En la popular serie de Los Muppets había dos singulares personajes: eran dos viejitos llamados Statler y Waldorf, que desde su palco lanzaban críticas e insultos contra la Rana René y otros protagonistas del programa. Los ácidos ancianos se quejaban constantemente del espectáculo y de lo terribles que eran algunos actos, pero siempre retornaban a la semana siguiente a ocupar sus asientos, esperando que los muñecos se manden alguna otra macana para criticar.
Statler y Waldorf, de haber sido argentinos y haber trabajado en el negocio de la carne, estarían ahora más atentos y pendientes que nunca a la película que arrancó con el cambio de Gobierno y la creación de la Mesa de las Carnes. En esta aventura muchos muñecos de diferente prosapia apuntan a un objetivo común: la formalización total de los actores del negocio de los bifes y el asado. Pero después cada uno empieza a hacer las cosas por su lado, sin consultar a los demás. Y todo amenaza con desacomodarse de nuevo.
Por supuesto que esta es una trama forzada. Pero nuestros entrañables viejitos, como críticos tenaces que finalmente son, no pueden dejar de criticar desde su cómodo palco el desconcierto que parece haberse apoderado de los actores de esta historia, especialmente a partir de la decisión de la AFIP de intentar imponer el Remito Electrónico de Carnes (REC), como último recursos para emprolijar las cosas en el último eslabón de la cadena, el del comercio minorista, las carnicerías.
Ver Nuevo remito electrónico para mover la media res hasta la carnicería
El REC, un documento que obliga a los vendedores mayoristas de carne a informar a la AFIP sobre cada movimiento y luego a los minoristas a confirmar esa información, debía entrar en vigencia en noviembre pasado, pero hubo un periodo de gracia. A mediados de abril, el organismo tributario avisó que se comenzaría a exigir en serio. Y de hecho ha estado enviando intimaciones a los operadores (frigoríficos consumeros y matarifes) para que cumplan con esa resolución. Los viejitos se frotan las manos: se acerca la hora del desenlace, que ellos presuponen será un estrepitoso fracaso.
“El REC tiene un problema: al no estar inscriptas las carnicerías (ante la AFIP), es muy difícil de aplicar”, dijeron a Bichos de Campo fuentes del sector de los matarifes que están siendo intimados. Ellos denuncian que las carnicerías que trabajan en negro se niegan a aceptar que se les facture la media res como corresponde, y por lo tanto también eluden el Remito. Pero las consecuencia de esa desobediencia no recaen sobre los minoristas sino sobre sus proveedores, que son objeto de mayores retenciones de impuestos y pagos a cuenta.
“Además el REC tiene hoy problemas de sistemas en su implementación. La AFIP todos los días realiza algún ajuste nuevo en la aplicación, que está en permanente prueba, aunque al mismo tiempo ya está intimando a los matarifes inscriptos para que lo apliquen”, dijo la fuente.
Otro actor de esta comedia es ARBA, la agencia de recaudación bonaerense, donde se concentra el grueso de la faena. Ese organismo primero trabajó junto al resto de la cadena e aceptó imponer a partir de octubre de 2017 un nuevo sistema de percepción de Ingresos Brutos a los faenadores.
Relataron las fuentes que en este caso “en diferentes reuniones pedimos ajustes y solicitamos aclaraciones. Finalmente en abril de 2018 sacaron una norma aclaratoria donde fijaron la alícuota de 1,75% (como reclamaba la Mesa de las Carnes) hasta tanto el sector minorista se adapte e inscriba. Peor luego, a partir del 1 de enero de este año, volvieron al sistema anterior y fijaron en el 8% la alícuota para carniceros no inscriptos o con problemas impositivos”.
El problema aquí, al parecer nuevamente, es que la mayoría de las carnicerías no quieren inscribirse y entonces quien carga con mayores descuentos de Ingresos Brutos (el 8% ahora y no ya el 1,75% si el local minorista estuviera bien registrado) es el mayorista de la carne. “Es decir que ARBA nos hace responsables a los matarifes de tal situación. Al mismo tiempo comenzaron a reclamar diferencias de enero, febrero y marzo de 2019, desconociendo el acuerdo alcanzado”, se quejó el informante para hacer las delicias de Statler y Waldorf.
Por cierto, los intentos de registración de carnicerías que realizó la Secretaría de Agroindustria, creando una categoría especial en el RUCA (Registro Único de Operadores), dieron bastante poco resultado, pues hasta ahora se formalizaron allí solamente unas 7 mil empresas comercializadoras de carne, cuando se estima que el universo de minoristas supera holgadamente los 120.000 cuits.
Los viejitos, ante este escenario, se frotan las manos y critican a todos los actores de esta comedia de enredos. Esperan que todo explote por los aires antes de que caiga el telón.
Los matarifes advierten, quizás exagerando pero con todas las letras, que tanto la estrategia de la AFIP como la de ARBA de imponer condiciones unilaterales están destinadas a producir el colapso de todo el sistema de formalización del comercio cárnico.
Avisan los matarifes: “A nuestro modo de ver, esto solo va a generar que los matarifes que hoy estén ‘inscriptos’ le vendan a las carnicerías ‘inscriptas’ y que el resto vuelva a la informalidad, que es lo que pretenden los supermercados y los frigoríficos del Consorcio ABC (exportadores) para ganar porciones del mercado local”.