Cuando su padre le comunicó sus intenciones de jubilarse, y lo dejó frente a la decisión seguir explotando el campo familiar o de desprenderse de el, Agustín Barreiro no dudó en seguir adelante con el planteo de cría que había iniciado su bisabuelo en la localidad de Rafaela, provincia de Santa Fe.
Sobre lo que sí no estaba seguro era de seguir con el manejo tradicional que hasta entonces la familia realizaba, que poca atención le prestaba al cuidado y aprovechamiento racional de los pastizales naturales del campo.
“Nosotros siempre hicimos ganadería tradicional y yo conocía solo eso. Pero empecé a buscar alternativas porque si las decisiones las iba a tener que tomar yo, tenía que ver que quería hacer y cómo hacerlo. Si bien pasé toda la vida trabajando en el campo con las vacas, cuando tenés que tomar las decisiones y sos el responsable es diferente”, dijo Barreiro en una charla con Bichos de Campo.
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Hasta ese entonces, lo único en lo que la familia había invertido era en genética para mejorar el rodeo que mantenían en un campo bajo, salado y con mucha presencia de espartillo.
“En esa búsqueda encontré esta idea de la ganadería regenerativa. Realmente es una filosofía que va bastante de acuerdo con lo que yo pensaba y me empecé a interiorizar, conocí grupos como la gente del Nodo de Perennia de Ovis en Santa Fe, o la gente de la Asociación de Grassfed. Todos me apoyaron y me fueron brindando materiales. Así fue como así fue como empezamos, tratando también de estudiar y entender la teoría, porque eso evita generar tantos errores y que el proceso sea más caro. Si uno puede evitar equivocarse y aprender de otras cosas, mejor”, señaló el productor.
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Y aunque Agustín reconoció que su familia no estaba muy convencida al principio, la transición a un manejo holístico con ganadería regenerativa era algo que para él resultaba viable tanto desde lo económico como desde lo ecológico.
“Cuando algo tiene sentido es porque va a funcionar. En nuestro caso la inversión era muy baja. Solo empezamos dividiendo los potreros que teníamos, agregando agua en algunos lugares y reforzando esos puntos. Al tener pastizales naturales no hacíamos praderas, no gastábamos dinero ni en gasoil, ni en máquina, ni en semillas. No teníamos una cuenta de gastos grande atrás que nos pesaba para arrancar. Solamente fuimos creciendo a medida que el mismo campo lo permitiendo”, contó Barreiro, que aseguró que la tecnología de procesos aplicada les permitió mejorar su rodeo sustancialmente.
Tanto es así que el santafesino se animó a vender carne propia certificada como grassfed, lo que supuso un salto importante en el agregado de valor.
“Teníamos animales con muy buena genética y muy buenos rendimientos, pero hacíamos solamente cría. Cuando íbamos a vender la producción del año, sentíamos que nuestros terneros valían un poquito más. Siempre hacíamos los mejores precios en la feria, pero el diferencial era muy pequeño, y quien se llevaba uno de nuestros animales se llevaba realmente un fórmula uno, que engordaba más rápido, que comía menos y que pesaba más. Entonces decidí poner una carnicería y vender yo la producción”, indicó Barreiro.
“Hoy vendemos en Almacén Don Carmelo carne grassfed proceso de producción propia, y por ahora no me equivoqué. La gente lo reconoce. Nosotros estamos en una ciudad relativamente chica y todo el mundo sabe lo que hacemos y quiénes somos. Confían mucho en lo que hacemos, los clientes están agradecidos y nosotros súper conformes”, añadió a continuación.
-¿Finalmente tu papá te dio la razón? ¿Vio que el cambio fue para bien?- le preguntamos.
-Mi papá es un tipo muy inteligente. Se dio cuenta que todo esto tenía sentido, que no era chamuyo, porque estudia mucho y tenía muchos años encima en el campo trabajando. Me apoyó, al igual que lo hizo mi hermana, y fuimos para adelante con la idea. Con el tiempo se convenció y estamos muy contentos.