Podrán decir cualquier cosa de la azucarera Ledesma y de hecho las dicen. Pero al cabo de los 115 años de historia que celebra este año, esta empresa situada en las zonas más tropicales de Jujuy, en el norte argentino, ha sido sumamente innovadora y pionera en muchos rubros. Lo fue, por ejemplo, cuando decidió hace más de 60 años ponerse a fabricar papel con el bagazo sobrante del proceso de fabricación del azúcar, con una tecnología casi desconocida a nivel mundial. Y lo será ahora nuevamente, cuando con parte de ese residuo se ponga a fabricar a partir de marzo de 2024 platitos y vasitos de ese mismo material, que apuntan a reemplazar a los platitos plásticos y son absolutamente biodegradables en apenas 60 días.
El original proyecto, que demandó una inversión que por ahora ha sido de 5 millones de dólares, fue confirmado en una reunión con periodistas agropecuarios que mantuvo el CEO de la compañía, Javier Goñi, y parte de su equipo. El ejecutivo contó que finalmente han logrado los permisos de importación de tres equipos necesarios para incorporar ese nuevo proceso industrial a la fábrica de papel. Y que a partir de marzo próximo pondrán en producción una línea con capacidad para fabricar en una primera instancia 50 millones de platitos descartables y biodegradables, que se formulan desde la misma pasta de bagazo con la que Ledesma ya lidera el mercado de papel en la Argentina.
Es otra vuelta de rosca a la economía circular que trata de aplicar la empresa en todos los rubros en los que incursiona. En la zona de Libertador General San Martín, donde hace 115 años no había nada y ahora hay una ciudad de 60 mil habitantes (de los cuales hay 6.000 que trabajan en la compañía), Ledesma dispone de 40.000 hectáreas de caña de azúcar, que cosecha todos los años entre mayo y noviembre. A esa caña primero le extrae el jugo, y con ese subproducto puede elaborar el azúcar pero también alcohol y a partir de ese alcohol también produce bioetanol, el renovable que se utiliza para rebajar las naftas.
Pero con el residuo de esa primera molienda, el bagazo, también se hacen incontables cosas. Para empezar, una mitad se dedica a alimentar una fábrica de papel que es bastante singular a nivel global, porque no son muchos los que usan la caña como insumo para la industria papelera, que suele abastecerse de bosques. La otra mitad se utiliza para quemar en las calderas del ingenio, reduciendo la demanda de gas y electricidad de todo el complejo.
Goñi contó que una parte pequeña de la pasta de bagazo que alimenta la fábrica de resmas y cuadernos va a servir para inaugurar un segmento hasta ahora inexplorado en la Argentina: el de la llamada “vajilla descartable de único uso”. El ingenio azucarero aspira a reemplazar paulatinamente los platitos y vasitos de plástico blanco tan comunes en cumpleaños y otros festejos, que no se degradan. “Nuestros platitos en cambio en seis meses desaparecen”, aseguró.
El negocio es prometedor y por eso Ledesma ya dejó todo listo para duplicar la capacidad de esa línea de producción ni bien sea necesario, a 100 millones de platitos. También compró la matricería para comenzar de inmediato a hacer vasitos biodegradables del mismo material. Lo pensó seriamente cuando la petrolera YPF, que resultó ser la mayor vendedora de cafés del país desde su red de estaciones de servicio, se mostró sumamente interesada en este avance.
No es el único desarrollo al que aspira Ledesma en estos nuevos senderos: en un joint venture con el laboratorio rosarino INMET SA, una empresa biotecnológica pionera en Argentina que forma parte del Grupo Bioceres, se está trabajando en el desarrollo de bioplásticos que también se originan a partir de la caña de azúcar, y que servirían para múltiples usos. “La biotecnología abre posibilidades infinitas. Hoy con las bacterias se pueden hacer muchísimas cosas”, indicó el CEO del ingenio.
