La historia detrás de la empresa INDEGAP, fundada por el agrónomo mendocino Francisco González, es una por demás curiosa. Si bien hoy asiste a unos 50 emprendimientos productivos en siete provincias del país, hasta hace unos años era definida por él mismo como una “changa sin nombre”, aunque con un objetivo claro: estudiar y medir la variabilidad térmica de los cultivos dentro de una finca, algo poco tenido en cuenta por muchos productores.
“Para mí es interesante decir que no vengo de una familia de productores en lo absoluto. Vengo de una casa donde mi mamá era profesora de Biología, algo que me gustaba desde muy chico, al igual que las matemáticas”, recordó González en una charla con Bichos de Campo.
Ese interés fue el que lo impulsó a elegir como colegio secundario al Liceo Agrícola, dependiente de la Universidad Nacional de Cuyo, y posteriormente a seguir la carrera de Agronomía. Lo inesperado llegó más adelante, cuando decidió realizar un doctorado y convertirse en investigador del Conicet.
“Ni lo tenía en el radar. Nunca imaginé que iba a ser un Doctor en Ciencias Biológicas”, reconoció el mendocino, para quien su tesis doctoral resultó ser la piedra basal de su presente laboral.
“Mi esposa es genetista y también es investigadora del Conicet. Nosotros vivíamos en Mendoza y a ella le sale un cargo en San Juan. Mi doctorado estuvo enfocado en cómo una planta de vid reacciona ante una helada. Publiqué papers, descubrí el mecanismo y en ese proceso me di cuenta de que la temperatura variaba un montón. Las plantas que estaban más o menos cerca no estaban regidas por las mismas temperaturas. Ahí surgieron otras líneas a investigar: no solo cómo reacciona la planta sino también cómo se mueven las temperaturas dentro de una finca”, explicó González.
Ya en San Juan, el agrónomo contactó a productores del Valle de Pederal, considerando que allí las heladas podían causar grandes estragos. Y con su espíritu investigador, contactó a la bodega Pyros, quienes se convirtieron en su primera “changa” y proyecto.
“Los llamé, les dije ‘yo sé estudiar esto, creo que la temperatura se comporta de esta forma’ y les propuse hacer un mapeo. Me dijeron que sí, compramos los sensores y arrancamos. Es algo que nunca había hecho. De esa forma empezó el emprendimiento. Primero fue gratis, y al año les dije que aunque sea necesitaba dinero para la nafta. Yo seguía en el Conicet, con mi post doctorado ya ubicado en San Juan, y en el fin de semana me pagaba una escapada a la finca”, recordó el mendocino entre risas.
“Hasta ese momento, mi contacto con el mundo productivo se daba con charlas a los grupos CREA. Siempre me consideré un científico raro, no me quería desconectar de lo productivo. Yo les explicaba cómo funcionaba la planta, analizábamos a qué estaba sometida, porque en el fondo queríamos hacer mapeos microclimáticos y ver cómo afectaba esa variación dentro de la finca”, añadió a continuación.
La segunda changa, y la que terminó de darle forma y empuje a INDEGAP, llegó con el llamado de un agrónomo de la bodega Catena Zapata, que se topó con la tesis de Francisco. Durante la pandemia, le pidieron estudiar cinco fincas de la empresa, por lo que el emprendimiento no tuvo más remedio que escalar.
“Vi agua en la pileta y me tiré. En ese momento yo sabía cómo hacer los estudios, pero tenía una infraestructura mínima. Así que armé la empresa, algo que no es barato, y compré una computadora de alto rendimiento para procesar los millones de datos que se obtienen. Compré y aprendí a manejar mi primer drone, para relacionar la topografía con el patrón térmico, y hoy ya tenemos oficinas, empleados, una flota de vehículos. Ahora me encargo de gerenciar la parte operativa”, destacó González.
-Si hoy te llama un productor interesado en estudiar las variaciones de temperatura en su campo, ¿qué servicio es el que ofrece hoy INDEGAP?– le preguntamos.
-En realidad hoy tenemos 14 servicios, pero el insignia nuestro es la zonificación térmica de heladas. Esto supone colocar una red de sensores de alta densidad, cuyo tamaño depende mucho de cómo sea el terreno y la sensibilidad que se quiera tener, que graban cada 10 minutos. Eso lo hacemos desde abril hasta los meses de agosto y septiembre. Con eso tenemos millones de datos, a partir de los cuales obtenemos un patrón de cómo suceden las heladas dentro de una finca. Eso nos permite elaborar un modelo y predecir acciones. Por ejemplo, podemos trazar una estrategia para las zonas críticas, y armar una defensa más ingenieril y pensada que cuando no se tienen esos valores de referencia.
