El cierre del programa Prohuerta, que distribuía semillas gratuitamente en huertas de todo el país, complicó las cosas en Liberté, que también dependía de esa provisión de cultivos para poder cultivar la hectárea y media de cultivos intensivos que produce dentro de los altos muros de la cárcel de Batán.
Sin esa provisión desde el exterior, los presos que allí trabajan organizados en una cooperativa no tuvieron más opción que comenzar a producir sus propias semillas. Lo hacen en un sector al que denominan “el laboratorio”, porque resulta ser un ambiente adecuado con el ambiente medianamente controlado.
Lucas, que tiene solo 29 años y hace 5 que está detenido en Batán, es uno de los integrantes de Liberté que se ocupa de aprender y realizar esa tarea desde hace unos meses. En la visita de Bichos de Campo a este lugar, el testimonio del joven es clave para entender los resortes internos que se movilizan dentro de estos hombres cuando se les brinda la posibilidad de poder trabajar y generar sus propios recursos dentro del penal. Es una suerte de resurrección de la dignidad tan necesaria en todos los seres humanos.
Mirá la entrevista con Lucas:
-¿Hace cuánto que entraste a Liberté?- le preguntamos al joven.
-Hace como ya el cuarto mes que estoy acá. Estaba en el pabellón, escuché a unos compañeros que estaban en Liberté y me surgió la idea de venir. Lo pedí. Pregunté cómo llegar. Primero tuve dudas, porque no conocía, como todo. Pero me hicieron la oportunidad de venir, poder hablar, y me tomaron, me pusieron a prueba. Empecé a mirar un poco de todo, como todos los que vinieron acá y laburaron las huertas. También hice mantenimiento en el parque y me gustó.
-¿Qué te gustó?
-Hacer otro tipo de rutina de la que se hace en los pabellones. En un pabellón tranquilo, digamos, lo primero es conducta, en cualquier pabellón. Lo segundo, la función que cumpla cada pabellón. Cada pabellón te va a pedir una disciplina a cumplir, porque es lo que lo pide el establecimiento. En el pabellón donde estoy yo es iglesia, y piden escuela, sí o sí escuela, eso es lo que bueno que tienen la mayoría de los pabellones. Estudiar. Vos tenés que estudiar o tener algún tipo de disciplina que te sirva y que te saque de la cárcel…
Ya hemos contado bastante sobre el espacio que ocupa la cooperativa Liberté, la primer conformada íntegramente por presos en el mundo, dentro del inmenso predio ocupado por la cárcel de Batán, cerca de Mar del Plata. En la zona cubierta funcionan una carpintería, un taller textil, un comedor, un gimnasio, etcétera, donde los precios aprenden oficios. En la zona descubierta hay una huerta agroecológica , un gallinero, y un bello parque muy bien cuidado por los internos. Allí respiran hondo y cierran los ojos, cada vez que quieren sentirse un ratito en libertad.
“Los primeros días no podía creer que estaba acá, que estando en una prisión sentía que estaba en un parque de la calle, un parque de un barrio”, confirma Lucas.
-¿Habías tenido vinculación con la naturaleza antes de entrar a la cárcel?
-Siempre, siempre. Sí, me gusta mucho acampar. Y conozco el campo, me crie mucho. Muchos años pasé en el campo, me sacaron en la máquina cosechadora, en el maíz, en la siembra.
-¿O sea que Liberté te devolvió algo de aquello?
-Sí. El tiempo, estar acá, no escuchar rejas. En un pabellón constantemente son rejas, candados. Estar acá, es otra cosa. Me cambió mucho la manera de pensar. Mucho tiempo encerrado estuve, mucho tiempo en que no hablaba, no hablaba con nadie, simplemente cumplía funciones. Lo que tiene el pabellón es que constantemente vas cambiando de compañía de celda. Eso se va dando constantemente. Si tenés alguien allegado, tal vez esa mañana se va y quedás solo de vuelta.
-¿Y acá se se establece otro vínculo?
-Sí, acá bajás un poco, te descolgás un poco.
-Me imagino que dejás de estar a la defensiva siempre…
-Eso me pasa cuando vuelvo al pabellón y escucho el candado, cuando ya es la hora de encierre. Ahí ya te das cuenta que de nuevo estás acá, estás prisionero. La mayor parte de la sociedad, de la gente afuera, debe pensar que está bien que sintamos candados, que está bien porque cometimos delito. Pero capaz que es peor el remedio que la enfermedad. No es una solución. Obviamente que el que se equivoca debe pagar con las medidas de seguridad del Estado. Pero aquel que delinque y luego no tiene una salida laboral, vuelve a delinquir.
-Así que te parece que esta es una buena manera de reinsertarlos con oficios…
-Y sí. Eso es lo que debería brindar el Estado, ¿no? Conducta y oficio, dándole un laburo afuera, saliendo de acá. Porque si no se los da, el 80% de los internos vuelven.
Lucas todavía está esperando -pese a llevar ya mucho tiempo de encierro- cómo se resuelve su expediente Confía en una respuesta positiva de un juez de La Plata en su caso, que podría dejarlo en libertad.
-¿Qué tenés ganas de hacer afuera?- le preguntamos.
-Estudiar ingeniería agrónoma en Balcarce. Me anoté desde acá, pero se suspendió, se hizo personal. Antes se podía cursar a distancia y ya no se puede. Así que me volqué por este lado acá, y y esto me ha sacado otro tipo de pensar y enfocado más a lo que quiero.
-Ojalá lo logres. Gracias.