Estos proyectos innovadores forman parte de una nueva ofensiva de Ledesma para reconvertir sus negocios más tradicionales: azúcar y bioetanol en Jujuy, cítricos en todo el NOA pero también vacas y granos en Entre Ríos y Buenos Aires. Goñi le dijo a Bichos de Campo que dejaron varios atrás algunos ejercicios con pérdidas que los llevaron a encarar un ajuste (por ejemplo, con al venta de los activos en el negocio de la fructosa), pero que ahora han asumido nuevamente una actitud proactiva en la búsqueda de nuevos negocios.
Incluso en rubros no muy conocidos. A modos de ejemplo, hay otra cuantiosa inversión en marcha -por unos 30 millones de pesos para duplicar la capacidad de producción de una planta de soda cáustica y de ácido clorhídrico que les pertenece en Jujuy. ¿Y qué justifica esta ampliación? Pues la irrupción en la zona del NOA de varios proyectos para extraer Litio de esa región, que necesitan en el proceso grandes cantidades, justamente, de ácido clorhídrico.
Todos estos movimientos -según los ejecutivos- no descuidan el negocio principal: la producción de caña de azúcar. Ledesma cosecha algo más de 3 millones de toneladas de caña y obtiene luego del proceso unas 300 mil toneladas de azúcar equivalente. El grueso de esa producción va a consumo como azúcar, tanto al mercado interno como la exportación. Y cerca del 20% se destina a la elaboración del bioetanol. Ledesma es el ingenio individual más grande del país. A nivel local (sobre todo con el aporte de los 15 ingenios de Tucumán), la producción de azúcar llega a 2,3 millones de toneladas, de las cuales en la Argentina se consume como azúcar 1,3 millones. El resto puede alterar o bien a la exportación o bien al corte con bioetanol.
Este balance, sin embargo, ha venido flaqueando últimamente por el impacto de la sequía en toda la región azucarera. Los directivos de Ledesma contaron que usualmente ellos reciben unos 800 milímetros de lluvias que complementan con riego suplementario para poder ofrecerle los 1.300/1.500 milímetros anuales que requiere el cultivo. Peor en los últimos años sobre las selvas de Calilegua llovieron apenas 400 milímetros, la mitad de lo normal. Por eso se achicó la producción en todos los ingenios.
Aquí también la innovación como tradición en Ledesma ha permitido evitar lo que hubiera sido una catastrófica caída de la producción. Los directivos de la compañía que desde hace más de un siglo está en manos de la misma familia (aunque cambiando de apellidos, porque fue fundada por un Wollmann, luego siguió un Arrieta y desde hace décadas figuran los Blaquier) comentaron que están embarcados desde hace un par de años en un plan de agricultura digital, que les ha permitido relevar con imágenes satelitales las 40.000 hectáreas de cañaverales, para monitorear en tiempo real todas las variables de la evolución de los cultivos. Ahora están en la etapa de confección de nuevos algoritmos, para ver si pueden lograr que la Inteligencia Artificial logre predecir los escenarios y optimizar las soluciones.
Una visita al ingenio Ledesma: ¿Cómo trabaja la principal empresa productora de azúcar de Argentina?
Pero una prueba la tuvieron en esta dura sequía: gracias a los indicadores que envían los satélites el ingenio pudo trabajar fuerte en la optimización del sistema de riego mediante compuertas automatizadas que respondían directamente a las órdenes de las computadoras. Si los índices mostraban que cierto lote (estamos hablando de 40 mil hectáreas, o dos veces el tamaño de la ciudad de Buenos Aires) sufría de estrés hídrico, entonces se abrían las compuertas y se habilitaba el riego solo en dicha franja.
Este manejo tan eficiente del agua -un recurso escaso- les permitió esta zafra incorporar incluso una ronda adicional de riego y evitar así una catástrofe en los rendimientos, que se ubicaron en solo 76 on77 toneladas de caña por hectárea, cuando en años normales llegaban a 85 toneladas. Es decir que la disponibilidad de lluvias cayó a la mitad, pero los rindes lo hicieron solamente un 10%.