Con unas 4 millones de colmenas dispersas en todas las latitudes, Argentina es líder en la producción de miel y se posiciona como el segundo exportador y el tercer productor más importante del mundo.
La contracara de ese trabajo productivo está en el cuidado sanitario. Lo deseable es que allí prime la lógica del “prevenir antes que curar”, más aún cuando hay ciertas plagas ya muy extendidas en la región que hace años representan un riesgo latente para el país.
Una de ellas, tal vez la más representativa, es el pequeño escarabajo de las colmenas (PEC), que hace años representa un riesgo epidemiológico para Brasil, Bolivia y Paraguay y acá ha suscitado un trabajo activo desde la red de vigilancia coordinada por Senasa.
El PEC, Aethina tumida, encendió las primeras alarmas en 2016, cuando el país declaró la alerta sanitaria para evitar que ese insecto trasvase las fronteras e ingrese a nuestras colmenas, lo que pondría en jaque las 75.000 toneladas de miel producidas anualmente.
Para ello, unos 150 apiarios, ubicados de Chubut a Salta y de Entre Ríos a Mendoza, conforman la Red de Vigilancia activa del PEC, pensada para la detección temprana del escarabajo en caso de que ingrese al país.
Si bien esa iniciativa está en la órbita del Senasa, en realidad gran parte del trabajo está en manos de los productores, que son quienes se adhieren voluntariamente al programa y conforman así un punto de control.
Los que pertenecen a productores apícolas suelen ser los apiarios de vigilancia, que son preponderantes en la red y deben ser monitoreados por ellos mismos o por inspectores sanitarios apícolas acreditados ante el Programa Nacional de Sanidad Apícola del Senasa.
En paralelo, en determinados puntos “críticos” -como las cercanías de mercados abastecedores de frutas y verduras-, funcionan también apiarios centinela. Se espera que en esos casos sirvan como “cortafuegos”, y que, si se detecta el ingreso del PEC pueda evitarse su dispersión por todo el territorio.
El Aethina tumida es tan chiquito como peligroso. En promedio, su tamaño suele ser de entre 5 y 7 milímetros, tan sólo una fracción de una abeja adulta y, aunque se puede ver a simple vista, suele ser movedizo y rápido.
Para ubicarlo dentro de las colmenas, desde el Senasa explicaron que debe buscarse en rincones y zonas oscuras, ya que esta plaga tiene fotofobia y huye a la luz. La mejor época para hacerlo es cuando las colmenas están activas, con mayor temperatura y humedad.