En las últimas horas, el presidente de Ciara-CEC (Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina y el Centro de Exportadores de Cereales) Gustavo Idígoras, ganó espacio en los medios masivos de comunicación luego de declarar que, como consecuencia de las malas políticas agropecuarias que aplica la Argentina desde hace dos décadas, “la soja va a desaparecer y vamos al fracaso total de la industria aceitera”.
En realidad, no es nada nuevo el crudo diagnóstico lanzado por Idígoras sobre la situación de la industria procesadora de soja, que es la que mayor cantidad de divisas a la economía local y que desde hace bastante tiempo está trabajando a la mitad de su capacidad instalada, debido a que por la persistencia de retenciones altísimas (del 33%) no hay ningún tipo de incentivo para que los productores incrementen la producción de ese grano, que está estancada desde hace al menos un lustro. Bichos de Campo publicó declaraciones de Idígoras en el mismo sentido hace más de un mes.
Lo novedoso, en todo caso, es que ahora sabemos que la misma preocupación que tiene Ciara-CEC sobre el futuro de la soja en Argentina se ha añadido ahora un temor semejante sobre el negocio del maíz, principal cultivo en volumen del país y segundo complejo exportador del agro por su importancia económica. En una entrevista con este medio, Idígoras planteó ese temor a perder mercados, ya no por la persistencia de altas retenciones (el maíz tributa 12%) sino por el efecto temor que se ha apoderado de los productores luego de los gravísimos daños provocados por la plaga conocida como “chicharrita”.
Para los productores de maíz en Argentina, en rigor, la campaña 2023/24 ha sido muy similar a una película de terror desde que apareció la chicharrita. En muchos lotes, la enfermedad de Spiroplasma ha dejado rendimientos muy por debajo de lo estimado y se estima que la cosecha final caerá en más de 10 millones de toneladas respecto de la previsión inicial. Por supuesto que ante este escenario, no pocos productores se están replanteando volver a sembrar el cereal, por el temor a sufrir una perdida económica renovada en el ciclo 2024/25.
Por eso la preocupación de la cadena exportadora, que reconoce al maíz como uno de sus principales negocios e ingreso de divisas.
Idígoras lamentó que la irrupción de la chicharrita se diera en el medio de una gran oportunidad para el mercado nacional, luego de que China se sumara a los 111 países que importan maíz argentino en mayo pasado. Solo ese mercado puede traccionar alrededor de 20 millones de toneladas por año.
“El mundo ve a la Argentina como un proveedor de maíz. Es un maíz que está siendo reconocido por su calidad. Lo prefiere la industria avícola y porcina en el sudeste asiático, que son las que mas demandan para el consumo animal en el mundo. La gran noticia es que se abrió después de siete años el mercado chino, al que hasta hoy solo le venden Brasil y Estados Unidos. No creo que los chinos estén muy contento que los americanos le sigan vendiendo. Así que la aparición nuestra es buena para las dos puntas, la compradora y la vendedora”, explicó Idígoras a Bichos de Campo.
Sin embargo, lo que parecía felicidad, ahora es motivo de incertidumbre para la cámara exportadora. “En el medio nos aparece la chicharra con una perspectiva de reducción de volumen para el maíz de segunda, de julio en adelante, que es justamente lo que nosotros preveíamos para hacer para China, así que estamos en una situación hoy de bastante incógnita”, señaló.
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Para el ejecutivo de las cerealeras, esta situación interfiere en otras pretensiones a mediano plazo y más ambiciosas, si se tiene en cuenta que Argentina aporta cada año aproximadamente 30 millones de toneladas de maíz al volumen total que demanda el mercado internacional.
“Creo importante aclarar que Argentina le vende a 111 mercados, entre 32 y 36 millones de toneladas por año. Competimos el segundo puesto todos los años con Brasil. En algún momento Brasil va a pasar a Estados Unidos. Y si nosotros pudiéramos progresar, probablemente lograríamos lo mismo”.
