“Nuestra manzana es única en el mundo”, dice Lautaro López, con mucha seguridad y mirando a cámara. Más que un eslogan, esa frase es el fiel reflejo del sentimiento de pertenencia que tienen muchos jóvenes de El Peñón, una pequeña localidad del departamento de Antofagasta de la Sierra, en plena Puna Catamarqueña, donde no sobra nada y, por el contrario, falta el agua.
Pero ellos, los habitantes de El Peñón, se empeñan por disimular los tonos marrones y arenosos con pizcas de verde. Allí, a más de 3400 metros de altura, no sólo ven crecer uva, quinoa y papa andina, sino que se destacan por sus extrañas variedades de manzana, de colores poco comunes y con una composición que las protege del frío.
La que nos cuenta Lautaro es la historia de un pequeño colegio rural, con menos de 50 alumnos en su matrícula, que encontró el modo de aprovechar el excedente de la producción local de manzanas y agregar valor a la fruta: Con “la mejor manzana del mundo”, los chicos hoy producen barritas de cereal, alfajores, dulces y hasta vinagre dentro de las instalaciones escolares.
En realidad, admitió Lautaro a Bichos de Campo, su sueño es ser oftalmólogo y convertirse en el primer médico de su familia. Pero, mientras tanto, sabe que lo que hace junto a sus compañeros de la Escuela Secundaria Rural 27 “Eulalia Ares” es un aporte a la comunidad y a ellos mismos.
Su mamá es profesora y su papá policía, pero como muchas familias de la zona ellos crían sus propios animales y también trabajan pequeñas porciones de tierra. Por eso cobra tanta relevancia lo que les enseñan en el colegio. Con solo 17 años, Lautaro ya tiene nociones muy claras de cómo funciona el agregado de valor en el agro y cómo llevar adelante el negocio. Siempre que tiene oportunidad lo cuenta, y por eso lo hizo junto a Bichos de Campo en la Feria de la Puna 2025.
La propuesta escolar surgió en 2016 y lleva el nombre de Proyecto Mallki, una palabra quechua que significa árbol frutal. Es una forma de enseñar a los adolescentes sobre el proceso industrial y el trabajo empresarial, pero, a la vez, una solución a la sobreproducción de manzanas que hay en El Peñón. La idea fue encontrar una vía alternativa al autoconsumo y la venta local, y expandirse por todo el norte.
Mirá la entrevista completa con Lautaro López:
Lautaro es tan entrador que va a ser bueno en cualquier cosa que se proponga. “Me entusiasma saber aprovechar la materia prima de nuestra localidad”, señala el joven, que sostiene que sus manzanas son tan sabrosas y particulares que “no hay una sola casa en El Peñón” que no tenga un árbol.
En ese pueblo de altura, dice, cuentan con tres variedades, que van de ácidas a dulces. Si se las mira a simple vista es difícil distinguirlas, ya que en todas predominan los tonos verdosos o amarillentos.
“En el Peñón vas a encontrar la única manzana de color amarillo con rojo de todo el mundo”, es otra de las máximas que repite el joven de 17 años. Lo cierto es que tiene un punto: Sus manzanas son extrañas. Las características que describe son de la variedad “deliciosa”, mientras que la dulce suele ser verde con manchas rojas y la ácida de un verde uniforme.
Lo que todas las manzanas tienen en común es una característica morfológica, que es una pequeña capa de grasa que las protege de las heladas y evita que se caigan del árbol. En realidad, eso es propio de la primera variedad que surgió en la zona, que es la ácida, pero como las demás se obtuvieron a partir de ella, mantuvieron esa característica.
Tras la época de cosecha, que es entre agosto y septiembre, los alumnos llevan a cabo todo el proceso industrial en el SUM de su escuela y en horario de clases. La maquinaria con la que cuentan tiene capacidad para procesar hasta 100 kilos de manzana por hora y cada una de las etapas tiene la habilitación correspondiente de bromatología.
Eso les ha permitido empezar con sus dulces, jaleas y mermeladas hace varios años, y luego embarcarse en los productos más elaborados, como barritas de cereal, alfajores y vinagre. “Es impresionante que se pueda hacer esto en semejante desierto”, destaca Lautaro, que lo considera una “excelente salida laboral” para muchos jóvenes. Ellos aprenden del negocio mientras ayudan a su colegio a juntar fondos.
También han aprendido cómo rebuscársela para que lo que ofrezcan sea mejor (o, al menos, distinto) a lo que hay en las góndolas. En el caso de los alfajores, por ejemplo, Lautaro afirma que son “un tiro de suerte”, porque el relleno puede ser de cualquiera de las tres manzanas. Parece que esa pequeña estrategia de marketing funciona, porque es el producto que primero agotan en cada feria. Para las barritas de cereal usan como aglutinante su propia jalea mezclada con miel, y por eso destacan que es más rica y más saludable que la de los supermercados.
“Acá aprendemos a generar dinero y además entendemos lo importante que puede El Peñón para el norte y para el mundo”, concluye Lautaro, con el fuerte sentido de pertenencia que lo caracteriza a él y sus compañeros.