“Yo no me crié en el campo, pero toda mi vida ha sido y está relacionada con lo rural”, dice Martín Maccari (51) quien, si bien nació en Villa Eloísa, lleva muchos años viviendo en Cañada de Gómez, al sur de la provincia de Santa Fe, sobre la Ruta 9, entre Armstrong y Carcarañá.
Martín se presenta como médico neumonólogo y amante del folklore y de los caballos. Desde chico ha sido tan fuerte su pasión por las tradiciones y el campo, que se las ha ingeniado para vivir en una quinta ubicada en el borde la ciudad, con vista al campo, donde tiene sus caballos.
Entre sus pasiones, Martín confiesa que una de ellas es la medicina, pero también se las ha arreglado para unirla a sus otras pasiones, porque trabajó 15 años como médico auditor de Osprera, la obra social de los trabajadores rurales, y además, como “médico gaucho” en las jineteadas. Lo heredó de su maestro, el gran Raúl Olivero. Pero hay más pasiones camperas en Maccari, porque de joven le dio por estudiar locución y de ahí en más siempre ha trabajado en programas de radio, propios y ajenos, siempre con la temática de la música folklórica y la ruralidad.
Lo invitamos a Martín a urgar en su pasado, para averiguar sobre el origen de esta pasión que hasta hoy se le prendió en el alma como sanguijuela, tanto por la ruralidad como por las tradiciones. Comenzó contando: “Mi papá trabajaba en la planta de silos de AFA (Agricultores Federados Argentinos), de Villa Eloísa, un pueblito de 2000 habitantes donde nací, que queda a pocos kilómetros al sur de Cañada de Gómez, la ciudad donde hoy vivo”.
“Mi mamá era maestra en dos escuelas rurales de dos parajes cercanos, entre Villa Eloísa y Armstrong -continuó el médico gaucho-. Después dejó, y se puso una fábrica de ropa para chicos. Llegó a tener 25 empleadas, hasta que se hartó de los problemas que le ocasionaba y entonces vendió todo y la cerró”, recuerda.
“También me viene a la memoria que a mis 9 años, mi madrina me llevó a un campo de familiares, donde anduve en una petiza todo el día. Entonces al volver a mi casa, le dije a mi padre: ‘Quiero un caballo’. Y al año siguiente conseguí que me prestaran una yegua mansa, y me encantaba pasearme con ella por todo el pueblo, tirándola con una tira de goma. Desde esa época, que me enamoré de los equinos y no paré más”, afirma Martín.
El “médico gaucho” sigue recordando: “Cuando tenía 13 años, un amigo de mi padre me regaló una chancha. Entonces me prestaron un terreno y me empecé a dedicar a la cría intensiva de cerdos. Gracias a eso, a mis 16 años ya tenía mi auto y hasta mi escopeta para ir a cazar. Pienso que hoy los pibes no tienen la cultura del sacrificio, sino que esperan todo de arriba”, cuestiona, con una mano en su mentón.
Cuenta que aprendió a tocar la guitarra de su hermano Guillermo, quien a su vez había aprendido de un vecino que hacía folklore surero. “Soy afinado, pero apenas domino unos rudimentos para acompañarme, porque siempre me gustó más irme al potrero a jugar a la pelota. En realidad, no me gusta cómo canto yo, pero cuando estoy bajoneado, canto y toco en soledad, lo hago para mí”, aclara Maccari.
El multifacético santafesino incorporó algo más en su alma: “Después estudié violín por varios años, porque me viene de familia -dice-. Es que mis abuelos paternos integraban la orquesta ‘Típica Astral’, junto a sus hermanos. Y uno de mis tíos abuelos tocaba el violín. El director de la orquesta era amigo de mi abuelo y fue el gran músico de Cañada, Santiago Zalloco, quien también tocaba el violín. Después de muchos años de insistirle a su viuda, logré que me vendiera su violín a un precio simbólico y hoy es el que tengo para tocar en mi casa”, indica, orgulloso.
