Hace unos días se realizó en la localidad de Manuel Ocampo, a unos kilómetros de Pergamino, un encuentro de productores llamado “Jornadas DAR (Demostrativo agronómico regional)”. La excusa formal era compartir una serie de charlas técnicas para productores, pero en realidad la empresa convocante, la semillera alemana KWS, se moría de ganas de comenzar a mostrar sus nuevas instalaciones luego de una inversión en su planta de semillas de maíz de varios millones de dólares.
Bichos de Campo fue de la partida y lo que observó fue una apuesta fuerte y concreta. Todas las fichas de KWS, según admitieron sus directivos, están puestas a duplicar su participación en el mercado local de semillas en los próximos años, especialmente en lo que a híbridos de maíz se refiere. La firma de origen alemán ofrece aquí además semillas de girasol y de sorgo.
KWS es una empresa que ya cumplió largos 160 años. Fue fundada en la localidad Klein Wanzleben en 1856, cerca de Magdeburgo, en la antigua Alemania Oriental, y a esta ubicación original debe las siglas que le han dado nombre. Líder desde el vamos en el mercado mundial de la remolacha azucarera, a partir de 1920 comenzó a diversificar su oferta incorporando los cereales y la papa.
Una anécdota muestra el valor que tenía su selección genética. Es que la historia de KWS estuvo cruzada por el muro de Berlín, que dividió el mundo en dos mitades después de la Segunda Guerra. En 1945 tras la derrota alemana, las instalaciones de esta semillera quedaron en el sector Este de la capital alemana, pero “ante la inminente ocupación del ejército soviético de esta zona, los camiones de las tropas inglesas se adelantan y consiguen evacuar parte del material genético y de la semilla base que permitirá a KWS iniciar una nueva etapa” en Alemania occidental. Desde entonces la sede oficial de la empresa se mantiene en Einbeck, Baja Sajonia.
Con semejante presión a cuestas, imaginen lo que este grupo de alemanes está haciendo cerca de Pergamino, donde tiene su mayor planta. Allí todo relucía y parecía funcionar a la perfección. La inversión de más de una decena de millones de dólares se colocó especialmente en el sector de descarga de las espigas de maíz y en nuevos silos para la clasificación y el secado de las semillas, lo que les permitió duplicar la capacidad de secado a 2.000 toneladas.
Pero sobre todo la inversión fue a parar a una nueva máquina calibradora de semillas, que tiene 16 bocas de salida y ha sido especialmente diseñada de manera más horizontal que las que se conocen hasta ahora en el país (usualmente estas líneas son bastante altas), par evitar una caída brusca de las semillas. “Mejoramos el trato a la semilla”, explicaron los técnicos de KWS, que como buenos alemanes están en esos detalles. Como sea, no había rastros de polvillo mientras la máquina funcionaba.
Las instalaciones no han sido todavía formalmente habilitadas pero el día de la jornada a campo ya estaban trabajando a full, pensando en la nueva campaña de maíz 2019/20. Afuera de la planta, para reforzar su apuesta a duplicar su participación en el negocio, los de KWS habían invitado a un buen número de productores y a dirigentes del sector. El mensaje que querían transmitir era que con solamente con una buena genética no alcanza y que hace falta un buen entorno para obtener mejores frutos.
“Somos una empresa que trabaja en genética de maíz, pero el resultado final depende no sólo del producto sino de cómo se lo usa, con qué tecnologías y en qué ambiente, por lo tanto, creemos que hay que hacer un análisis profesional de las circunstancias en las que se desarrolla el cultivo”, afirmó el agrónomo Gonzalo Bravo, gerente comercial de KWS Argentina.
En ese contexto cerraba la presencia en el lugar de Alfredo Paseyro, de la Asociación de Semilleros Argentinos (ASA), que no solo insistió en la necesidad de que la Argentina cuente de manera rápida con una nueva ley de semillas que proteja los derechos de este tipo de compañías sino que además reforzó el mensaje para preservar esas nuevas tecnologías, en especial la del maíz Bt, mediante la aplicación correcta de “refugios” que eviten que los insectos adquieran resistencia.
“No habrá nuevos materiales Bt hasta 2025, y por eso debemos cuidar las tecnologías que tenemos disponibles”, enfatizó Paseyro.
Por su lado, Martín Marzetti, responsable de la Red de Manejo de Plagas (REM) liderada por AAPRESID, aseguró que “este es el momento clave” para repensar estrategias para el manejo de las malezas, ya que la aparición de biotipos resistentes mostró un crecimiento exponencial desde el año 2010, pasadno de 4 biotipos resistentes en ese entonces a 36 hasta 2017.
Conozco y vendo semillas de KWS en Carlos Tejedor (Bs. As.), no solo tienen genética propia de 1° nivel, sino que es una empresa que mantiene valores, y con su grupo de gente hacemos un gran equipo desde hace 15 años.
Dante Garciandía, de Agronomía Campos Verdes.