El presidente Javier Milei acaba de decretar una serie de políticas hacia una fuerte desregulación de la economía. No es la primera vez que pasa en el país. En la década de los ’90, la desregulación azucarera representa un antes y un después para los habitantes de Villa Ocampo, una ciudad ubicada al norte de la provincia de Santa Fe que llegó a tener tres ingenios funcionando y miles de hectáreas de caña que alimentaban sus trapiches.
Con la desregulación, recuerdan los pobladores, de golpe cerró el último de los ingenios que seguía en funcionamiento, Y con ello, producir caña ya no tenía ningún sentido. Ante esta situación, que fue muy crítica para los productores de la región, muchos debieron reinventase: comenzaron a incursionar en otras producciones que solían hacer a menor escala, como la avicultura, la ganadería y la actividad porcina.
Un grupo de diez productores que se resistía a abandonar su lugar en el campo y migrar a la ciudad decidió entonces armar una cooperativa, que llamaron La Unión del Norte. Treinta años después, sus hijos siguen en esa senda y pueden contarnos esta historia.
Esta empresa que fueron levantando, con muy pocos recursos, los productores cañeros y algodoneros quebrados, tuvo desde sus inicios el objetivo de diversificar y agregarle valor a las producciones. Hoy cuentan con un tambo y hacen sus propios quesos, y en materia de carnes cuentan con una fábrica de alimento balanceado, que sirve para alimentar varios galpones de pollos y cerdos, cuya carne venden en sus propios puntos de ventas.
Llegar hasta aquí no fue nada sencillo. “Todos los productores entraron en una situación de quebranto y empezaron a ver qué podía hacer para salir adelante. Solo les quedaba trabajar en una estancia o engrosar a una villa miseria porque no había más futuro acá”, recordó Federico Stechina, un joven veterinario integrante la cooperativa, hijo además de uno de los socios fundadores.
Para aquel, en la gran crisis, era apenas un niño que daba sus primeros pasos. Pero conoce cada detalle de la historia y sobre todo ha visto el enorme esfuerzo de su padre. Por eso categóricamente expresó: “No sé si me hubiese animado desde la nada a arrancar algo así”.
“Mi padre fue uno de los 10 productores que optó por seguir el desafío entre los casi 40 que arrancaron con la idea. Empezaron por el pollo. Decidieron empezar con eso porque más o menos algo se sabía de cómo hacerlo y de cómo criarlo. Empezaron a buscar los materiales para los galpones porque no tenían con qué hacer. De ahí juntaron entre todos una monedita para compra el primer lote de pollitos”, recordó.
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Si bien en apenas seis galpones construidos de forma muy precaria se hacia todo el proceso, desde la cría hasta la faena de las aves, para los socios no era opción quedarse con una sola actividad productiva. Los antecedentes como productores cañeros había demostrado que es necesario diversificar producciones.
“El tambo nació en el año ´94. Luego se anexó ya en el 2005 el cerdo, se empezó engordando, se empezó a incorporarle una cerda y ya para el año 2010 se instaló una granja nueva, con confinamiento intensivo y ciclo completo”, contó Federico.
Y agregó que “con la fábrica de alimento balanceado fue lo mismo, al principio se compraba carísimo y después se comenzó a fabricar. Para mediados del 2014 se abrió la comercialización directa con con el consumidor final, a través de una carnicería donde se canalizó el pollo, el cerdo y los quesos“.
-Entonces hoy son productores de leche y dos tipos de carne: cerdo y pollo. ¿Con qué estructura lo logran?
–Hoy nosotros estamos con un total de 60 vacas lecheras. Pudimos elevar la producción de pollos a un tamaño de 6,000 por galpón, son galpones chico, pero estamos en alrededor de 36.000 aves. Los cerdos, estamos alrededor entre 130 y 140 capones por mes y todo eso se canaliza a través de los locales. Tenemos todo el circuito armado, pero a pequeña escala y tratamos de cerrarlo completo. Somos una pyme chica, pero hacemos todo el proceso de esas tres especies y se comercializa en los puntos de venta que fue armando la empresa. Uno acá en Villa Ocampo y el otro en Las Toscas, una ciudad cercana.
-¿Con todo lo que producen les alcanzan esos dos mercados?
-Nosotros alcanzamos a cubrir nuestros dos locales. Tenemos una demanda muy consolidada. Nuestro productos a nivel local se venden muy bien, se logró un prestigio en la zona de nuestra forma de laburar y de cómo lo hacemos entonces nos garantiza esa salida, más que todo el cerdo y del pollo. Uno aspira siempre a más, a seguir creciendo. Lo ideal sería tratar de llegar a las provincias vecinas que quedan cerca, pero es un paso a paso.
–Sos veterinario en una empresa cooperativa que tiene mucho para crecer. ¿Queda mucho por hacer?
–Sí. Además uno viene con nuevas ideas y y proyectando otras cosas en base a a producción. En pollo yo particularmente, además de la carrera de grado, estoy haciendo una especialización en la Universidad Tecnológica Nacional, para potenciar las distintas especies y mejorarlas. Además de eso, hay aumentar los volúmenes de producción y ser más eficientes.