Cuando las universidades y organismos públicos son atacados, habría que mostrar casos como el de la agrónoma Laura Lázaro, que es uno de los tantos que demuestran que, allí, los recursos y la investigación se ponen al servicio de la producción.
Desde la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional del Centro de la provincia de Buenos Aires (UNICEN), esta especialista trabaja para demostrar que, aunque no se la considere una zona arvejera, allí este cultivo puede andar muy bien.
“Lo que nosotros intentamos hacer es ver la variabilidad interanual y las diferencias entre genotipos”, explicó Lázaro, que trabaja junto a colegas del INTA y el Conicet para que, de una vez por todas, el tan anunciado “boom” de la arveja tenga lugar.
Como no alcanza sólo con promocionarla, un papel clave lo juegan los investigadores. A fin de cuentas, son los que tienen la última palabra respecto a si es factible o no expandir el área de este cultivo nativo del norte bonaerense y el sur santafesino
La idea, señaló la agrónoma, es que al terminar los ensayos comparativos que llevan a cabo en Azul, donde está ubicada la sede de la Facultad de Agronomía, la información esté al alcance de todos los productores. Consultada por Bichos de Campo, adelantó que ya han tenido resultados prometedores.
Mirá la entrevista completa:
Actualmente, el equipo de trabajo que integra Lázaro testea tanto las arvejas tradicionales, de color verde, como las prometedoras variedades amarillas, que se espera que tengan buena recepción en los mercados asiáticos.
“Hemos visto que funciona”, aseguró la especialista, que igualmente observa que “todavía hay muy pocos productores que se animan a hacer el cultivo”.
En parte, eso es lógico porque la cultura productiva de esta legumbre se concentra varios kilómetros alejados del centro bonaerense, donde el trigo y la cebada suelen tener muy buena adopción y un mercado próspero. Pero, además, porque la arveja también tiene sus secretos de manejo, que la hacen un tanto más compleja que otros cultivos de invierno.
Así y todo, la investigadora confía en que, tarde o temprano, la ciencia se impondrá, con respuestas e información útil. Y no sólo por las ventajas que puede tener la arveja en términos de productividad o rentabilidad invernal, sino también por su potencial en la rotación de cultivos, un aspecto que hoy se mira muy de cerca en los campos argentinos para ahorrar en fertilización.
“Es mucho más corto que un cereal de invierno y tiene la ventaja de que, al ser una leguminosa, deja disponible nitrógeno en el suelo para el maíz o la soja”, explicó.