Pocos trabajos son tan importantes –y a la vez tan postergados– como la poda en los árboles frutales. En muchos campos y chacras se plantan frutales con ilusión, pero con el tiempo se dejan crecer sin forma ni control. El resultado: árboles grandes, cerrados, difíciles de cosechar y con menos producción. La poda no es un castigo ni un daño: es una herramienta clave para formar la planta, conducir su crecimiento y asegurar que produzca donde y como queremos.
Para profundizar en este manejo esencial, el equipo de De Raíz viajó hasta la chacra de Connie Moreno Quintana, donde participó de una jornada práctica con Juan Buela, especialista en poda de frutales con manejo agroecológico. La consigna fue clara: aprender desde el hacer, recorriendo frutales y entendiendo qué, cómo y cuándo cortar.
Buela explicó que cada corte tiene un sentido. En cítricos, que son perennes, recomendó mantener un follaje cerrado por fuera, pero abierto por dentro: la luz debe entrar y permitir ver los frutos. En cambio, en frutales caducos –como durazneros o ciruelos– la poda se orienta a estructurar la planta, eligiendo y guiando cada rama según su función en el árbol.
La accesibilidad fue otro concepto central. “La planta no tiene que producir donde no puedo llegar”, resumió Buela. La poda permite definir el espacio productivo y hacer posible un manejo cómodo: desde la cosecha hasta el control de plagas.
Sobre el manejo sanitario, recomendó el aceite de neem como preventivo y curativo frente a plagas como cochinillas, pulgones, minadores y fumagina. Se aplica en otoño y primavera pulverizando toda la planta, razón por la cual insistió en mantener un tamaño de árbol “mojable”. Para arañuelas, en cambio, sugirió el uso de azufre mojable, principalmente en frutales de carozo.
Antes de cerrar, repasó un tema clave: la plantación. Juan recomendó cavar pozos amplios y mullidos, usar compost y asegurarse que el cuello del árbol –el punto donde termina la raíz y comienza el tallo– quede al nivel del suelo. “Las raíces enterradas, el tallo afuera. Parece obvio, pero es un error común”, remarcó.
En la tranquilidad de la chacra y con tijera en mano, la lección fue clara: podar no es lastimar al árbol, sino ayudarlo a crecer.