Hace más de 20 años que el productor Fernando Mercuri invierte todo su tiempo en la chacra familiar. Siendo tercera generación de fruticultores y descendiente de inmigrantes italianos, este rionegrino oriundo de Allen se vio motivado por la tradición a dejar su actividad anterior y a abocarse de lleno en el emprendimiento que durante años mantuvo a su abuelo y a su padre. Y ese tiempo le bastó para identificar distintos cambios que fueron torciendo el rumbo de esa producción.
“Allen se caracteriza por tener la mayor cantidad de hectáreas de peras Williams, pero la falta de rentabilidad del productor lo llevó a acercarse más a la producción de manzanas. En nuestro caso nos reconvertimos sin dejar de lado la tecnificación de las plantas y siempre teniendo un porcentaje de peras. Pero hoy por hoy, la manzana es la que aparece como más rentable a futuro”, dijo Mercuri a Bichos de Campo.
Eso sin embargo no fue suficiente para muchos vecinos del productor que, por el contrario, debieron frenar la producción en sus chacras.
“El abandono se dio básicamente en los años en que tuvimos poca rentabilidad, y más que nada en aquellos productores cuyos descendientes no se abocaron a esto. Las chacras fueron abandonándose cuando estos productores desaparecían. Pero en Allen hay una camada de productores jóvenes que han seguido apostando a la cultura familiar”, reconoció el productor.
Ese esfuerzo, aún así, no los exime de enfrentarse a distintos desafíos que en los últimos años se ha potenciado, y para Mercuri uno de los principales hoy es la falta de mano de obra.
“Más allá de la rentabilidad y los costos, que son altísimos en el Valle, estamos empezando a transitar un gran problema de mano de obra. Falta mano de obra local y ese es el gran problema a futuro para la fruticultura. La cosecha la hacemos casi en un 90% con gente del norte y si no fuera por ellos estaríamos muy complicados para levantarla”, reconoció el productor.
Según dio cuenta, a diferencia de otras actividades del sector, en fruticultura la mano de obra representa el 50% de los costos ya que se necesita para cumplir con todas las tareas culturales de la actividad, que incluyen la poda y la aplicación de insumos.
“Al faltar, uno se va atrasando en las actividades y va dejando de hacer las cosas”, indicó Mercuri, que reconoció también la problemática en torno a los salarios de los cosecheros.
“Años anteriores en la chacra vivía el empleado y los hijos de los empleados. Hoy por hoy al empleado eso no le alcanza y encima tenemos cerca al petróleo, por lo que muchos deciden irse a ese rubro. Los empleados buscan nuevos horizontes y no hay recambio al jubilarse un empleado”, afirmó Mercuri.
Esto sin dudas dinamiza un efecto en cadena. Sin una rentabilidad adecuada que permita invertir en tecnificación en la chacra, la producción no puede crecer. Y sin ese crecimiento que implique mayor capital disponible, es imposible sumar mano de obra bajo contratos dignos.
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-¿Por qué seguís eligiendo esta actividad aún con estos obstáculos?- le preguntamos a Mercuri.
-Principalmente porque la actividad la fuimos adquiriendo de chicos. Vimos toda la vida que nuestros padres y nuestros abuelos vivieron de la fruticultura, se hicieron sus casas y pudieron invertir en la chacra. Uno está siempre esperanzado de que esto mejore y trata de acompañar a la actividad. Trabajamos a cielo abierta, no estamos en una oficina, no cumplimos horarios. Esto que nos gusta es algo nuestro y es lo que nos impulsa a seguir adelante.
-Si pudieras pedir que algo mejor para seguir de manera rentable en esto, ¿qué pedirías?
-Que mejore el contexto general del país, porque nosotros somos productores de un alimento que a su vez es un postre, por ende no es primera necesidad para una familia. Queremos mejores condiciones para que haya más consumo de fruta, y obviamente que los mercados del mundo también la consuman. Tendría que mejorar todo eso, sumado a que los gobiernos y las entidades financieras le den un poco más de atención al sector, para tener créditos y avanzar en la tecnificación.