Cuenta Martín que en 1992 se fue a estudiar medicina a Rosario y un amigo quedó cuidando sus caballos, pero un día su padre le preguntó si los vendía. “Yo los fui a buscar y me lo llevé a Rosario, y no me desprendí de ellos durante toda mi carrera -dice-. Amo a los caballos y siempre me gustó ir a las jineteadas con mi padre”.
“Ya recibido de médico, estando en una jineteada -continúa Martín-, fui a saludar a Raúl Olivero, el famoso ‘médico gaucho de las jineteadas’ y me pidió que lo ayudara porque iba a tener mucho trabajo. Así fue como me introdujo en ese oficio, porque después me pidió que yo fuera a trabajar en la jinetada de las Varillas, debido a que él no iba a poder cubrirla. Y poco a poco me fui ganando mi lugar como ‘médico gaucho’ hasta hoy”, reconoce.
Martín cuenta otra de sus pasiones, ligadas a la ruralidad y al folklore: “Mientras estudiaba medicina me puse a estudiar locución y allá en Rosario empecé a hacer radio, en un programa que se llamaba ‘Borrando Fronteras’, que salía por Radio Nacional Rosario. Después participé de un programa de la productora DBN (Distribuidora de discos Belgrano Norte), donde ya cobraba un sueldo fijo. En ese programa me empecé a relacionar con los famosos del folklore y eso me abrió muchas puertas, hasta que me tocó presentar a los artistas en el Festival del Armado”, rememora.
Lo multifacético en Maccari manifiesta una vida de mucho trabajo, responsabilidad y sacrificio, cuando dice: “Mi padre me bancó el alquiler del departamento cuando empecé a estudiar, pero a mis 22 años ya pude bancarme solo. Hice la especialidad en neumonología, y en 2002 dejé Rosario para venirme a vivir a Cañada de Gómez. Empecé a trabajar en clínicas y en el hospital por las tardes, porque de mañana atendía en la oficina de Osprera. Los fines de semana hacía guardias en el hospital y cubría alguna jineteada, por ejemplo, en Rincón del Nogoyá o en Cerro Pajonal, por citar algunas”.
No faltó que Martín nos contara una anécdota pintoresca: “Nunca pude trabajar en Jesús María, pero una vez estaba de público y un jinete se golpeó. Cuando fueron los médicos oficiales a atenderlo, éste pidió que lo atendiera yo. A los organizadores no les cayó nada bien. Lo tuve que coser y en la siguiente jineteada aproveché para sacarle los puntos”, relató.
“He tenido grandes gratificaciones, como haber tenido mi programa de folklore durante 20 años, los domingos a la mañana, al que llamé ‘Cuentos de la lluvia’, por una canción de Daniel Altamirano, del que guardo infinidad de recuerdos”, señaló.
Cuenta Martín que estudiando en Rosario conoció a su primera mujer con quien se casó y tuvo dos hijas, pero hoy está en pareja con Romina, de la que dice ser para él un pilar muy importante, además de su asesora de imagen y quien le maneja las redes sociales. Actualmente está haciendo un programa de radio en la CNN de su ciudad, “Alma Rural”, por FM 89.5, los viernes de 18 a 20. El mismo es netamente agropecuario, con un bloque cultural de historia y tradiciones a cargo de Oscar Finucci, además de otro de turismo rural, otro sobre los mercados de cereales y ganadero, a cargo de Marco Rodríguez, mientras que la veterinaria, Leila Coiuti, habla de sanidad animal.
Finalizó Maccari: “La música surera es la que más me gusta, por ejemplo: Alberto Merlo, los recitados de Abel Ivroud. Apenas me levanto me preparo mis mates y ya pongo algo para escuchar. Soy más de tomar cerveza fresca que vino. Vivo de mi profesión de médico. En el hospital de Cañada de Gómez cobro un magro sueldo y hoy cuesta conseguir auspiciantes para los programas de radio”.
“He tenido ofertas de irme a trabajar a Buenos Aires, pero preferí dejarlas pasar y seguir haciendo mi vida sencilla, de pueblo, donde puedo disfrutar más y mejor de mis pasiones, como la música y los caballos”.
Martín Maccari eligió dedicarnos “Potrerito de la infancia”, de Julián “El Gringo” Ratti, autor y compositor de Rafaela.