El 7 de julio pasado, junto con la conmemoración del Día de la Conservación del Suelo, en la sede de la Fundación para la Educación, la Ciencia y la Cultura (FECIC) se presentó el libro “Conservación del Suelo. Historia, Logros y Protagonistas”, de los ingenieros agrónomos. Roberto Casas y Patricia Carfagno.
Uno de los principales objetivos del libro está dirigido a rescatar los principios conservacionistas que fueron sustentados por los pioneros de la especialidad en nuestro país y que constituyen la base de los actuales sistemas de conservación. En efecto, la labranza subsuperficial, el buen uso y manejo de los rastrojos para control de la erosión y conservación del agua, la sistematización de suelos, los cultivo en franjas, las rotaciones, el pastoreo rotativo, entre otras, ya eran prácticas preconizadas por estos profesionales.
Otro objetivo, según los autores tal vez el más importante, consiste en destacar y rendir homenaje a las personas que forjaron la especialidad en el país en la etapa inicial y en las décadas siguientes.
En ocho capítulos, esta obra trata de reflejar, los principales acontecimientos que fueron determinantes para la conservación de los suelos de nuestro país. Se analizan los principales antecedentes sobre erosión y conservación de suelos en el país, yendo de las primeras experiencias registradas, a la difusión de sistemas conservacionistas.
Las sequias intensas y recurrentes acaecidas durante las primeras décadas del siglo pasado en la Región Pampeana Semiárida, generaron graves procesos de erosión eólica y pérdida de cosechas, que condujeron incluso, al traslado de colonos desde las zonas más afectadas. Este factor decisivo, generó una fuerte reacción oficial que condujo en 1944 a la creación del Instituto de Suelos y Agrotecnia, a partir del cual comienzan a organizarse y desarrollarse estudios y planes de conservación en las distintas regiones del país.
Al entrar en funcionamiento ese Instituto, el concepto de la conservación del suelo empieza a conocerse, a valorarse y a expandirse en la Argentina, a medida que se van ejecutando los planes de trabajo establecidos. Por esos años se describe la tarea ciclópea realizada por los agrónomos Casiano Quevedo, Antonio Prego, Julio Ipucha Aguerre y Luis Tallarico, entre otros, en distintas regiones del país.
Se considera que el despliegue de actividades llevadas a cabo por el Instituto de Suelos y Agrotecnia, ha señalado un hito muy significativo en la historia del progreso tecnológico agropecuario del país, actuando a modo de auténtico “faro” sobre la necesidad de multiplicar los esfuerzos conducentes a preservar nuestro principal recurso natural.
Las acciones llevadas a cabo por dicho Instituto y también por organismos privados y productores pioneros, tuvieron un fuerte respaldo e impulso a partir de las dos visitas realizadas por el Dr. Hught H. Bennett (creador del Servicio de Conservación de Suelos de los Estados Unidos) a nuestro país en los años 1950 y 1957. A partir de su fecundo recorrido por regiones de nuestro país y el compromiso de los técnicos argentinos que lo acompañaron en aquella experiencia, se visualizó en medios masivos de difusión, la importancia de tomar acciones sobre los procesos erosivos que estaban afectando a nuestros suelos, comenzando a sonar con fuerza la expresión “conservación de suelos”.
La creación del INTA en diciembre de 1956, significó un fuerte impulso a los programas en conservación de suelos en distintas regiones del país. Debe tenerse en cuenta que entre sus principales objetivos, el INTA planteaba la necesidad de “conservar el potencial productivo del suelo y recuperar zonas actualmente improductivas”.
Dentro de la institución se pone en funcionamiento el Programa de Conservación y Manejo de Suelos, cuyo primer coordinador fue el Ing. Agr. Antonio J. Prego, por intermedio del cual se fueron constituyendo y fortaleciendo los grupos de trabajo en las distintas regiones. La información analizada confirma la trascendente labor llevada a cabo por el INTA a lo largo de su historia y hasta la actualidad, en el desarrollo, validación y difusión de tecnologías para la conservación del suelo y del agua en las distintas regiones y sistemas productivos.
El libro destaca la importante acción desarrollada por el agrónomo Walter Kugler primero desde la esfera privada y luego como Ministro de Agricultura de la Nación, como así también la del ingeniero Guillermo Covas en la región semiárida del país desde la dirección de la Estación Experimental de Anguil. Por esta época, se reforzaban los grupos de investigación en las Facultades de Agronomía de Buenos Aires, Bahía Blanca, Corrientes, Córdoba, Mendoza, Río Cuarto y Tucumán.
Otro hito destacado, fundamental para la conservación de los suelos del país, fue la creación de la Asociación Argentina de la Ciencia del Suelo, que tuvo su origen en un momento de intensificación y expansión de los estudios de suelos en el país. Así fue como un grupo de treinta y cinco integrantes del entonces Instituto de Suelos y Agrotecnia, se incorporó el 11 de abril de 1958, a la Sociedad Internacional de la Ciencia del Suelo, creando la Sección Argentina de la misma.
