Con la llegada del otoño y el aumento de la humedad, muchos jardineros se topan con un viejo enemigo: las plagas. Una de las más comunes por estos días es la cochinilla. Aunque es un bicho imperceptible, puede hacerle mucho daño a las plantas si no se la controla a tiempo.
Hay varios tipos de cochinillas, como la algodonosa, la acanalada o la parda, pero todas tienen el mismo comportamiento: se prenden a las plantas y les chupan la savia, debilitándolas. Si no se las combate, pueden terminar matando a la planta.
Por eso es importante detectarlas a tiempo. Lo ideal es revisar bien las hojas, especialmente del lado de abajo, que es donde suelen esconderse. Si las hojas se ponen amarillas, si las flores y frutos se caen antes de tiempo o si la planta se ve decaída, puede ser señal de infestación. También es común que haya muchas hormigas dando vueltas, porque aprovechan el azúcar que largan las cochinillas. Así que si hay hormigas, también conviene revisar.
Para combatirlas hay varios métodos caseros que funcionan bastante bien. Uno de los más simples es pasar un algodón con alcohol por las zonas afectadas. Eso ayuda a eliminarlas manualmente. También se puede usar jabón potásico, que es un insecticida natural que daña la capa protectora de las cochinillas y las asfixia. Es fácil de conseguir, no contamina y sirve para muchas plagas.
En plantas chicas, incluso el agua jabonosa puede dar buen resultado. Y si la situación está un poco más complicada, se puede aplicar aceite de parafina, que genera una película protectora sobre la planta y ahoga a los bichos. Este método se usa bastante en cultivos como cítricos y olivos.
Ahora bien, cuando la plaga está muy avanzada o se trata de una producción más grande, a veces no queda otra que recurrir a productos químicos. Pero eso sí: hay que usarlos con responsabilidad y siguiendo todas las indicaciones del fabricante. Antes que nada es fundamental leer bien la etiqueta del producto, ya que ahí están las dosis recomendadas, el modo de aplicación y todas las precauciones necesarias. Siempre hay que protegerse con guantes, barbijo y, si es posible, anteojos, para evitar cualquier contacto directo con el químico.
El momento de la aplicación también es importante. Lo ideal es hacerlo a primera hora de la mañana o al atardecer, cuando no hay sol fuerte ni viento que pueda llevar el producto a otro lado. También conviene asegurarse de que no vaya a llover, porque si llueve justo después, el producto se lava y pierde efectividad. Tampoco se recomienda mezclar distintos productos, a menos que esté claramente indicado en el envase. Y en muchos casos, será necesario repetir la aplicación a los pocos días para eliminar a las nuevas cochinillas que hayan salido de los huevos.
Entre los productos más usados, están los insecticidas sistémicos como el imidacloprid y el acetamiprid, que se absorben por la planta y actúan desde adentro. También se utilizan otros de contacto y acción rápida, como el pirimicarb, o específicos para huevos y larvas, como el clofentezine. Los aceites minerales, como el aceite blanco de invierno, funcionan bien para asfixiar a los insectos jóvenes. Y si hace falta un producto más potente, los piretroides como la cipermetrina o el deltametrín pueden ser una opción efectiva.
En definitiva, cada jardín y cada cultivo tiene su dinámica, pero lo importante es estar atentos, actuar a tiempo y, si se usan productos químicos, hacerlo con cuidado y responsabilidad para no dañar ni a las plantas, ni a uno mismo, ni al entorno.