El 2024 dejó para la industria argentina de maquinaria agrícola una mezcla de alivio y preocupación. Enrique Bertini, presidente de CAFMA (Cámara Argentina de Fabricantes de Maquinaria Agrícola), describe el año como un “empate técnico”. Aunque hubo un leve aumento en las ventas respecto a 2023, los números finales no alcanzaron para brindar estabilidad a las empresas ni mucho menos para renovar el parque tecnológico del sector.
“El balance, en términos de facturación, fue apenas mejor que el año pasado, pero eso no alcanza para que una empresa sea pujante. Estuvimos cerca del punto de equilibrio, algunas empresas lo superaron levemente, otras no”, explicó Bertini a Bichos de Campo.
Si trazamos la analogía con un resultado deportivo, Bertini no se anima a ponerle un resultado al 2024, sino que se inclina por un empate parcial: Considera que hasta ahora se jugó “el primer tiempo”, y ahora viene el momento de defender las conquistas conseguidas, con ayuda de los propios productores agropecuarios y su cosecha.
El año cerró con un resultado que Enrique Bertini califica como un 5 sobre 10. El empate refleja un sector que resistió, pero que no logró crecer ni proyectarse con claridad al futuro. Sin embargo, hay esperanzas depositadas en la próxima campaña agrícola.
Si el productor logra cosechar bien y alcanza una buena rentabilidad, eso va a derramar sí o sí en la industria. El productor no es especulador, si tiene los recursos, invierte. Retenciones, tipo de cambio, estabilidad… todo eso influye”, afirmó Bertini a este medio.
El sector de la maquinaria agrícola tuvo un año por demás de particular. Comenzó el 2024 con una incertidumbre atroz respecto de su futuro, pues nadie se animaba a mover un tornillo. El cambio de gobierno, la inflación desmedida y la espera por la eliminación de retenciones, fueron los motores de la especulación.
En el primer gran encuentro del sector, Expoagro, la maquinaria de fabricación nacional encontró su primera luz verde, apalancada por los créditos otorgados por entidades bancarias públicas y privadas con tasas de interés por debajo del mercado. Ahí se movió la primera gran rueda.
Luego vino un período de nuevo enfriamiento, donde las ventas de las empresas fabricantes estuvieron por el piso, hasta Agroactiva, el segundo encuentro del agro. Allí, la expo de los fierro ofreció nuevamente condiciones atractivas para el acceso a nuevas herramientas de trabajo, que duraron poco tiempo y contratistas y productores decidieron esperar. El segundo semestre encontró mejores niveles de ventas de maquinaria, pero con altibajos.
Estos vaivenes hacen del sector de la maquinaria nacional un sector en riesgo permanente. Los fabricantes son en su mayoría pequeños o medianos fabricantes, en pueblos del interior, con su polo de referencia en el sur de Santa Fe. Allí, los habitantes de esos pueblos tienen soldaduras en el ADN, y son además la mano de obra de las empresas fabricantes, que pudieron mantenerse gracias a las exportaciones.
El principal desafío puertas adentro de las fábricas fue, sin dudas, sostener los puestos de trabajo. Las empresas del polo metalmecánico son el motor económico de muchas comunidades. Los trabajadores no son solo números en una planilla de costos, sino vecinos, padres, hijos y, sobre todo, especialistas altamente calificados en sus tareas.
“En las fábricas no estamos hablando de operarios reemplazables. Los trabajadores son técnicos especializados con años de experiencia y capacitación. Cuando un empleado deja la fábrica, se pierde mucho más que una mano de obra: se pierde un conocimiento que cuesta años reconstruir”, señala Bertini.
El polo metalmecánico nacional no solo fabrica sembradoras, tolvas y cosechadoras: fabrica comunidad, arraigo y desarrollo local. Cada fábrica es un núcleo que irradia actividad económica hacia talleres, comercios, escuelas y servicios. La relación entre los trabajadores y las empresas es profundamente personal, y la preocupación por el impacto social de los despidos es constante. Pasó en 2024 en las grandes multinacionales, pero los industriales nacionales hicieron malabares para sostener empleo.
“Nadie quiere despedir a un vecino, a alguien que conoce desde hace años. Las empresas hacen malabares para evitar reducir sus plantillas, pero la realidad es que sin políticas claras y sin estímulos para la inversión, será cada vez más difícil sostener esta situación”, expresó Bertini.
Sin embargo, la cadena de empleo no termina en las grandes plantas fabriles. Los proveedores locales, muchas veces pequeñas tornerías, soldadoras o talleres familiares, son los primeros en sufrir el freno de la demanda. Aunque estas situaciones no aparecen en los titulares, representan un goteo constante de desempleo en las pequeñas localidades. “No se ve, pero está ocurriendo. Muchos proveedores redujeron su personal o directamente cerraron sus puertas. Es un daño silencioso que afecta al entramado productivo local”, advierte el industrial.
Ese fue según Bertini el gran frente crítico durante el 2024. La industria de maquinaria agrícola depende de una compleja red de proveedores locales e internacionales, y el acceso a insumos fue, por momentos, un rompecabezas sin solución. El dólar, las restricciones a las importaciones y la inflación se combinaron para ralentizar la producción y encarecer los costos.
“Muchas empresas no pudieron renovar maquinaria clave para sus plantas porque los fondos destinados a eso tuvieron que cubrir sueldos y otros costos urgentes. Es una rueda que, si no vuelve a girar con normalidad, puede terminar rompiéndose”, explicó el presidente de CAFMA.
En conclusión, el 2024 fue un año de resistencia y esfuerzo, donde la maquinaria agrícola de producción nacional demostró su capacidad de sostenerse a pesar de las dificultades. Pero la realidad es clara: sin un cambio en las condiciones económicas y políticas, el 2025 podría no ofrecer el segundo tiempo que esta industria necesita para ganar el partido.