Hace tiempo ya que la industria textil es señalada como una de las más contaminantes. Esto se debe principalmente a sus desechos, que según estimaciones son responsables de la contaminación del 20% del agua a nivel mundial, a partir del descarte de millones de kilos de colorantes sintéticos al año derivados del petróleo. Y si bien existen algunas alternativas, ellas son costosas y difícilmente escalables.
Esto fue lo que explicó días atrás el biólogo Esteban Silva, director ejecutivo de la startup Protiva Bioniks, durante el lanzamiento del primer concurso “Proyectos Emprendedores de Innovación Tecnológica” del Instituto Universitario para el Desarrollo Productivo y Tecnológico Empresarial de la Argentina (IUDPT). Pero no todas son malas noticias porque él, junto a un grupo de cuatro jóvenes emprendedores, se encuentra trabajando en el desarrollo de pigmentos biodegradables a base de bacterias.
“Protiva surge a partir de identificar una problemática en el sector textil, tanto a nivel local en Argentina como a nivel global. Esa industria usa colorantes sintéticos que se producen a partir de ingeniería química con derivados del petróleo. Y más allá de su origen, estos colorantes han sido identificados en gran parte como tóxicos para el ser humano, con distintos índices de gravedad, desde alérgenos hasta incluso cancerígenos. Como si eso fuera poco, también son contaminantes y tardan mucho en degradarse naturalmente, llegando en algunos casos a los 50 años”, explicó Silva en una charla con Bichos de Campo.
El principal problema que notaron es que durante el proceso de tintorería, donde los colorantes se transfieren a las distintas fibras textiles, se emplea mucha cantidad de agua ya que a partir de ella se realiza la dilución de los tintes y el baño de tinción.
“Lo que sucede es que no todo el colorante emigra a la tela, el proceso no es óptimo y queda algo en el agua. Esa agua después puede tener un pre-tratamiento o no antes de ser descartada, pero tampoco es totalmente eficiente y se termina desechando al ambiente. Lo que en principio era potable ahora deja de serlo”, lamentó el biólogo.
Eso fue lo que motivó al joven de 28 años egresado de la Universidad Nacional del Sur a buscar una alternativa, que logró tomar forma de la mano de Carola Campanelli, biotecnóloga y directora de tecnología de Protiva Bioniks, con quien empezaron a desarrollar alternativas de colorantes en el laboratorio.
“Siendo ella biotecnóloga y yo biólogo, por nuestra formación pensamos en soluciones inspiradas en la naturaleza. La biotecnología es un área que está creciendo a pasos agigantados en los últimos años y nosotros tenemos la posibilidad de comenzar una carrera profesional ahí. Lo que hicimos fue adaptar una solución desde la biotecnología a este problema”, indicó Silva.
Para eso el equipo, que posteriormente incluyó a la bióloga Emilia Cardoso, al ingeniero textil Gonzalo Pulka, y al economista Tomas Vilá, identificó dos marcadores cruciales para analizar los colorantes. El primer se vinculó a todos los puntos que conllevan a la fabricación de los colorantes, y el segundo a su aplicación textil.
Tomando el caso de los tintes vegetales, que ya existen en el mercado pero a una baja escala, analizaron que estos son muy costosos y que su performance no es la ideal.
“Es muy caro producir colorantes en base a plantas por lo que implica: agua para riego, fertilizantes, toda la mano de obra intensiva, cultivar y cosechar plantas, y extraer posteriormente colorantes. Por otro lado, suelen tener muy bajo rendimiento desde el punto de vista del tono del color que logran, que sean resistentes al lavado, que resistan a la exposición solar, etc. Son cuestiones básicas que un colorante que debe cumplir para que funcione y que realmente se pueda adoptar”, detalló el investigador.
Fue allí que pensaron en la posibilidad de emplear bacterias, las cuales, en determinadas situaciones, son capaces de producir pigmentos.