Una de las primeras y más significativas acciones de esa entidad fue la organización en 1964 del Segundo Coloquio de Tecnología de Suelos, en la Estación Experimental Agropecuaria del INTA Marcos Juárez, Provincia de Córdoba, con el objetivo de formular un Programa Nacional de Conservación de Suelos. La asociación ha logrado reunir desde sus comienzos, a quienes forjaron e impulsaron la especialidad en nuestro país.
Así como en la segunda mitad del siglo XX se crearon nuevas y numerosas instituciones estatales para fomentar el desarrollo, entre las que se destaca el INTA, también nacieron organizaciones de productores agropecuarios que basaron su accionar en modelos innovadores para la difusión e implementación de sistemas de conservación de suelos, tales como CREA y AAPRESID.
En 1957 el arquitecto Pablo Hary analizó, juntamente con un grupo de productores y técnicos amigos, la posibilidad de reunir grupos de productores rurales para estudiar, experimentar y difundir técnicas que ayudaran a conservar, recuperar o elevar la fertilidad del suelo, combatir la erosión, aumentar la calidad y volumen de los productos y reducir costos. Nace así el movimiento CREA, que tuvo como uno de los principales objetivos desde su origen, evitar que el suelo continuara degradándose, apuntando a devolverle la fertilidad tras largos años de laboreo continuo.
El trabajo en común, con enfoques integrales, constituyo la esencia misma del movimiento CREA desde su origen. El primer asesor fue el ingeniero agrónomo Jorge Molina, destacado profesor de la Facultad de Agronomía de la UBA y uno de los precursores del buen uso de los rastrojos para la conservación del suelo.
En 1989 de funda AAPRESID con el objetivo de propiciar un ámbito donde compartir, generar y difundir experiencias productivas y conocimientos relacionados con la siembra directa. Es en este contexto, que comienza a escribirse la historia de AAPRESID a partir de un pequeño grupo de productores y técnicos pioneros, decididos a desarrollar durante su trayectoria, un modelo productivo innovador y sustentable, que ha significado un cambio de paradigma en la agricultura argentina.
El libro también aborda la temática de la legislación en conservación de suelos como una necesidad imprescindible para la preservación del recurso en la Argentina. Se mencionan a manera de antecedentes, los proyectos legislativos que no se llegaron a aprobar, y se analiza el caso de la Ley Nacional de Fomento a la Conservación de Suelos 22428 -aún vigente pero desfinanciada- que pese los inconvenientes que afectaron su aplicación, resultó muy positiva para la conservación de los suelos del país. Su aplicación contribuyó de manera significativa a la difusión de la tecnología conservacionista en las distintas regiones, a la capacitación de técnicos en la especialidad y al desarrollo de legislación en las distintas provincias.
La ley nacional impulsó la aprobación de leyes en las provincias, que ya habían visualizado desde años anteriores en sus propios territorios, el impacto negativo de la erosión y degradación del suelo sobre sus producciones, infraestructura y vida de los pobladores. Como ejemplos emblemáticos se analizan en particular los casos de las Provincias de Entre Ríos y Córdoba, que a través de leyes provinciales, están realizando una tarea exitosa en cuanto a la difusión y aplicación de tecnología conservacionista en sus territorios.
En 1984, en el seno de la FECIC, y a partir de la incorporación del Ing. Agr. Antonio J. Prego, se crea el Centro para la Promoción de la Conservación del Suelo y del Agua (PROSA). Prego llegaba con una visión muy clara de la información faltante en el país, producto de su extensa y proficua trayectoria en la especialidad. Por esos años, el PROSA inició un trabajo continuo y efectivo constituyendo, si bien de manera informal, una red nacional de conservacionistas, constituida por numerosas instituciones públicas y privadas, y profesionales de la actividad libre del país, mediante la cual se plasmaron trabajos sobre inventario, investigación, difusión, capacitación y educación en conservación de suelos y aguas, de acuerdo con los objetivos delineados en su creación.
Estos principios se vieron plasmados en el actual sistema de siembra directa que comenzó a difundirse rápidamente en la región pampeana desde comienzos de la década de los 90’, y que actualmente cubre más de 25 millones de hectáreas en todo el país. También la experimentación y difusión de la sistematización de tierras (cultivo en contorno, con o sin terrazas), para control de la erosión hídrica, que ha tenido en el país a Casiano Quevedo como uno de sus pioneros, ha logrado una importante difusión en áreas onduladas, estimándose que existen actualmente 1,5 millones de hectáreas sistematizadas.
“El cuidado de los suelos y la gestión del ambiente serán estratégicos para la Argentina en los próximos años, por lo cual se deberá incorporar la conservación del suelo como tema de agenda nacional. Nuestros maestros nos enseñaron la mayor parte de los principios para el buen manejo de los suelos, que aún hoy continúan vigentes. Deseamos que este libro, a través del rescate del accionar de personas e instituciones que construyeron y cimentaron el buen uso del suelo, contribuya a la toma de concienci”, dijeeron los autores del trabajo.
Ellos son el Ing. Agr. Roberto R. Casas, que es Académico de Número de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria; y Director de PROSA-FECIC; y la Ing. Agr. Patricia F. Carfagno, quien es Investigadora del Instituto de Suelos del INTA y Docente Universitaria.