La Fundación Barrera Patagónica (Funbapa) acaba de presentar los resultados de una evaluación al programa de erradicación de la Mosca de las Frutos de la región más austral del país. El estudio, realizado por técnicos del INTA, concluyó que por cada dólar que se invirtió en esa lucha sanitaria ingresan actualmente a la región patagónica unos 15,20 dólares, en especial como producto de mayores exportaciones a mercados que de otro modo no aceptarían las frutas argentinas.
Esta ha sido extrañamente una política de Estado destinada a un sector que suele no contar con ellas. El Programa Nacional de Control y Erradicación de la Mosca de los Frutos (Procem) se lanzó en 1994 y todavía perdura. En aquel momento esa plaga era considerada una de las que mayor daño económico provocaba a los productores. Su presencia en la región impedía el desarrollo de muchos mercados potenciales para las frutas patagónicas.
En la región, las tareas del Procem están al mando de la Funbapa, en un efectivo esquema de intervención público-privada. El programa sanitario es solventado gracias a un canon contributivo obligatorio por cada 1.000 kilos de fruta que sale de la región patagónica. Por eso esta investigación, que tenía el sentido de indagar si ese gasto había dado frutos. El trabajo estuvo a cargo de Patricia Villareal y otros especialistas del INTA.
Bichos de Campo habló con la investigadora para conocer los principales resultados. Mirá el reportaje:
“Fundamentalmente lo que evaluamos que una vez reconocida la Patagonia como Zona Libre de Mosca de los Frutos, primero a fines de 2005 por los Estados Unidos y en 2013 por Chile (que es una puerta de salida a países de la costa Pacífico), la estadística nos ha demostrado que la pera y manzana, que es un sector que en general ha ido cayendo, pudo crecer en exportaciones a Estados Unidos y a países del Pacífico como Perú, Ecuador y Colombia”. explicó la especialista del INTA.
Añadió que la erradicación de esta plaga permitió también la aparición de un nuevo actor productivo en la región, el sector productor de cerezas, que no solo logró acceso a esos mercados sino que también puede realizar envíos por vía aérea, sin tener que afrontar los costos y tiempos de una cuarentena sanitaria.
“Si ponemos en la balanza lo que se invierte cada año en esta lucha sanitaria versus lo que se ahorra en los tratamientos cuarentenarios que se deberían hacer para exportar a Estados Unidos, gastaríamos el doble de lo que sale ejecutar el programa de lucha contra la Mosca”, añadió Villareal.
El resultado final de este estudio, comparando los costos del plan sanitario con los ingresos generados por el mismo, determinan una muy favorable relación de 15 a 1. En el Alto Valle de Río Negro, en función de este resultado tan visible nadie cuestiona la continuidad del plan, pero como el mismo se sustenta con aportes del sector productivo este tipo de análisis y explicaciones son muy bienvenidos.
El trabajo confirma además el valor de la articulación entre el sector público y el privado. Y es que uno de los principales resultados de la vinculación entre el INTA, el Senasa, el gobierno provincial, empresarios y asociaciones de productores es que la Argentina pudo ganarse un lugar en el mercado mundial de frutas de pepita.
De acuerdo con Eduardo Merayo, director de la Funbapa, “el estatus sanitario nos permite competir con los principales productores del hemisferio sur, como Chile, Australia y Nueva Zelanda”.
“Estamos en las mejores condiciones sanitarias. Desde Funbapa trabajamos para que los productores puedan comercializar sin barreras”, afirmó Merayo, quien reflexionó: “Tenemos todas las posibilidades para producir y vender más”.