que, aunque puede parecer tardía, es la que les permite a las vaquillonas alcanzar el desarrollo reproductivo adecuado.
El porcentaje de destete es del 84 al 86%, con una tasa de mortalidad de terneros casi inexistente. “No tenemos pérdida prácticamente”, teniendo en este año la muerte de tres ejemplares, comentó Barreiro.
Para el descarte, que se manda directamente a feria, se utilizan distintas alertas como la edad, la falta de dientes, los problemas en la parición o el carácter. Sin embargo, destaca la longevidad del rodeo, con vacas de hasta 12 años con ocho terneros paridos.