Si alguna vez alguien escribiera un libro sobre cómo sucedió que el consumo de carne de pollo logró alcanzar (y a veces superar) al de carne vacuna nada menos que en la Argentina, seguramente deberá dedicar muchas páginas a contar cómo las malas políticas ganaderas provocaron un eterno estancamiento de la producción bovina, mientras que las crisis económicas pulverizaban el poder adquisitivo de los argentinos. Eso provocó que la ingesta per cápita de la carne roja cayera de 90 kilos por habitante por año a la mitad.
Pero, del otro lado, un capítulo de ese libro no podría dejar de analizar lo que sucedió con la carne aviar, que de ser una rareza hace 40 años en la mesa de los argentinos pasó ahora a competir palmo a palmo por liderar el abastecimiento de proteínas animales en el país de las vacas. Ahora ambas carnes, dependiendo mucho del precio, oscilan entre 45 y 50 kilos anuales por habitante, y se sacan chispas por el cetro.
Ese capítulo dedicado al meteórico crecimiento de la avicultura tendrá como protagonista excluyente a quien, luego de treinta años al frente del Centro de Empresas Procesadoras Avicolas (CEPA), acaba de anunciar su retiro o jubilación. Fue en una sencilla pero emotiva ceremonia realizada el pasado 2 de julio, durante las celebraciones del día nacional de la avicultura.
Roberto Domenech, que de él se trata, recorrió el trazo grueso de esta extensa historia en una entrevista con el programa Nuestra Tierra, por Radio Perfil.
-¿Fue emotivo ese momento en que la industria te rindió homenaje por tu alejamiento de CEPA?
-Muy emotivo. Casualmente ayer me saludaba Joaquín de Grazia, que es otro histórico que no había podido asistir a ese acto, el fundador junto a su padre de Granja Tres Arroyos, y yo le decía: “Mira, fue fuerte el impacto, más allá de que es una decisión que no la tomé hoy sino hace como dos años y venimos haciendo un aterrizaje lento, pero al punto tal que me quedé sin palabras. Pero fue muy lindo todo, así que me sentí bien.
-En las palabras que pronunciaste, que te salieron, contaste que tu historia con la avicultura es mucho más previa a CEPA, y que arrancó ni bien saliste del secundario.
-Ni bien salí del secundario, con 18 años. En Pilar se radicaba Arbor Acres, una empresa americana que iba a producir huevo fértil de estas nuevas líneas para abastecer a una empresa que incubaba y vendía, que era Albayda. Yo ingreso como administrativo en Arbor Acres y era todo nuevo, estaba todo por hacerse. Con la avicultura se iniciaba todo. Es decir, existía avicultura, pero no era industrial como la que comenzó a partir de los años 60.
-¿Vos ubicas en esa década el origen del sector avícola más industrializado?
-Lo ubico con la llegada de estas aves híbridas. ¿Qué significa? Un cruzamiento de muchos, buscando las virtudes de cada una de las líneas puras que existen, a nivel genético. ¿Y por qué se les dice híbrida, que es como el caso del maíz? Porque a partir del pollo que se pone a engordar, si de esos pollos quisiéramos multiplicar, se pueden perfectamente, son animales habilitados, la gallina pone huevos, con lo cual ovula, y el pollo puede dar servicio, y van a nacer pollitos, pero esos pollitos van a rendir menos que la última etapa de rendimiento.
-No tiene tanto sentido tenerlos como reproductores, sino que son razas preparadas para convertir mejor el alimento en carne…
-Exactamente. Así que desde ahí, con esas líneas tanto para pollo como para huevo, es donde todos de alguna manera situamos el origen de la avicultura industrial. De ahí en adelante, todas las oportunidades que se fueron dando. Empecé como administrativo, después en ventas, salir a contarle a la gente que había que hacer galpones, porque estos pollos funcionan bajo ciertas condiciones…
-¿Qué condiciones?
-Los cuatro pilares que arrancaron allá y que siguen teniendo vigencia. Yo llevaba la buena genética, pero a eso había que agregarle un buen alimento balanceado, que empezaba a formarse también, una buena sanidad y sobre todo un buen manejo, que era lo que había que aprender y enseñar. Cómo cuidar estos pollos, cómo tenerlos. Esto exige una profesionalización muy fuerte de la actividad. Es que cada cosa hay que hacerla sincronizar unas con otras.
-¿Y como siguió tu carrera?
