Ya pasamos por el vivero San Nicolás, ubicado en el este de la ciudad de Mendoza, y ahora estamos en un lote de tomate industria ubicado varios kilómetros al sur de la capital provincial. Llegamos justo cuando una enorme máquina cosechadora está terminando de recolectar las últimas hileras de tomate industria implantadas en ese lugar. Nos recibe Luciano Belloni, el agrónomo responsable. Nació en Tandil, se formó en Balcarce y desde hace cinco años, radicado en el Cuyo, es responsable técnico de la firma Aconcagro, que combina las siembras con la venta de maquinaria.
“Ambientalmente Mendoza tiene muchos beneficios para la producción agrícola. Más allá de que es una zona desértica, dándole las condiciones a los cultivos, agua básicamente, haciendo un buen equilibrio de nutriente o cubriendo las necesidades, se pueden lograr rendimientos altísimos de diferentes cultivos”, nos dijo de entrada, dejando claro que el milagro del tomate industria requirió de mucha tecnología y profesionalismo. No ha sido nada espontáneo y mucho menos cuestión de suerte.
El milagro del tomate industria es que en veinte años, justamente con la estrategia de compartir tecnologías y manejos, la organización Tomate 2000 ha logrado cuadruplicar los rendimientos por hectárea en este cultivo en la Argentina. Ya lo hemos contado. Cuando se pusieron a trabajar a fines de los 90 los productores cosechaban 25 toneladas por hectárea. Ahora que Bichos de Campo visitó la zona a principios de marzo, se estaban logrando rindes promedios por encima de las 100 toneladas.
En el vivero nos quedó claro que la genética ha sido parte importante de dicho logro. Los plantines que salen del campo son de variedades certificadas que además han sido severamente testeadas por el INTA La Consulta y los propios agrónomos de Tomate 2000. Son rendidoras, sanas y se han adaptado bien a las condiciones de cultivo de todo el Cuyo, especialmente San Juan, La Rioja y lógicamente Mendoza.
Pero ahora estamos en el campo, donde los plantines llegaron y fueron trasplantados (en la tarea se usan unas máquinas usualmente traídas de Italia) en el arranque de la primavera. Acá se define todo. Luciano, que trabaja en esta empresa mendocina especializada en cultivos hortícolas (sobre todo tomate y ajo, que se rotan constantemente entre si), no le perdió pisada al cultivo durante todo el ciclo. El lugar queda en Anchoris, sobre la ruta 40. Son 10 hectáreas de tomate industria.
“Por lo que venimos viendo hasta ahora, que nos queda muy poquito, los rendimientos son muy buenos”, se ufana el agrónomo. Están claramente arriba del promedio, con cerca de 140.000 kilos por hectárea, y Luicano sabe que eso es un claro resultado del manejo a campo. “La realidad es que Aconcagro es un productor de alta tecnología, donde todos el programa de cultivo, el plan de cultivos, se hace para buscar techo de rendimiento constantemente, no solo en tomate sino en otros cultivos”.
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-¿Cómo empieza esa búsqueda de un techo de rendimiento?- le preguntamos.
-Básicamente como con todos los cultivos, desde la preparación de la cama de siembra, con la planificación de los programas de fertilización y la semilla. En todos los cultivos hortícolas, sabemos que la semilla es muy importante, un factor determinante del resultado final.
-¿La fertilización se empieza desde antes de implantar el cultivo en el lote?
–Sí, tal cual, desde cuando se está preparando el lote. El tomate puntualmente se trabaja desde plantío. Nosotros tenemos un vivero propio, donde producimos nuestros propios plantines de tomate y después se trasplantan al lote final.
Toda la finca donde presenciamos la cosecha está sistematizada con riego presurizado. El agua necesaria para el riego surge de un pozo cercano, pero además la cinta de goteo sirve para cumplir con buena parte del plan de fertilización de cada planta. Las mangueras están instaladas cada 1,50 metros. Llevan el agua y los nutrientes a todo el lote. Aparte se realizó una fertilización base en la siembra, con diferentes dosificación de fertilizante sólido.
