Todos los años desde hace muchos años la Fundación Producir Conservando, un think thank agropecuario bancado por varias empresas de primera línea, hace un seminario sobre las perspectivas del agronegocio argentino. A veces la pega con los pronósticos, y a veces no tanto. Pero lo que la caracteriza es que usualmente estos pronósticos están teñidos por un optimismo indestructible, a prueba de balas.
El título que se repite todos los años, y este de 2025 no fue la excepción, es que la Argentina productiva está condenada a crecer, porque el mundo demanda lo que producimos. La triste conclusión que lo acompaña casi siempre es que son las situaciones internas de la Argentina las que conspiran contra ese crecimiento proyectado.
Esta vez, sin embargo, aparecieron dos nuevas amenazas en el horizonte: Brasil por un lado, que arrasa con todos los mercados, y Donald Trump, que ha desatado una guerra comercial y arancelaria de dimensiones desconocidas.
Hay dos figuritas repetidas en todos estos años de evaluaciones: Gustavo Oliverio, el presidente de la FPC, y el analista agrícola Gustavo López. Fueron ellos los responsables de tallar un escenario sobre lo que viene para los próximos años. Los sucesivos cuadros y gráficos repiten el mismo diagnóstico: el eje de gravedad del comercio mundial está cambiando sustancialmente y lo hará todavía mucho más de aquí a 2040. Si antes los países desarrollados significaban el 53% del PBI global, un cuarto de siglo atrás, dentro de 15 años representarán apenas el 30%. Mientras tanto, los países emergentes treparán del 47% del Producto Bruto en 2000 a 70% en 2040.
Oliverio tradujo este nuevo escenario con idioma de barrio: “Pierden participación relativa los que antes eran los dueños de la pelota y marcaban el ritmo” del comercio global. Los nuevos jugadores, para la estrategia del agro argentino, entonces deberían quedar más que claros: Indonesia, Malasia, Singapur, Filipinas, Japón, el norte de África, y lógicamente China e India, estos dos últimos los principales compradores de soja y sus derivados.
López, a su turno, explicó que esta nueva geopolítica se traducirá -a escala global- en un crecimiento importante de la demanda de granos (especialmente los forrajeros) desde toda esa región del mundo. En su caso trazó un escenario para 2035, proyectando un crecimiento de la demanda solo en soja y derivados de más del 10%.
Según sus números, todo crece: producción, consumo y comercio. Y para mejor, no se prevé que las grandes potencias agropecuarias están acumulando stocks, por lo que hay “mayor posibilidades de aumentar el market share (la participación en el comercio) de la Argentina”.
Optimismo a prueba de balas. No puede fallar.
Pero con una cuota de realismo, comenzaron a aparecer algunos fantasmas. En el caso de López, mencionó con claridad que entre las amenazas “aparece la fuerte presencia de Brasil en el concierto mundial”. Lo calificó varias veces como “la gran amenaza”.
¿Cuál es la culpa del vecino país y socio de la Argentina en el Mercosur? Su enorme crecimiento en materia de producción y comercio de granos y carnes, especialmente por la posibilidad de poner en producción unas 28 millones de hectáreas, que lo transforman en “el gran proveedor mundial de alimentos”.
Los analistas colocaron incluso la amenaza de que Brasil desplace a la Argentina de varios mercados por arriba de la segunda amenaza visible a sus proyecciones, que es la escalada de altos aranceles lanzada por el nuevo presidente estadounidense, Donald Trump.
“Aunque seguimos teniendo un liderazgo con signos de interrogación en aceites y harinas, los brasileños están generando cada vez mayor cantidad de mercaderia y vamos a tener una fuerte competencia. Por lo tanto hoy la gran amenaza es Brasil”, insistió Gustavo López.
Oliverio, a su lado, se detuvo a analizar lo que sucedió en el mercado de las carnes, donde el tamaño del comercio muestra también síntomas hacia un fuerte crecimiento. Las proyecciones a 2034 indican que la demanda de carne vacuna podría pasar de 11 a 14 millones de toneladas, la de cerdo de 9 a 11 millones, y la de pollo de 12 a 15 o 16 millones de toneladas. “Si suman la demanda de las tres carnes, estamos hablando de 40 millones de toneladas”, subrayó.
Aquí también, el optimismo a rajatabla permite establecer una gran posibilidad de crecimiento para la Argentina, muy lejos de los que se proyectaba. “Ante el embate ambientalista europeo, el mundo reacciona y dice quiero mas carne, se olvida de las emisiones”, reflexionó.
Pero una vez más, Brasil amenaza con quedarse con todo el potencial de crecimiento de los negocios. En 2020 exportó 1,7 millones de toneladas de carne vacuna y en 2024 cerró con 2,5 millones. “Crecieron casi 800 mil toneladas en 4 año”, se asombró el analista.
También entre 202 y 204 en pollos el salto fue de 4 millones de toneladas a 5 millones, de un 25%. Y en cerdos, el vecino país saltó de 900 mil toneladas a a 1,1 millón. En todos los rubros, talla la demanda de China y otros países asiáticos.
Entonces, ¿qué chances reales tiene la Argentina de crecer?
Los socios de la Fundación Producir Conservando consideraron que, incluso dentro de este escenario de fuerte competencia, la mesa está servida para producir y exportar más, obviamente se se hacen algunas cosas de modo correcto. Sus proyecciones, esta vez para 2030, son que las ventas de carne vacuna podrían saltar de 900 mil a 1,4 millones de toneladas, que las avícolas podrían duplicar exportaciones (de 400 a 800 millones de dólares) y que la producción de leche podría finalmente crecer 4% anual, hasta 14 mil millones de litros. Para la soja, hablan de una cosecha de 70 millones de toneladas, unas 20 millones más que en los últimos ciclos agrícolas.
En definitiva, sumando de a puchos, la FPC considera muy factible que las exportaciones de estos complejos agroindustriales representen ingresos por cerca de 60 mil millones de granos dentro de apenas cinco años. De vuelta, si Brasil nos deja espacio. Y Trump no descajeta todo. Y si en la Argentina se hacen algunos deberes.
“Ahí viene el planteo del que siempre hablamos: Estamos esperando a Vaca Muerta con 30 mil millones de dólares como el sueño de una noche de verano. Hoy nosotros aportamos 40 mil millones y vamos a aportar 60 mil millones”, comparó Oliverio, al lamentar que muchas veces la política le de la espalda al sector.
Fue Marcelo Regúnaga, analista de la Bolsa de Cereales y ex secretario de Agricultura en los años 90, el responsable de definir el marco correcto en el que debería moverse el país si quiere sacar provecho de este escenario. “La oportunidad parece fabulosa, pero las amenazas no son menores”, indicó. Luego comparó: “Hasta ahora nuestros competidores están desarrollando una estrategia que no está desarrollando la Argentina”.
Desde esta visión, la actitud del gobierno y del sector privado argentino debería ser cauta y muy inteligente, porque “nuestra debilidad es muy alta por la dependencia con algunos mercados y productos”.
“Si nos acercamos mucho a China no sabemos que nos puede pasar. Trump está destruyendo el multilateralismo. Y la Argentina y otros países chicos tienen una enorme dependencia a esos sistemas multilaterales. Si ahora vamos a depender de dos cowboys, estamos en problemas”, advirtió el experto.