Aunque muchas veces se usan como sinómino, en materia agrícola no significa lo mismo “cosechar” que “trillar”. Cosechar es “recoger los productos del campo o de un cultivo”, mientras que trillar es hilar todavía más fino, porque implica “triturar el cereal cortado para separar el grano de la paja”. Esto es, separar el grano del resto de la planta.
La quinua es un cereal andino no tan conocido por los agrónomos aunque tiene miles de asños de historia y domesticación , allá perdida entre los cerros. En su condición de cereal, a la quinua hay primero que cosecharla y esto se hace cortando, generalmente a mano, la planta desde el tallo. Pero luego hay que trillarla, o separar el grano propiamente dicho (que es de tamaño muy pequeño) del resto de la planta. Y ahí es cuando se juega la calidad del producto final.
La quinua es objeto de varios intentos de revalorización, acá y en el mundo, desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, en 1996 fue catalogada por la FAO como uno de los cultivos más promisorios para la humanidad, no solo por sus propiedades y múltiples usos sino también por ser considerada como una alternativa para solucionar los graves problemas de nutrición humana. Por estas propiedades, la NASA la incluyó dentro de su programa para equipar los cohetes en viajes espaciales de larga duración.
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Pero ya se sabe que cualquier alimento requiere un montón de trabajo previo antes de llegar al consumidor. En algunos cultivos ese trabajo es mucho más empiojado que en otros. En el caso de la quinua, que de ella estamos hablando, uno de los mayores inconvenientes para masificar y aumentar los volúmenes de producción se encontraba en las tareas de poscosecha o trilla.
Nos cuenta Eduardo Orcasitas, que es diseñador industrial y trabaja en el IPAF NOA (Instituto para la Agricultura Familiar del Noroeste Argentino), que depende del INTA y desarrolla tecnologías específicas para los pequeños productores, que “uno de los problemas en la parte para la mecanización de la quinua era que la cosecha y la poscosecha demanda mucha mano de obra, por las características propias del grano, que es muy pequeño y tiene además una membrana que lo cubre. Y eso, en grandes volúmenes, complejiza todo el proceso”.
Escuchá la charla con el técnico del INTA:
“Para aumentar el volumen de producción en toda esta zona andina, que conforman Jujuy, Salta y Catamarca, necesitábamos de una maquinaria que permitiera dar mayor escala. Es por eso que se empezó a pensar en este desarrollo”, relata Orcasitas, uno de los creadores de la primera máquina para la trilla de la quinua. Otro invento argentino, pero especialmente adaptado a esta región productiva y a los pequeños productores que allí habitan.
Viendo las posibilidades que tenía la quinua a futuro, desde 2011 el IPAF NOA decidió abordar esta línea de trabajo. El resultado no solo fue una máquina llamada Trilladora de quinua TQi-noa “Jawqaña” , y que viene acompañada con otra máquna limpiadora y clasificadora de los minúsculos granos.
“Se desarrollaron treo o cuatro prototipos hasta que se llegó a la versión comercial. Después se cedió la licencia a una empresa local para que la empiece a fabricar. Ya hace dos años que se está comercializando a través de la empresa Flama, una metalmecánica de Palpalá, Jujuy”, relata Orcasitas. Quienes compran estos equipos son generalmente cooperativas o comunidades de pequeños agricultores de la región andina, que luego la usan colectivamente.
La lógica de los técnicos de la IPAF siempre fue esa: que ambas máquinas, la trilladora y la clasificadora, pudieran ser trasladadas fácilmente, y por eso los dos equipos caben perfectamente en la caja de una camioneta.
Gracias a estas innovaciones, en el IPAF NOA, ubicada en la Posta de Hornillos, a unos kilómetros de Maimará, en plena Quebrada de Humahuaca, se decidió montar desde hace un tiempo toda una planta de tratamiento de la semilla de quinua para toda la región. Es decir, hacia allí confluye toda la quinua producida en la provincia luego de haber pasado por las innovadoras trilladoras.
El proceso que se realiza allí básicamente consiste en el desaponificado, que es la eliminación de la saponina, una sustancia que le confiere al grano un sabor muy amargo. “Este también fue un desarrollo local, a través de un método seco que no requiere agua y por lo tanto no genera efluentes. De esta manera la quinua puede llegar al consumo humano y no requiere de un lavarlo”, describe el técnico de la IPAF a Bichos de Campo.
Para dar continuidad al proyecto, en este centro estratégico para el desarrollo de la quinua ahora se está trabajando intensamente en el aprovechamiento de la saponina. un subproducto que podría tener mucho uso en la industria de la limpieza y la cosmética. “Hoy la saponina tiene el mismo potencial económico del grano”, nos cuenta el técnico del INTA.