“Las bacterias nosotros las expresamos como fábricas muy eficientes de colorantes. A medida que se multiplican de forma exponencial donde en un proceso de 24 horas pasas de tener unas pocas bacterias a cientos de miles de millones, producen el colorante de forma simultánea. Se trata de una molécula, que según la bacteria varía. Las bacterias producen compuestos, y muchas veces producen compuestos que tienen color y que dan color. Naturalmente tienen otras funciones como defensa ante otros microorganismos o ante la exposición a la luz. Nosotros lo que buscamos es, obviamente, que tengan una función textil como colorante”, reveló Silva.
El biólogo asemejó el proceso con el que ocurre durante la producción de cerveza, donde las levaduras se encargan del proceso de fermentación, que tendrá como output esa bebida alcohólica. En este caso, el resultado será la obtención de pigmentos libres de cualquier residuo fósil, y capaces de ser obtenidos en espacios de fabricación más pequeños como lo es un laboratorio.
-¿Dónde obtuvieron estas bacterias?- le preguntamos a Silva.
-Tenemos bacterias que son propias, que fueron aisladas en ambientes particulares de Argentina, y bacterias que son comerciales porque en un principio queríamos probar con pigmentos específicos. Entonces buscamos a la bacteria determinada que produce ese pigmento, ese colorante.
-¿Qué les dan de comer para favorecer su multiplicación?
-Las alimentamos con materias primas naturales diluidas en agua. Y ellas crecen ahí mismo. Es muy diverso pero usamos en general residuos de la agroindustria porque son abundantes, de fácil acceso y prácticamente muy baratos. No te puedo decir una en particular porque develaría la formula.
-¿Buscan llegar a los colores básicos para hacer mezclas o cómo es el esquema de trabajo?
-En Protiva tenemos un proceso ingenieril de la parte textil que consiste en estudiar cómo pueden ser aplicados las diversas fibras textiles que hay en el mercado como son algodón y poliéster, hasta lana y alpaca. Eso hace que sea un mundo el que estamos estudiando muy amplio. Y nuestra estrategia es encontrar mezclas de colorantes, específicamente lo que se llama tricromía, donde vos desarrollás tres colorantes primarios y a partir de ellos haces mezclas en proporciones definidas y lográs en forma predecible tonos de color intermedios. No es que necesitas una bacteria para cada tono de color, sino que también vas cubriendo la paleta de colores con mezclas.
A continuación, Silva agregó: “Hay que decir que no es que buscamos vender solo el colorante y ya, sino que el colorante le va a llegar al fabricante junto a la fórmula de uso en algún punto. Y eso le va a indicar cómo lograr que el colorante migre en su totalidad a la fibra textil y no quede remanente en el agua, o al menos que la eficiencia de ese proceso sea muy alta”.
-¿En qué etapa están actualmente?
-Estamos lejos de la etapa comercial, teniendo en cuenta que la biotecnología en algún punto es bastante reciente como industria o al menos desde la forma en que se está desarrollando hoy en día. Ahora tenemos que testear la fabricación a gran escala. Todo lo que nosotros hacemos hoy en día es a escala laboratorio. Pero básicamente estamos cerca de tener el producto mínimo desarrollado. Estamos llegando al prototipo.
-¿Qué tienen desarrollado hasta el momento?
-Ya tenemos colorantes líquidos desarrollados que se pueden mezclar, que se pueden aplicar en distintos tipos de fibras textiles. El producto mínimo desarrollado sería ese mismo colorante pero en un estado sólido por así decir.
Desde Protiva Bioinks indicaron que se encuentran en la búsqueda de inversores para lograr hacer pruebas a escala. Durante el evento de IUDPT mencionaron que se trata de un mercado de 11.000 millones de dólares anuales, y anunciaron que están detrás de ronda de inversión de al menos 250.000 dólares, con el objetivo de sumar capacidad de investigación y desarrollo. Hasta el momento todo el trabajo se realiza en el laboratorio de tinción de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).