“Partimos de un plan de fertilización con el rendimiento objetivo y con los análisis de suelo, entendiendo qué es lo que tenemos disponible. Pero en general, gran parte de la nutrición en el cultivo se le aporta de modo complementario, con diferentes fuentes de de nitrógeno. Los nutrientes en muchos casos también son bien de base orgánica”, completa Belloni.
-¿Y cuál es el principal riesgo en los meses de cultivo?
-Acá el principal riesgo es el clima, obviamente, como en todas las producciones agrícolas. Pero en Mendoza sabemos que por ahí las complicaciones pueden venir por ahí con un granizo o el viento Zonda, que también hace de las suyas. El viento Zonda es un viento cálido, muy fuerte. Y puede llegara a generar déficit o estrés hídrico muy marcado. Obviamente depende de toda la infraestructura que uno tenga disponible, porque acá el 100% de la de la producción es bajo riego. En esta época, en estos cultivos estivales, tenemos que regar mucho. En verano pasan semanas incluso de temperatura de arriba de 35 grados centígrados. Necesitamos una lámina de agua contundente y progresiva. Entonces necesitamos contar con instalaciones que respondan a eso.
Luciano pone un ejemplo: si a una finca se le rompe la bomba extractora de un pozo y no se puede arreglar hasta el día siguiente, entonces el rendimiento del tomate habrá descendido. Es muy sensible parece. El premio a tanta sensibilidad es que en materia de plagas el clima es muy sano. Hay muy poco impacto de los insectos. Algunos tipos de moscas son los principales estorbos.
Además, determinó el agrónomo, “todos los cultivos atraen a plagas y enfermedades. El tomate resulta atractivo para varios complejos de hongos que la pueden atacar. Sabemos que para eso tenemos que aplicar fungicidas y trabajamos con variedades con la mayor tolerancia a las principales de hongos de suelo, sobre todo”.
Sobre las hileras, los tomates rojo intenso aparecen en gran cantidad y nos parece imposible que la enorme máquina cosechadora que pasa detrás de nosotros no los destruya al levantarlos. Pero no sucede y son pocos los frutos que quedan en el piso detrás de su paso. La cosechadora especial se parece mucho a la de papa, pues arranca toda la planta y después va seleccionando.
Sobre la máquina hay un espacio donde los tomates finalmente aparecen en una cinta transportadora, donde tres trabajadores revisan y completan manualmente la selección. Luego esa misma cinta arroja los frutos dentro de un camión que marcha al lado. Aunque el destino de este tomate será la industria, y el aspecto no es tan relevante, la idea es que la mayoría de los tomates sobrevivan sanos y salvos a todo este proceso.
El ciclo del tomate industria es relativamente corto, de unos 120 días. En este lote, implantado en octubre, la cosecha estaba terminando los primeros días de marzo. La estrategia de Aconcagro, para no tener toda la producción de golpe junta, es ir escalonando las fechas de siembra, para luego poder tener escalonada también la recolección. De ese modo se ordena el abastecimiento a las fábricas, que funcionan a la par de la cosecha.
-Como ingeniero agrónomo de Tandil, recibido en Balcarce, acostumbrado al trigo y los cultivos extensivos, ¿qué te gustó finalmente de esta agricultura hortícola que es bastante distinta?
-La palabra me parece que es intensivo. Este cultivo es intensivo en todo sentido. Acá hay que estar todos los días arriba de los lotes, porque todos los días puede pasar algo que puede implicar la pérdida del cultivo. Y requiere también de pensarlo y estar ahí constantemente arriba, viendo las variables. No te olvides que acá hay gran parte de otros cultivos también, que se trabajan con mucha mano de obra. Con lo cual eso también es un factor importante.