Mientras se producía el meteórico ascenso político de Javier Milei que lo catapultó a la presidencia, en abril de 2023 un grupo de militantes de su espacio político se las ingenió para interrumpir una conferencia virtual del Senasa y el Conicet que había sido convocado para debatir sobre la necesidad de que la Argentina de pasos institucionales para iniciarse en la producción de insectos, como fuente de proteína para consumo humano y animal. Denunciaban que el gobierno anterior quería bajar la calidad de alimentación de los argentinos, de la carne vacuna a las cucarachas.
Luego, con Milei ya presidente y en el marco de la creciente polémica por la Agenda 2030 y las exigencias ambientales que llegan de Europa, el ex secretario de Bioeconomía, Fernando Vilella, desafió a las huestes libertarias al inaugurar en marzo pasado en Balcarce la primera fábrica que emplea desperdicios alimenticios para alimentar moscas Hermetia Ilucens, que luego engordan y eran utilizadas -como la soja- para producir aceite y harina. “Acá vemos un ejemplo de la bioeconomía que estamos proponiendo”, alcanzó a declarar el funcionario, que a partir de ahí comenzó a sufrir un acelerado deterioro de su imagen y hasta el Gordo Dan pidió su expulsión en las redes sociales.
Evidentemente los libertarios tienen un no se qué en contra de la producción de insectos como nueva fuente de alimentación de animales o personas.
Pero la evolución de la humanidad continúa más allá de estos acalorados debates. El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) llenó este jueves un vacío con la que cargaba en los últimos años y publicó un reglamento sanitario para que funcionen en el país y elaboren un total de siete especies de insectos los “Establecimientos Elaboradores de Productos y Subproductos Derivados de Insectos”.
Allí el organismo técnico define las reglas que deberán respetar -como cualquier otro lugar donde se manipulan alimentos- las fábricas de grillos, moscas, larvas. Pero no de cucarachas. “Las kuka siguen prohibidas”, festejará un terraplanista. Por ahora, estos productos derivados de los insectos podrán ser utilizados como alimentos para animales, aunque no en feedlot porque no son aptos para rumiantes.
Desde al menos enero de 2023, antes de estas innecesarias polémicas respecto de lo que se puede y no producir o comer en la Argentina, el Senasa tenía pendiente emitir este reglamento. Entonces, en una gacetilla oficial, el funcionario del área Alimentos de la Secretaría de Agricultura Pablo Morón decía que “la cría de insectos para consumo humano está generando interés en el sector agroalimentario de distintos países” incluida la Argentina, pero advertía que “si bien los establecimientos de cría de insectos para consumo animal están regulados por Senasa, en nuestro país no existe todavía un marco normativo que regule la cría ni la producción y comercialización de insectos y sus derivados para consumo humano”.
Este es un primer paso que el organismo sanitario está dando ahora, en pleno gobierno libertario, habilitando el uso de insectos como alimentos de animales.
“La necesidad de cubrir la demanda de alimentos a nivel global, especialmente de fuentes de proteínas de alto valor biológico, como las de origen animal, impone la eficiencia en el uso de los actuales recursos y considerar la incorporación de fuentes alternativas. En tal sentido, el uso de insectos como ingrediente en la composición de piensos es técnicamente viable, ya que en diversas partes del mundo hay empresas consolidadas que conforman la nueva industria entomológica, la cual fue originada a principios de este siglo con la cría de insectos en condiciones controladas y se encuentra en una etapa de gran crecimiento”, explicó el Senasa en los considerandos de la resolución 1039/2024, firmada por su presidente Pablo Cortese..
El organismo fue más allá en la explicación de por qué se daba este paso dentro del Estado Argentino. Explicó que los insectos tienen “diversas propiedades biológicas que hacen sustentable su producción” y destacó que “los insectos se encuentran adaptados a consumir muy poca agua y, según la especie, emiten escasos o nulos gases de efecto invernadero; que, al ser poiquilotermos, no gastan energía en regulación de temperatura, pudiendo canalizar prácticamente todo el alimento consumido en su crecimiento, lo que se demuestra en sus altas tasas de conversión de alimento en masa corporal y que, además, pueden procesar una amplia diversidad de sustratos, lo que los hace aptos para reconvertir residuos o subproductos de bajo valor industrial”.
“Los insectos contienen un porcentaje que se encuentra entre el 50 y 60% de proteína, aminoácidos esenciales, vitaminas y micronutrientes típicos de los alimentos de origen animal, y que sus excretas secas y eficientemente biodegradadas son aptas para su uso directo como abono sin compostaje previo”, agregó Senasa, citando un informe de la FAO (Naciones Unidas) de 2013, que dio impulso a este tipo de producciones alternativas.
En definitiva, lo que hizo el servicio sanitario fue incorporar la actividad de cría y producción de insectos dentro de su añoso Reglamento de Inspección “dado el grado de desarrollo que ha experimentado a nivel internacional la elaboración de productos y subproductos derivados de insectos”. Y de este modo subsanó un vacío legal que existía en las normativas sanitarias.
El reglamento incluso define las especies de insectos que pueden utilizarse para elaborar subproductos: Gryllus assimilis (grillo negro común); Acheta domesticus (grillo doméstico); Gryllodes sigillatus (grillo rayado); Tenebrio molitor (gusano de la harina); Hermetia illucens (mosca soldado negro); Alphitobius diaperinus (escarabajo del estiércol); y Musca doméstica (mosca doméstica).
Como cualquier otro establecimiento alimenticio, las empresas que trabajen con estos insectos “deberán contar con una zona de recepción, zona sucia, zona limpia, depósitos, baños, vestuarios, local para la inspección veterinaria, así como cualquier otra área que se considere necesaria a los fines de garantizar las condiciones de producción segura”. Pero a diferencia de un frigoríficos que trabaja con animales, aquí “el sacrificio puede realizarse por calor o por frío” en temperaturas que dependen de la especie de insecto utilizada.
“Los productos y subproductos derivados de insectos deben envasarse para su despacho. Se prohíbe su comercialización a granel, así como su fraccionamiento fuera de los establecimientos elaboradores. Los envases deberán ser de primer uso y estar debidamente identificados con número de lote, fecha de elaboración, fecha de vencimiento y condiciones de almacenamiento”, se explicita.
Deberán contener además la leyenda “Prohibido su uso para alimentación en rumiantes”, dejando claro que no puede ser usados como pienso para bovinos.
Este es el reglamento completo:
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