Si hay algo que atrae en especial al agrónomo e investigador del Conicet, Gonzalo Berhongaray, es el estudio de los ciclos naturales de las cosas en una escala amplia, principalmente aquellos con implicancias económicos. Eso por eso que no resulta tan curioso que haya elegido enfocarse en el proceso de deposición de nutrientes, algo no tan tenido en cuenta pero de gran importancia para la agricultura extensiva.
“Hay distintas formas en que se forma un suelo. En la escuela aprendemos que, por ejemplo, una roca se empieza a romper en pedazos cada vez más chiquitos, que luego se depositan en determinadas zonas. En las planicies de Argentina, y en las de otras partes del mundo como China y Estados Unidos, los suelos se forman con el viento, con material que cae por deposición. La Región Pampeana se formó gracias al viento proveniente de la Patagonia”, dijo a Bichos de Campo Gonzalo Berhongaray, quien además de especializarse en el estudio de suelos también es docente en la Facultad de Ciencias Agrarias, en la Universidad Nacional del Litoral.
Si recurriéramos a los términos técnicos, lo correcto sería decir que aquel suelo de la zona núcleo del país está formado por “loess” o depósitos sedimentarios limosos de origen eólico. Y la razón de su gran fertilidad se debe a que aquellos sedimentos provienen de distintos tipos de rocas minerales, por lo que allí hay presente todo tipo de nutrientes.
“¿Qué materiales caerían primero si estuviera volando algo con el viento? Lo que tiene mayor peso, mientras que lo más liviano caería después. Lo más pesado es la arena, mientras que la arcilla es lo más fino. Cuando ves los suelos de la región pampeana, la arena está en La Pampa y en el oeste de Buenos Aires, y cuando te vas a Entre Ríos son bien arcillosos. Eso te demuestra el patrón de cómo fueron cayendo las partículas”, señaló el agrónomo.
Si bien esto sucede en un plazo de millones de años, los suelos aún siguen recibiendo deposiciones de nutrientes, por lo que su estudio se vuelve especialmente relevante, sobre todo en lo que respecta a sus cantidades. A eso es a lo que apuntó el trabajo que Berhongaray realizó codo a codo con Roberto Álvarez, también investigador del Conicet.
Para eso analizaron trabajos previos, y se enfocaron en 16 puntos de la región pampeana, y en los cuatro principales cultivos: maíz, soja, trigo y alfalfa.
“Un poco el objetivo del trabajo fue responder qué impacto agronómico podría llegar a tener esta deposición en nutrientes en los cultivos. Y, por otro lado, también se planteó la duda respecto a los nuevos paradigmas de la agricultura que sostienen que se puede hacer sin insumos como fertilizantes. Lo que determinamos es que para algunos nutrientes sí, pero para otros estamos lejos de los requerimientos”, afirmó Berhongaray.
El foco del trabajo, cuyos resultados fueron recientemente publicados en la revista científica Soil Science and Plant Nutrition, estuvo puesto en nutrientes como nitrógeno, fósforo, azufre, potasio, calcio, magnesio, cloro, sodio, cobre y zinc.
“Lo cierto es que cae de todo. Si queremos hablar en líneas generales, de fósforo cae muy poquito. Después hay nutrientes como potasio y nitrógeno cuyas cantidades son también pocas. Y de nutrientes como calcio, magnesio y cobre caen grandes cantidades”, sostuvo.
Según dio cuenta a través de sus redes sociales, de nitrógeno se deposita el 9% de los requerimientos promedio y de potasio el 25%. Por el contrario, se calcio y magnesio se deposita el 47% y de micronutrientes como el cobre hasta el 70%.
“Lo cierto es que hay pocos estudios al respecto. En otros lugares del mundo hay redes de monitoreo midiendo todo el tiempo. Suele suceder que cuando uno estudia la deposición atmosférica, lo hace para saber si están cayendo minerales que pueden ser contaminantes. La famosa lluvia ácida, por ejemplo, es una deposición de nitrógeno y azufre, que es un gran problema en zonas industriales. En Argentina no tenemos redes grandes donde estudiar. Por eso tuvimos que tomar trabajos de muchos lugares, con la dificultad que eso implica por sus distintas metodologías”, lamentó el agrónomo.
-¿El fin último de este trabajo era generar conciencia entre tus colegas?- le preguntamos.
-Creo que en cierto punto sí. Queríamos traer luz sobre algunas discusiones, como la que te decía de la agricultura sin fertilizantes, que solo respeta los ciclos naturales. Pero lo cierto es que para algunos nutrientes eso es muy difícil.