Sábado a la noche. Carnaval de Lincoln. Desfile de carrozas. la que estaba identificada con el número 44 mostraba a Chucky, el muñeco maldito de las películas de terror, cuchillo en mano, subido sobre una potente y moderna picadora. Amenazaba claramente a unos cultivos de maíz, uno de los más usados para hacer silajes húmedos. Un letrero colocado delante de esa formación, al frente del cuatriciclo que tira de ella, resumía la situación: “Asesinos cereales”.
Decía “asesinos cereales” y no “cereales asesinos”. Es decir, con claridad el diseñador de la carroza estaba tratando de darle una vuelta de tuerca humorística a la remanida frase “asesinos seriales”, que identifica tanto a Chucky, el muñeco maldito, como a Jack el destripador y tantos otros promotores de masacres históricas. Pero… ¿Los productores agropecuarios que siembran maíz y utilizan cosechadoras pueden ser considerados asesinos en serie como aquellos?
El episodio dejó en evidencia la susceptibilidad extrema que existe en el sector agropecuario frente a las críticas -a veces certeras y muchas veces exageradas- de una parte importante de la sociedad por el creciente uso de agroquímicos, las semillas transgénicas, las inundaciones y sequías, la avaricia desmedida de algunos chacareros y tantos otros males que se les imputan a los productores de granos.
En las redes sociales, muchos productores saltaron como leche hervida: ¡Qué nosotros no somos nada de lo que se dice de nosotros! ¡Que somos las primeras víctimas del cambio climático! ¡Qué no seriamos tan idiotas como para contaminar con agroquímicos a nuestras propias familias! De nuevo un debate en el que todos tienen una pequeña porción de razón y que no se termina de saldar nunca. ¡Qué nosotros no somos asesinos seriales!
La carroza no tenía ni un grano de soja, ni hacía alusión al herbicida glifosato, y ni siquiera contenía alusión alguna a la rentabilidad del negocio agrícola o a las consecuencias ambientales de su intensificación. Pero ahí estaba, asociando a los que producen sobre estas pampas fieles con una de las peores pesadillas creadas por Holywood. “Asesinos cereales”, decía.
Muchos productores cruzaron mensajes en las redes sociales y en grupos de WhatsApp mostrando su furia o su sorpresa. ¿En realidad la sociedad podría tener una mirada tan negativa sobre los que hacemos? ¿Y en Lincoln, nada menos, que es una pequeña ciudad cuya economía depende muchísimo de lo que suceda en sus alrededores, en los campos de al lado?
La polémica seguirá mientras no se resuelva. Y no se resolverá mientras no se discuta y no haya acuerdos entre quienes critican este modelo agrícola y quienes argumentan a su favor.
El colega César Tapia, periodista de Radio Continental especializado en agro y oriundo de esta zona bonaerense (es uno de los grandes animadores de estas fiestas de carnaval), tuvo la gran idea de correrse hasta el taller del
artesano Carlos Rivero, el creador de la carroza de la polémica. Hizo periodismo:
-Carlos, mucha gente se sintió ofendida…. Contanos qué has tratado de interpretar con el cartel de “asesinos cereales”– preguntó César.
-La verdad es que yo he jugado, como lo hago todos los años, con palabras de doble sentido. En este caso he cambiado la s por la c para poder jugar con el tema, para que llame la atención y sea cómico- le respondió Rivero.
Puf, se fueron al tacho todas las elucubraciones. No había ningún mensaje ni en contra del sector ni denunciando a los productores que habían llegado a punto caramelo de la irritación. Quizás si alguno de ellos hubiera participado en el carnaval de Lincoln y hubiera visto la carroza desfilar en vivo y en directo, podría haberse desencadenado una masacre digna de una película de terror. Con los grados de calentura que existen en la Argentina, no es descabellado pensar en una puteada seguida de una agresión y así… Sin hablar, terminamos a las piñas.
Chuky se hubiera descostillado de risa de todos nosotros.
Luego de escuchar a Carlos, por fortuna, alguno de los productores que se habían enojado mucho con la carroza revirtió su posición y aceptó: “Nosotros (y con razón) tenemos el umbral medio bajo con el tema. Es otro ejemplo de como el pensamiento inductivo nos puede engañar, o dicho de otra forma, cómo los ambientalistas manipularon nuestro proceso inductivo sin que nos demos cuenta”.
Si el creador de la de la carroza, tal como dijo, perseguía comicidad, tiene un concepto de la comicidad tan particular como curioso. Desde mi punto de vista su explicación es infantil ya que es imposible no percibir de antemano la agresión implícita de su patética carroza. Lo ideal sería que al finalizar los festejos del carnaval ofrende a los productores esa ofensa que dice es una carroza, quienes con sumo agrado le pondrán un cartel de Rey Mama ( no Momo, Mama porque es un mamarracho) y harán la fiesta pagana haciendo con él una hermosa fogarata que ahuyentará los malos espíritus de toda la población de Lincoln