-De ahí fui sexador avícola junto con mi señora, a la que le enseñé la profesión también. Después comenzamos el trayecto, producimos pollito BB, lo hicimos en forma independiente, criamos pollo, procesamos pollo, hasta la crisis del Tequila (1995). Yo en el 94 ya había sido elegido como presidente para la Cámara pero en el 95 desarmamos la empresa, no era posible seguir. Fue una época durísima.
-Se caían muchas empresas. Por ejemplo San Sebastián, un ícono de la avicultura argentina…
-San Sebastián, Roque Pérez, Praver… Por eso decía yo, 32 años aprendiendo todo lo que había que hacer, viviendo en carne propia cada uno de los pasos, para luego poder volcarlo en esta función que no la tenía prevista, pero que realmente me siento satisfecho de los logros que tuvimos.
-A pesar de que la Argentina siempre te juega a contramano, el rasgo distintivo de la industria avícola a partir de ese momento histórico es que vos y los empresarios del sector empezaron a diseñar planes de crecimiento. ¿Soñaban con crecer?
-Sí, eso es verdad. El primer paso importante fue cuando yo asumí la presidencia de CEPA y lo digo ante el grupo, porque siempre fuimos más o menos 30 o 32 empresas. “Muchachos, de acá en adelante hay que trabajar en estado de asamblea permanente”. ¿Y eso qué quiere decir? Hay que pulir todos estos celos que hay entre una empresa y terminar con el sálvese quien pueda. No, tenemos que tener claramente un concepto global, único, al cual vamos a apuntar. ¿Qué hacemos con lo que producimos?
-¿Y con qué soñaban?
-Nosotros soñábamos con 30 kilos de consumo y estábamos en 20, 22, 23 kilos. ¿Viste? Un crecimiento que nada que ver con el que se logró, porque siempre teníamos a la carne roja ahí. Parecía imposible, porque Argentina solo consumía carne roja. Entonces, dentro de ese formato, vino todo un trabajo de armonización que me tocó hacer, y que fue de algún modo encarrilando la cosa. Es decir, este que la ve de esta manera y este otro que la ve de la otra forma, encontremos el camino y sepamos que hay que construir la exportación. Si no encontramos el canal aliviador, que es la exportación, con la cantidad de producción y consumo de carne que tiene este país siempre vamos a estar en crisis.
-¿Así que la obsesión fue comenzar a exportar?
-Nos llevó más de 20 años. De todas maneras, con la profundización de la integración vertical, fueron elementos determinantes para la forma en que fue creciendo el sector. De México para abajo, exceptuando Bolivia, Paraguay y Ecuador, en todos los demás países hemos estado y he tenido la posibilidad de dar charlas contando, porque todos querían saber cómo había sido el despegue de la avicultura en Argentina.
-Estamos entre 45 y 50 kilos de consumo per cápita, compitiendo mano a manos con la carne vacuna y ya tienen un pie en exportación, con más de 60 mercados abiertos… ¿Pero cuál es el techo que te imaginaste alguna vez?
-Mirá, el techo es siempre estar lo más cerca posible de los que marcan el camino. Y en esto hay que reconocer que en términos generales que Brasil es el país que lo marca. Es difícil Argentina, porque Argentina va y viene. Lo he dicho muchas veces, pero el país y los que lo hacemos necesitamos una política de estado con las carnes, que es lo que Brasil tiene, o que a partir de lo que Brasil desarrolló, todas sus carnes. Una política de estado, que no es “hagan lo que les parezca”, sino que es “vamos por esto”.
-¿Por ahora no la hay? ¿Cómo ves este gobierno?
-Hay algunas señales que son buenas, en cuanto a lo que es mercados y seguimiento. Pero por supuesto, sin el crédito… Yo te decía, buen manejo. El buen manejo implica buenas instalaciones, y nosotros tenemos en lo que son galpone seis o siete años de atraso, que en avicultura es una eternidad. Tecnificación hay en los frigoríficos, en las plantas de alimento, en las plantas de incubación, pero a campo, eso se ha ido postergando, se ha ido quedando, porque no le rendía al integrado, ni al dueño de los galpones. Por lo de siempre, porque no existe el crédito.
-¿Qué mensaje dejarías a las nuevas generaciones de avicultores?
-Yo, en todas estas charlas que me invitaron, hago referencia al poeta caminante: no hay camino, se hace camino al andar. Pero pese a todo eso, siempre hay una serie de pasos que se pueden empezar a dar. Es decir, no se puede decir, mañana quiero exportar… Es mucho lo que hay que hacer, y que el sector lo hizo. Está más que claro que hay que tener un plan, y sobre todo ganas de hacerlo. Me parece que lo que distinguió a este sector es eso. El estado de asamblea nos dio masa crítica.