En el año 2024 las exportaciones chilenas de cerezas fueron de 3575 millones de dólares, la mayor parte de los cuales corresponden a envíos realizados a China.
En China se pusieron de moda las cerezas chilenas, las cuales se transformaron en un símbolo de buen augurio y muchas familias y enamorados se regalan esa fruta como señal de amistad. Al tratarse de un mercado gigantesco, esa costumbre revolucionó al sector frutícola chileno.
No se trata de una excepción, porque las uvas frescas generaron en 2024 ventas por 1281 millones de dólares, las manazas 626 millones, los arándanos frescos 459 millones y las ciruelas frescas 325 millones, entre otras frutas destacadas.
¿Cómo hace Chile para aprovechar las oportunidades que ofrece el mundo? Sencillo: además de contar con una macroeconomía ordenada –como sucede en la mayor parte de las naciones de la región–, tiene Tratados de Libre Comercio (TLC) con las principales economías del mundo, lo que le permite exportar bienes y servicios en situaciones mucho más ventajosas que aquellos países que van por el canal comercial convencional.
De todas maneras, este año el fenomenal éxito de las cerezas chilenas sufrió un traspié porque la cosecha creció de manera desmedida y se envió al mercado chino una cantidad de producto tan descomunal que los precios de exportación de la fruta se derrumbaron. Ahora en el sector comprendieron que, más allá del empuje de China, deben comenzar a diversificar destinos de exportación para que el negocio se sostenible.
Es doloroso saber que las exportaciones chilenas de cerezas frescas en 2024 superaron en un 3% a las ventas externas argentinas de todos los productos cárnicos. Es decir: con una sola y diminuta fruta los chilenos generaron más divisas que todas las exportaciones argentinas de carnes bovina, aviar, porcina y menudencias.
La comparación no es caprichosa porque muestra como una nación con un territorio productivo pequeño puede generar riqueza cuando se crean las condiciones macroeconómicas y comerciales adecuadas.
Como contrapartida, el ejemplo es útil para evidenciar cómo una nación con grandes recursos naturales e intelectuales puede desperdiciar su potencial cuando se fabrican de manera constante desincentivos que obstaculizan el trabajo de los creadores de riqueza.
Las exportaciones argentinas de todas las frutas frescas en 2024 –según datos oficiales– fueron de apenas 729 millones de dólares, lo que representa un despropósito porque Argentina cuenta con un potencial agropecuario sustancialmente superior al de Chile.
En 2024, los envíos chilenos de frutas frescas registraron un récord histórico de 8245 millones de dólares. Es decir: el año pasado las exportaciones chilenas de frutas frescas facturaron once veces más que los embarques argentinos con un territorio mucho más limitado que el de su vecino, pero una visión, claramente, mucho más grande.
Las exportaciones chilenas de bienes el año pasado fueron de 100.163 millones de dólares, una cifra nominal récord, al tiempo que la balanza comercial del país arrojó un saldo favorable de 22.138 millones de dólares.
En tanto, las exportaciones de bienes argentinos en 2024 fueron de 79.721 millones de dólares con un saldo favorable de 18.899 millones de dólares, la mayor parte del cual se explica por embarques de productos oleaginosos y cereales.