Aunque la apicultura siempre se trató de una actividad donde el boca en boca y las enseñanzas familiares eran claves para su desarrollo, desde hace varias décadas existe en Córdoba una escuela especializada en su enseñanza que no demanda saberes previos. Se trata de Unión Córdoba Apícola, una institución fundada en 1964 que ofrece cursos anuales para formar y transmitir la cultura detrás de la pasión por las colmenas.
“Así como yo lo vivo, trato de inculcarle a los alumnos que viva de la misma manera. Es hermoso trabajar con las abejas. A veces hay información que las demoniza, pero siempre recordemos que es el primer polinizador que tenemos, y es el primer productor de alimentos. A la abeja hay que protegerla. No tenemos cultura apícola y eso es algo de lo que siempre habló con los alumnos”, dijo a Bichos de Campo Hugo Giunta, presidente de Unión Córdoba Apícola.
Aunque la frase puede sonar llamativa, teniendo en cuenta que Argentina tiene una impronta importante de producción de miel, consolidándose como la segunda productora a nivel mundial, Giunta apunta al valor que se le da a esta actividad en el imaginario.
“No sabemos proteger a la apicultura. Ya se dijo que si la abeja desapareciera, el ser humano viviría cuatro años. Los chinos y japoneses han sabido hacer polinización manual y eso no tiene provecho porque la polinización la hacen los polinizadores. Nosotros producimos y armamos apiarios con la abeja social. Por eso se le llama el principal polinizador de alimentos”, sostuvo el apicultor.
Así, la currícula de la escuela no solo incluye la enseñanza sobre el manejo de la abeja y la obtención de miel, sino también la producción de propóleo, polen, jalea real, tratamiento de enfermedades y hasta obtención de la apitoxina que, según Giunta, sirve hasta para curar enfermedades como la prostatitis.
“El curso comienza a mediados de marzo y dura hasta mediados de diciembre. Son 9 meses más o menos, donde el alumno entra sin saber nada. Es un neófito y a fin de año sale manejando sus abejas y sus colmenas. El cursado son 3 módulos y se toman exámenes. Al final se da un certificado. Acá lo importante es la práctica pero al alumno se le inculca que eso debe ir acompañado de teoría. Hay mucha gente que sabe de apicultura, de manejo pero a los que les falta la parte práctica”, explicó el cordobés.
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-¿Tiene sentido una escuela como esta teniendo en cuenta las dificultades que afronta la actividad? ¿Sigue siendo atractivo dedicarse a esto?
-La gente que va a estudiar es gente joven que tiene otra actividad, pero hacen esto mirando a trabajar con la naturaleza, con lo que uno siente. Esto es aire puro, es una pasión, nos da tranquilidad. Aquel que se involucra en esto piensa en el mañana, en tener una salida laboral. Y hoy en día es difícil meterle esto a los jóvenes porque quieren ir hacia las grandes urbes.
-Usted hablaba de la pasión. La pasión los hace seguir adelante en un marco de baja rentabilidad de la actividad. El kilo de miel ronda los 400 pesos y tenemos casi el triple de costos.
-Sí pero hay gente que está involucrada, que lo lleva adelante, con la satisfacción de saber que está obtenido miel de sus propias colmenas y abejas.
-¿Aquí no solo enseña a productores sino a quienes en un futuro seguirán adelante dando esta misma formación?
-Sí, este año tenemos jóvenes muy involucrados y uno trata de incentivarlos como lo hicieron conmigo hace veintipico de años. Yo no busqué llegar a esto pero la vida y Dios…
-No lo buscó pero hoy abraza esta actividad
-Sí, amo esto.