Por lo general suele hablarse de la industria 4.0 como una manera de producir mediante la adopción de tecnologías y soluciones basadas en la interconectividad, la automatización y los datos en tiempo real.
Esto en el agro se ve de forma patente en el rubro de la maquinaria, y más específicamente en los contratistas rurales, aquellos que salen a realizar labores mecánicas a lotes ajenos.
En este trabajo, claro que son claves las máquinas, los fierros, pero también las personas, los equipos y la capacitación. Con la irrupción permanente de adelantos tecnológicos que maximizan la eficiencia en siembra y cosecha, los contratistas de hoy en día pueden ser llamados 4.0, porque forman parte del ecosistema tecnológico productivo.
Ejemplo de esto es el de una empresa familiar, ubicada a pocos kilómetros de Pergamino, que comenzó como muchos, apasionándose por los fierros de la familia, arreglando, renegando, y cosechando. Allí, los hermanos Testa fundaron lo que hoy se llama Agrícola Testa, una empresa que brinda servicio, siembra hectáreas propias, capacita operarios, prueba maquinaria nueva, realiza mediciones, son referencia nacional y hasta son representantes de unos equipos de agricultura de precisión.
El recorrido de los Testa es amplio, y está lleno de paradas en los lotes a renegar con esos fierros que tanto aman. A pesar de ello, hoy están al mando de una gran empresa que certifica normas, tiene áreas administrativas y de seguridad e higiene, capacitación interna y externa, y buscan llegar a la tecnología que ofrece el mercado antes que nadie porque saben que “lo bueno, sirve para trabajar mejor”.
Según cuenta Carlos, uno de los hermanos fundadores de Agrícola Testa, a Bichos de Campo, hoy está debajo de las máquinas porque decidió darle paso a las nuevas generaciones y la profesionalización extrema. Según cuenta, en su empresa hay personas que hacen siembra, otras cosechan y otras pulverización. Cada uno experto en lo suyo.
Ver esta publicación en Instagram
Esta decisión no fue fácil para Carlos, ya que creía que nadie iba a poder hacer el trabajo como el, puesto que había acumulado muchos años de experiencia arriba de las máquinas. Con el correr del tiempo y gracias a consejos, se dio cuenta que con la capacitación y la tecnología, era posible reemplazarlo al volante de un fierro.
Justamente a él, que al presentarse prefiere utilizar el mote de contratista rural antes que el de productor agropecuario, le recomendaron bajarse y transmitir el conocimiento: “Contratista, primero. Productor agropecuario también, pero un poquito más abajo”, aclara sin titubear.
Criado en una chacra familiar en pleno núcleo agrícola, Testa describe el cambio generacional que transformó aquella pequeña explotación en una empresa profesionalizada. “Nosotros terminamos el colegio secundario como técnicos mecánicos, ni siquiera agrónomos. Hijo de gringo, siempre produciendo cultivos tradicionales: trigo, maíz, soja. Hoy mi sobrino se suma a la empresa, y eso nos llena de orgullo porque hay que pasar la posta y seguir evolucionando”, dice.
Ese salto no fue fácil. Testa recuerda con nostalgia las épocas en las que todo era a pulmón. “Antes no había tecnología, era esfuerzo puro. Mi hermano terminó operado de la columna. Pero a medida que probás cosas nuevas, es un viaje de ida. Hoy no me imagino la vida sin tecnología”.
La tecnología juega un papel central en la evolución de Agrícola Testa. “No son chiches, no son cosas para decorar. Antes era todo esfuerzo físico. Hoy tenés plumas, noria, sinfines. Todo apunta a mejorar, a ser más eficientes”. La automatización de las máquinas es el ejemplo más claro. “Tenemos cosechadoras con cámaras que detectan la masa que entra. Una máquina bien configurada supera al hombre, sin duda. Antes hacías aplicaciones manuales; hoy los drones y las pulverizadoras dirigidas ahorran tiempo, combustible y reducen el impacto ambiental”.
El impacto de estas innovaciones va más allá de las máquinas: “Cada grano cuenta, cada planta cuenta, cada gotita cuenta. Parece algo de laboratorio, pero es lo que hacemos en el campo. Cuando combinás la teoría y la práctica bien utilizada, los resultados llegan”.
Mirá la entrevista completa con Carlos Testa:
Para Carlos, el verdadero motor de su empresa no son las máquinas, sino su equipo humano. “Mi hermano y yo solos no haríamos nada. El equipo es todo. Vos tenés que lograr que cada miembro sea un profesional en lo suyo: el que pulveriza, que sea un experto en pulverización; el que siembra, un profesional en siembra. Esto no se logra de la noche a la mañana, lleva tiempo y mucha capacitación”.
En este sentido, Agrícola Testa rompió moldes al convertirse en 2015 en los primeros contratistas certificados bajo normas IRAM en Argentina. “Certificar nos educó. Nos enseñó a hacer las cosas bien, a cuidar cada detalle. No es solo un título; es un compromiso”.
Esta profesionalización se refleja incluso en el proceso de contratación. “Antes tomabas a alguien y le pedías que haga de todo. Hoy buscamos potenciar lo que cada persona sabe hacer mejor. Si está cómodo en su área, aprende más rápido y crece. Es fundamental delimitar bien las funciones para que todos puedan dar lo mejor de sí”, añade el contratista.
“Siempre tratamos de diferenciarnos. No es solo el color de la máquina; es estar presentes, comprometidos. Compramos tecnología, la probamos en nuestros lotes y después invitamos a los clientes a verla en acción. Es la mejor forma de mostrar lo que hacemos”, dispara Testa desde un lote de camelina a punto de ser cosechado.
La visión de Testa sobre el futuro del agro tiene un protagonista claro: las personas. “No imaginaba bajarme de las máquinas, pero era necesario. Decidimos transmitir nuestro conocimiento al equipo, porque si te guardás lo que sabés, no crecés. La capacitación es todo. Al principio pensábamos que era una pérdida de tiempo, pero hoy vemos los resultados y decimos: qué bueno que arrancamos”.
Carlos, su hermano Marcelo y su sobrino Nacho, que se encarga de los drones, son el claro ejemplo de la mixtura entre la tradición, la innovación y el profesionalismo.