Por algún tiempo, el girasol pareció un cultivo destinado a la nostalgia: desplazado por la soja, olvidado en muchos planteos productivos, ninguneado incluso por quienes lo supieron cultivar con orgullo. Pero algo empezó a cambiar, y fue en el sur cordobés —ese rincón donde el fernet es religión y las raíces agrícolas no se oxidan— donde el girasol volvió a asomar la cabeza.
Más de mil personas, entre presenciales y virtuales, se dieron cita en la Sociedad Rural de Río Cuarto para participar del primer Congreso Nacional PURO GIRASOL, organizado por Advanta bajo un lema provocador: “El cultivo que supera tus límites”.
Bruno Simonetti, gerente de ventas de la semillera, fue el encargado de romper el hielo y explicar: “Córdoba es tierra de Talleres, de Belgrano, del fernet… y ahora también es tierra de girasol”. La frase arrancó sonrisas, pero detrás traía un dato difícil de ignorar, y es que solo en el sur provincial, el área sembrada pasó de 15.000 a 200.000 hectáreas en pocos años.
En una de las primeras charlas técnicas, el investigador del INTA Rafaela, Sebastián Zuil, puso sobre la mesa lo que todos querían escuchar pero pocos se animaban a decir. Es que hay una brecha de rendimiento importante, y cerrarla no depende solo de rezarle al clima. Hay que ajustar las clavijas del manejo agronómico y meterle ciencia al lote. Habló de temperaturas mínimas del suelo, de evitar heladas tardías después de V6, de asegurar uniformidad en la emergencia. Incluso recomendó elegir híbridos que inclinen el capítulo, porque así se evita el golpe de calor en pleno llenado. Todo eso, con un mismo objetivo: no dejar que el potencial se escape por la hendija de los descuidos.
El consultor Mauro Mortarini, en cambio, prefirió hablar del calendario. Mostró gráficos, curvas, series de datos. Pero lo dijo con una claridad quirúrgica: la fecha de siembra es la variable más determinante. Y octubre es el mes sagrado. Según sus ensayos, las siembras de ese mes lograron los picos más altos de rendimiento y materia grasa, mientras que las de diciembre pueden recortar hasta un 40% del rinde. “Octubre permite florar con temperaturas moderadas y llenar con buena radiación”, explicó. Y advirtió que ese regalo de la naturaleza hay que acompañarlo con barbechos largos, protección sanitaria, lotes profundos y la elección precisa del híbrido.
Alberto Quiroga, referente en suelos de INTA Anguil, fue otro de los que habló sin maquillaje. “Estamos usando tecnología, pero no donde la necesitamos porque no evaluamos”, dijo con tono sereno. Para él, la clave está mucho antes de sembrar: diagnosticar la compactación, el agua útil, los nutrientes. Porque si el girasol tiene con qué, se va para abajo. Más de dos metros y medio de raíz. A donde no llegan ni la soja ni el maíz. Ahí encuentra agua, y con eso puede esperar la lluvia sin desesperar. Pero si no tiene nitrógeno, ni fósforo, ni azufre, no hay raíz que salve la película. El área foliar se reduce, el grano no llena, la materia grasa se diluye.
En los bloques de manejo agronómico hubo más de una voz que coincidió en lo mismo: el girasol no se tendría que haber ido nunca del sur cordobés. Federico Morla lo dijo recordando que esa era históricamente una zona girasolera. Jonatan Damiani, desde Aapresid, lo justificó con datos duros: en suelos salinos donde la soja rinde 25 quintales, el girasol devuelve 35. Y con los precios actuales, los márgenes hacen que más de uno se saque la camiseta sojera para probar algo distinto.
La decisión no es solo agronómica. Es económica. “La soja tiene retenciones del 33%, el girasol está en 7%”, se escuchó decir a Marcos Blanda, secretario de Bioagroindustria cordobés. Y si uno escucha con atención lo que explicó Carlos Poullier, de AZ Group, las señales del mercado son más que prometedoras. El aceite de palma está caro. El de colza, también. Y el girasol argentino aparece como opción viable para cubrir parte de esa demanda. Más aún cuando el conflicto entre Rusia y Ucrania sigue en el centro del mapa y pone en duda el 75% de la oferta mundial del producto.
Eso sí, el contexto interno no es sencillo. Roberto Cachanosky, con tono de advertencia, planteó que el superávit fiscal del gobierno nacional es discutible y que las reservas netas del BCRA siguen en rojo. Pero incluso él cerró con una frase que resume todo: “La Argentina no es un país rico, es un país con recursos. La riqueza no es el suelo, es la cosecha”.
Y si de cosechas se trata, el girasol parece estar dando señales de que su tiempo no ha pasado. Que no fue solo una moda de los 90. Que con manejo, conocimiento y decisión, puede volver a florecer donde antes se lo daba por muerto.
Las palomas y los loros,muy agradecidos!!!