-Ponés el foco en la temperatura pero los demás servicios deben tener en cuenta otras variables, ¿verdad?
-Nos centramos en las temperaturas porque es lo más olvidado. De suelo se hacen hace 50 años análisis con calicata, con mapeo; de fertilidad se hacen estudios hace años también. Y lo nuevo, lo novedoso, son las temperaturas. Nos terminan llamando por eso. Pero no es porque no hagamos lo otro, sino que es como el caballito de batalla ahora. La empresa es de investigación y desarrollo, y en general abarcamos todo lo que podemos abarcar. Si no tenemos los equipos para medir nosotros, tercerizamos esa parte, aunque sí tenemos la capacidad de hacer los estudios.
En este sentido, González indicó que los sensores también permiten calcular el agua de riego a utilizar durante el verano: “Lo normal es que se riegue toda una finca por igual, y la demanda de cada zona es diferente. Entonces, cuando llega el verano, hay una zona que se está chicharrando y hay otra que está con exceso de agua. Con estos mapeos se puede ajustar y rediseñar el riego”.
A esto se suma el estudio de las reservas energéticas de las plantas, que permite prever el desgaste de la finca en términos productivos, algo que el investigador aprendió durante una visita a Chile.
-Aunque tu foco está puesto en el cultivo de vid, ¿esto se puede aplicar a otras producciones intensivas o extensivas?
-Totalmente. Quizás me estoy equivocando pero creo que es más útil en cultivos intensivos, porque podés tomar decisiones más al milímetro. Allí hay mucha decisión metro a metro. ¿Lo podemos pasar a soja o a maíz? Sí, podemos, pero las decisiones son más gruesas en esos cultivos. Tendríamos que ver cómo lo adaptamos. INDEGAP crece en la vid porque básicamente mi formación es vitícola, pero es netamente un sesgo profesional mío. Si me preguntás, quiero ir a cualquier zona de agricultura intensiva del país. Eso es lo que amplía el campo de visión.
-De hecho ya están en 7 provincias.
-Sí, además de San Juan y Mendoza, estamos en Córdoba, Jujuy, Chubut, Neuquén y Tierra del Fuego. Y uno de los clientes produce nogales en el Valle de Uco.
-¿Te llaman solamente bodegas o hay productores también?
-No, productores también. En general las bodegas nos llaman para sus fincas de más alta gama, porque quieren sacar una nueva etiqueta de vino, hacer un mapeo en su finca para sacar mejor calidad. Pero el productor en general, de mediano en adelante, nos llama.
-¿Eso se debe a que no es un servicio barato?
-Es un circo bastante grande. Lo primero que hacemos es pasar el drone, hacer los análisis que hagan falta, y si es necesario hacemos también un mapeo del suelo. Sobre eso va el mapeo térmico. Todo eso hace que no sea barato, pero tampoco lo encarece. Para darte un marco de referencia, en fincas grandes el servicio está entre 100 y 500 dólares por hectárea. Las que nos contratan hoy tienen 7.000 dólares de costo por hectárea, por lo que nosotros valemos un setentavo de su costo. Con fincas menores, se encarece por los costos fijos que ya tenemos.
Todo el trabajo, que se realiza a lo largo de dos a tres campañas productivas, finaliza con un “coloquio”, en donde los agrónomos de INDEGAP y los de la empresa contratante analizan los resultados y elaboran un plan de acción “en vivo”.
“No queremos que esto termine en un informe que se cajonee, por lo que siempre terminamos en un plan donde analizamos qué se debe hacer de ahora en más. Y todos los años vamos mejorando lo que medimos. De hecho Pyros, nuestro primer cliente, ya lleva seis años trabajando con nosotros”, celebró González.
-¿Qué te gustaría que suceda de acá al futuro?
-Lo que espero es difundirlo más a nivel nacional, porque creemos que podemos ser muy útiles para los productores. Me di cuenta de que se perdía plata al cuete. El agro muchas veces no es rentable, pero por decisiones que podrían mejorarse. Entonces en principio quiero llegar a mi país. En segundo lugar, nos gustaría expandirnos a toda Latinoamérica. De hecho ya viajé a Perú, donde el gobierno financia tu instalación allí. Pero prefiero mil veces estar dando vueltas por acá.