Mauro Berrueta es veterinario y técnico del CIIADO, el Centro Integral de Inseminación Artificial del Oeste, ubicado en Darregueira, provincia de Buenos Aires. Su trabajo lo coloca en el corazón de la producción genética ganadera, un área donde la ciencia y la profesionalización avanzan cada vez con más fuerza.
El trabajo de Mauro es clave para la ganadería, ya que este tipo de centros científicos y de trabajo específico, están ayudando a profesionalizar aún más a la actividad pecuaria, que a veces corre con desventaja respecto a la agricultura.
Ese proceso, dijo Berrueta, se apoya en herramientas modernas que hace un par de décadas eran impensadas. “Al principio era simplemente el catálogo, la foto y la fecha de nacimiento de los toros. Era muy visual. Hoy la gente empieza a pedir información genética y nosotros también la buscamos. Esa información te orienta hacia dónde vas a ir con ese animal. Es como comprar un auto sin saber qué motor tiene, o comprar un híbrido de maíz sin conocer sus características. Ahora en ganadería también tenemos esos datos”, comparó.
Según el veterinario, hoy la diferencia entre un toro de exposición y uno pensado para la producción se define en las líneas de sangre y en cómo se combinan. “Lo que se busca es la famosa consistencia genética, que no es más que tratar de replicar líneas emparentadas para que después transmitan la mayor cantidad posible de esos genes a su descendencia. A mayor consistencia, más parejos son los animales de un rodeo, y eso se logra fijando las características positivas que queremos fijar”, detalló.
Argentina, históricamente asociada a la carne, mantiene un lugar competitivo en materia genética. “Los rodeos argentinos son muy parejos y muy buenos, no tenemos nada que envidiar a otros países. Siempre destacamos la genética que maneja Argentina. Es cierto que los estándares de las razas vienen de afuera, pero tenemos la gran ventaja de ser muy buenos productores y eso hace la diferencia. Vas a muchas cabañas a buscar toros y encontrás muy buena producción”, afirmó Berrueta.
En este escenario, herramientas como los DEPs y la genómica marcan la diferencia. “Los DEPs son la diferencia esperada entre progenie. Lo que hacen es indicarte qué puede transmitir un toro comparándolo con el resto de la población. Un DEP positivo en peso final, por ejemplo, te indica que va a dar 20 kilos más que el promedio de la raza. Cuantos más hijos tiene ese toro, más sube la precisión de ese dato. La genómica, en cambio, analiza el ADN a partir de una muestra de pelo y permite saber qué genes tiene ese animal para transmitir en características como peso, circunferencia escrotal o calidad de carne. Lo bueno es que incluso se puede hacer en terneros, adelantando pasos que antes había que esperar dos o tres años para conocer”, explicó.
Para el veterinario, el avance de estas tecnologías también transforma la mirada sobre la ganadería en su conjunto. “Históricamente se veía a los agrónomos como los híper técnicos, los que tenían miles de herramientas para los cultivos, y la ganadería parecía un poco más atrasada. Eso está empezando a cambiar. Primero, por una cuestión generacional, y segundo porque la información ahora está disponible y se ve la mejora. El problema de la ganadería es que los tiempos son más largos: una vaca preñada hoy da un ternero en nueve meses, y hay que esperar otros años para medir resultados. Pero con la genómica y los DEPs tenemos proyección sobre ese animal sin esperar tanto. Eso profesionaliza y pone a la ganadería en otro nivel productivo”, aseguró.
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Históricamente, agregó Berrueta, la diferencia con la agricultura estaba marcada por los tiempos de cada actividad. “El problema con la agricultura, en relación a ganadería con agricultura, es que los tiempos son más lerdos. Porque vos una vaca preñada hoy, ese ternero lo vas a ver dentro de nueve meses, y después tenés que esperar cómo evoluciona. Para hablar de cómo produce un toro, tenés que esperar dos o tres años”, explicó.
En ese sentido, destacó el valor de las herramientas actuales. “Con ese aporte que nos brinda la tecnología, tanto de genómica como de DEPs, ya tenemos un poco más de proyección sobre ese animal que estamos produciendo”, afirmó.
Para Berrueta, esto marca un cambio cultural en la forma de trabajar en ganadería. “Yo creo que sí, que está cambiando. Por una cuestión generacional y porque hoy tenemos mucha información y la gente la demanda. Antes un catálogo era circunferencia escrotal y fecha de nacimiento, y hoy tenemos datos que nos permiten proyectar mucho mejor. Eso profesionaliza la actividad”, concluyó.