En Argentina el 32% de la población es pobre. Esto quiere decir que esa porción de los habitantes del país no consume los nutrientes necesarios para una dieta equilibrada. A pesar de esa postal desoladora, hay productores agropecuarios que no encuentran mercado para sus alimentos y no les queda otra que dejarlos pudrir, no cosecharlos, o en el mejor de los casos, ofrecérselos a los cerdos o vacas como alimento. También pueden quedar en el suelo como abono para la tierra.
Esto pasa en distintos ámbitos productivos de Argentina, y en especial con los tomates del norte. Hace unos días, productores de Salta y Jujuy contaban a Bichos de Campo que la situación se estaba tornando insostenible, ya que los compradores estaban ofreciendo como máximo 4 mil pesos por cajón de 20 kilos por un producto que al consumidor le cuesta eso solamente por kilo.
Ahora la triste postal se repite en el Litoral, donde horticultores correntinos agregan el condimento de que los tomates que cosechan no pueden ubicarlos en ningún mercado y se dificulta sacarlo de las chacras, generando el peor de los destinos para ese delicioso fruto.
En los alrededores de Goya, a orillas del Paraná, productores repiten la escena. Por costos altos, apertura importadora, caída del poder adquisitivo de los consumidores, y falta de infraestructura, los tomates no encuentran lugar y quedan en el suelo. Solo unos pocos tomates se salvan y son entregados a familias de la zona, pero la falta de caminos juega en contra.
Miguel Tomasella es un productor tomatero y tabacalero de la región, posee doce carpas de invernaderos de 25 metros y la semana pasada debió tirar 120 cajones de 20 kilos de tomates de alta calidad. “Los que me vienen a comprar no lo vienen a buscar. No les cierran los números para mandar tomates a Buenos Aires o Rosario. Ellos quieren pagar solamente 2 mil pesos el cajón o que los tire a las vacas”, cuenta a este medio el horticultor.
Tomasella habitualmente cosecha los tomates y se los entrega a los intermediarios que los depositan en los distintos mercados concentradores. En Goya o Santa Lucía los embalan en cajones más chicos, de 10 o 12 kilos, y lo mandan a los mercados. “A mí me asustan. Escuché que en Rosario se vende a 6 mil pesos el kilo de tomate. Yo vendí parte de mis tomates a 1.500 o 2 mil pesos el cajón de 20 kilos”, cuenta.
Con este panorama, las cuentas de los productores no cierran, y ni siquiera se justifican los gastos de recolección del fruto, aunque hay que hacerlo porque si no la planta se debilita. En el caso de Tomasella, no puede pagar empleados y las tareas las realiza el solo. “Es una locura, lo tenemos que tirar a los animales”, agrega.
Héctor Dezotti es horticultor de la zona de Santa Lucía, a pocos kilómetros de Goya. En su caso, la realidad no dista mucho de lo que cuenta Miguel. “Estamos muy complicados. El problema es grave. Son frutas que sirven para comer, pero el problema es que están trayendo producto de otros países linderos, pero la producción regional no tiene defensa de los gobiernos de turno”.
En el caso de Héctor los tomates sirven de alimento para cerdos, pero los vecinos se los están dando a las vacas. “Lo está pasando Corrientes, Salta y todas las regiones hortícolas. Las otras regiones tienen menos costos que aquí, porque tenemos que tener todo bajo cobertura y es un costo elevadísimo. Los costos no dan y conviene terminar en el campo, no queda otra. Para sacar la fruta de la planta al galpón tenés un costo de mil pesos por cajón de personal”.
Dezotti apuntó sus críticas a la importación y a la necesidad de proteger a los productores locales: “El gobierno tendría que apoyar un poquito más a la producción argentina. No queremos subsidios, pero que pare la importación de productos de afuera, si tenemos para darle de comer a todo el mundo”.
Según narra Tomasella, los 120 cajones que tiró fueron el momento culmine de una situación desastrosa, ya que le estaban pagando cerca de mil pesos el cajón. En su finca, Miguel plantó el 14 de febrero y desde ahí esperar 100 días para que la planta de frutos. En todo ese tiempo, hay que invertir fertilizantes y otros productos. Sin contar el costo de plantación, que ronda los 90 centavos de dólar por plantín.
“Desde la primera fruta hasta el día de la fecha, no vendí ningún cajón que supere los 10 mil pesos. De ahí para abajo. Apenas algunas boletas de 8 mil, pero todo debajo de 5 mil por el cajón de 20 kilos”.
El productor afirma que el problema está en lo que pasa entre el productor y el consumidor. “El problema está cuando sale de mi chacra y llega a las verdulerías. No tenemos forma de establecer un precio, se pudre y lo tenemos que sacar. Me dicen que si lo van a venir a buscar, pero como no se vende no vienen. Si vienen me pagan lo que quieren”.
Lo que está pasando en la zona de los alrededores de Goya, es que los compradores llegan a las fincas, compran por precios irrisorios el cajón de tomate, y al no encontrar mercados terminan en los basurales de Santa Lucía o Goya.
“Queremos hacer ferias o entregar la mercadería en la zona, pero los compradores llegan, compran y lo tiran por ahí para que nosotros no lo podamos regalar y eso les bajaría el precio”, asegura Tomasella en diálogo con este medio.
En la cosecha anterior, Miguel pudo llevar algo a Goya y venderlo al precio de costo. En acuerdos con verduleros llegó a ubicar sus tomates a 2.500 pesos el cajón, y que lo venda en oferta a 5 mil pesos los 20 kilos. “Para que al menos rinda, ofrezco eso para no tirar, pero mi trabajo no vale nada. Pero a los verduleros no les sirve ese acuerdo. Da rabia porque quieren ganar de mi tomate y salvar el año con un cajón de mis tomates”, añade el tomatero.
El productor correntino subraya que no busca estar en contra del consumidor ni de nadie. “Cuando aumenta el tomate en la verdulería no baja, pero a mi vienen y me bajan el precio del cajón igual. El productor es el eslabón más débil y no somos los que subimos los precios, al contrario”, resume enfáticamente.