-Con la aparición de la chicharrita, ahora no se sabe cuánto maíz se va a sembrar en la nueva campaña. ¿Ustedes también están preocupados?
–Estamos preocupados porque cuando uno programa embarques, lo hace con tres o cuatro meses de anticipación Primero, porque tenés que contratar a la agencia marítima para que asigne un barco. Además hay que tratar de ser competitivo en precios para que ese barco no vaya solamente a Brasil y que venga a la Argentina. Tratar de hacer todo el paquete logístico y de compra de esta mercadería para que llegue en tiempo y forma. La Argentina ya está lejos de todo el mundo. Cuando competimos con Estados Unidos siempre estamos 15/20 puntos por debajo del costo de flete de ellos, así que le tenemos que ganar en agilidad, en velocidad. Si no sabemos el maíz que tenemos, preferimos suspender programas de exportación antes que aventurarnos a un programa que no podemos cumplir”, indicó.
-Se habla mucho del sorgo como cultivo que podría reemplazar al maíz ¿Lo han pensado como alternativa para exportar?
–Así no. El mercado de sorgo es mucho más pequeño a nivel mundial. Es un mercado que tiene en algunos países -China, Japón, algo de Corea-, un consumo tradicional. El otro problema es que nosotros tenemos algunos temas fitosanitarios de calidad con Japón, por eso no estamos en ese mercado. En China lo logramos desarrollar en un momento en que los chinos se enojaron con los australianos. Entonces la Argentina apareció como un gran proveedor de sorgo y de cebada. Por eso que la cebada voló en precio y en en superficie acá.
Sin embargo este momento “de gloria” duró poco. Según Idígoras, “esa situación se revirtió y los australianos se amigaron con los chinos y hoy Australia, por una cuestión de flete, llega antes que nosotros”.
“En segundo lugar, Argentina vende un sorgo que va también para bebidas alcohólicas en China, no solamente para alimentación animal, y ese rango de mercado se ha ido achicando con los últimos años. Entonces colocar sorgo en China hoy es costoso por los fletes”, explicó.
No obstante, el experto señaló que la salida de este producto también depende del maíz y los posibles envíos a China. “Si logramos que el maíz nos ayude, el sorgo puede ir a China ¿Por qué el maíz no puede ayudar? Porque si logramos hacer barcos de maíz y sorgo a China, el costo del flete del sorgo se reduce sensiblemente. Entonces necesitamos el maíz de julio para hacer sorgo a China. Pero tengamos en cuenta que el sorgo no es un producto que tenga muchos mercados, el maíz siempre lo vamos a colocar”, remarcó.
-Entonces el sorgo juega bien en el mercado interno, pero su limitación está en la exportación ¿Cierto?
–Si, en materia de exportación es limitado. Además tenemos ahora cuestiones de tanino naturales presentes en el sorgo que no se pueden resolver. Por eso no podemos ir a algunos mercados, como es el caso de Japón y hay problemas también en Corea. Esto es una cuestión de genética, de desarrollo climático, es como la proteína de la soja y es muy difícil de revertir. Por eso es que si se va a producir sorgo para exportación, prestemos atención porque la colocación internacional de sorgo es limitada, hay pocos mercados.
-Entonces ustedes prefieren que no se descarte del todo el maíz, sino jugarle algunas fichas a pesar de la chicharrita…
-Inevitablemente me parece que el maíz es parte de una cadena de valor, primero muy fuerte en Argentina y segundo con una colocación a mercados internacionales que hace que Argentina tenga un buen volumen, una buena presencia. Ahora también hay otra opción para la campaña siguiente, que es también una opción de buscar zonas de maíz y zonas de soja, porque la soja tiene una respuesta muy positiva frente a un riesgo fitosanitario. Y en soja sabemos que Argentina tiene una enorme capacidad ociosa, industrial y de colocar productos con alto valor, así que el productor tiene múltiples opciones. Pero por favor, que no abandone el maíz.