Colaboración de Fabricio González
Hilario Ascasubi tiene 8.000 habitantes y unos 70.000 loros. Los excrementos de los plumíferos –por ejemplo-, deben ser baldeados cada mañana por personal municipal, porque debajo de las líneas eléctricas, “queda todo blanco”. Un hombre ha muerto de psitacosis, y un menor está internado presumiblemente por la misma causa. El viernes pasado hubo una reunión de las fuerzas vivas locales, a la que acudieron representantes de las cooperativas de servicios y de los productores.
Uno de los vecinos, que había sembrado girasol en su campo, contó que tuvo que poner 4 aparatos que disparan bombas de estruendo, pero que el resultado no es el esperado. Este animal se adapta.
En el partido de Villarino, donde las principales ciudades se ubican a la vera de la Ruta Nacional 3, como Ascasubi, las autoridades resolvieron iniciar una campaña de “espanto”, que consiste, entre otras medidas, que los vecinos salgan a hacer ruido, por ejemplo, golpeando las columnas de alumbrado público. Los párrocos se han sumado, y a determinadas horas, hacen sonar las campanas de las capillas.
En Pedro Luro, como en otras localidades adyacentes, el municipio colocó luces láser en puntos altos, y por las noches, un haz de luz verde barre el reticulado urbano. “Después de las seis o siete de la tarde, vos no podés hablar por teléfono en el patio, por el ruido de los loros”, ejemplificó la concejal María del Valle Otero.
“Estamos en una situación extrema por los daños que nos están causando, incluso económicos”, dijo la edil en declaraciones a una radio, pero aclaró que “hoy no se puede declarar que sea un peligro para la salud pública la psitacosis, ya que en toda la sexta sección hubo tres casos, únicamente en los últimos diez años”.
Y acotó: “Un vecino para nosotros es suficiente, pero no está declarado un riesgo para la salud pública porque tenemos baja cantidad de casos”.
Vale recordar que la psitacosis es una enfermedad infecciosa que suele ser transmitida a los humanos por las aves pertenecientes a la familia de los loros, los pavos y las palomas. La enfermedad es causada por una bacteria llamada Chlamydia psittaci. Y se contagia por la inhalación de polvo de material fecal seco de jaulas de las aves y por la manipulación de aves.
En toda la región los servicios de electricidad e internet se han tenido que adaptar, afrontando los prestadores mayores costos. Los tendidos eléctricos en vez de llevar 8 postes, se deben hacer con 10 postes cada determinada cantidad de metros, sino colapsan. Hay casos donde los cortocircuitos se generan cuando los loros se tocan entre ellos. Los vecinos además deben afrontar frecuentes cortes de internet, porque con sus picos filosos también cortan las líneas de fibra óptica.
Otro “blanco” de los loros, han sido los galpones. Los invaden y desde adentro comienzan a picar y ahuecan los bloques para anidar.
Aguafiestas: El fin de semana del 16 y 17 de marzo, en Ascasubi se hizo la 15° Fiesta Provincial de la Cebolla, que se frustró por la invasión de loros. Relata la concejal: “Nos mandan un mensaje a las 8 y media, y nos avisan que el sistema eléctrico estaba todo colapsado; incluso las líneas de alta tensión, y que era por los loros. Nos dijeron eso, y a los 20 minutos se cortó la luz en toda la localidad. Estaba el predio lleno de gente, faltaba el show principal, eran las 9 y media de la noche, y la gente se tuvo que retirar del predio, porque no había luz”.
Los primeros tiempos en que funcionó el rayo láser “por lo menos te podías sentar en el patio a charlar sin estar a los gritos”, acota la edil quien, como otros vecinos, viene observando que los loros se adaptan y ya los métodos de “espanto” no son tan eficaces.
Por lo pronto, a los chicos no los dejan ir a jugar al parque donde hay eucaliptus, “porque abajo está todo blanco del excremento de los loros”.
Es bicho el loro. Por estos días, el combate es sin cuartel: “Nos ponemos todos de acuerdo con distintos estímulos, algunos golpean un caño de luz, y el lorito se espanta; pero se va por un rato y después vuelve. Yo tengo un láser que es como un lapicito. Resido en una esquina, y entonces yo me pongo a alumbrar para el piso, y ese estímulo los afecta y los hace irse”.
El problema, de difícil solución, lleva años en estas localidades del extremo sur de la provincia de Buenos Aires: “Hace unos años teníamos un láser en una antena, y se había hecho un escaneo de todas las superficies del pueblo. Después se alquiló un láser, entonces iban con el láser en vehículo municipal haciendo rutas aleatorias y eso los espantaba. Funcionó por un tiempo, pero se acostumbraron”.
En el caso del productor de girasol, el loro se espanta en el momento y luego retorna: “Comen desde el borde del cuadro hacia adentro”.
Lo último que se les ha ocurrido es grabar el ruido de los loros cuando remontan vuelo ante un peligro. Es el “ruido de espanto”. La idea es reproducirlo con bocinas o altavoces para ver si huyen. Por ahora, van ganando los loros.