Comienzo la nota de mal modo, porque me descubro escribiendo casi como un robot que “Alfredo Carrasco se paró allí, frente a toda la comunidad agrícola americana, para…”
Me corrijo, advertido que estoy pensando las cosas de muy mal modo, de forma incorrecta: Alfredo no se paró porque no puede hacerlo, ya que es una persona con capacidades diferentes desde que en 2017 un grave accidente, cuando practicaba un deporte que lo apasionaba, lo dejó parapléjico y condenado a moverse sobre una silla de ruedas.
¿Condenado? Descubro de nuevo un segundo error, porque justamente Alfredo viajó hasta aquí, hasta la cumbre de ministros de Agricultura de 34 países americanos en Costa Rica, para contar que nunca más un accidente o una discapacidad debería ser tomada como una condena. Nunca más, en serio.
Retomo la escritura tratando de reparar mis descuidos: Al joven chileno Alfredo Carrasco, que tiene menos de 30 años, le alcanzaron el micrófono y ahí mismo sucedió como si se parara de su silla de ruedas, e incluso sobrevolara a todos los ministros, diplomáticos, e incluso a dos presidentes de la región que compartían el escenario junto a él. Que se entienda bien: Desde su silla de ruedas Alfredo sobrevuela por sobre toda esta burocracia.
A todos ellos, importantes figuras en cada uno de sus países, les transmitió el mismo mensaje que horas después repetiría en una entrevista con Bichos de Campo: que nadie, nunca más, debe darse por vencido ni está condenado por el hecho de tener una imposibilidad, ya que resulta absolutamente posible comenzar a construir una “agricultura inclusiva”.
Es lo que él mismo hizo desde que superó la depresión que le produjo su nueva condición tras el accidente. Mirá la entrevista:
“Vengo de un pueblo rural ubicado a 110 kilómetros de Santiago de Chile. Tuve la fortuna de crecer en una familia de agricultores y pude sentir desde temprana edad el contacto con la producción. A los 17 años obtuve mis primeros cultivos. Sin duda no era un trabajo fácil, pero que gratificante es ver crecer lo que uno siembra”, se presentó el chileno frente a la plana mayor reunida en la sede del IICA (Instituto Interamericano de Cooperación con la Agricultura).
Luego acotó: “El 2017 empezó nublado, en enero falleció una hermana y en febrero sufrí un accidente de ciclismo de montaña. Esto fue una motivación para seguir adelante aunque fuera entre lagrimas. Luego de años de rehabilitación, llegó el momento de volver a mi pasión, que era la agricultura”.
Ahí está el encanto de este reinvención, que ahora Carrasco está tratando de contagiar a todo el mundo a partir de su emprendimiento llamado FarmHability, al que luego resume como “una entidad pionera y líder en la inserción laboral de personas con discapacidad en un entorno de producción agrícola”.
Es que su trabajo allí, para volver a sentir la dicha de recoger un fruto en sus manos de productor, no se detuvo en rediseñar la finca familiar, tanto en el campo abierto como dentro de los invernaderos, para que él pudiese retomar sus tareas productivas y -sobre todo- “sentirme útil”. Muy pronto entendió que su padecimiento era el de muchas otras personas, muchas más de las que todos pensamos.
De nuevo un error frecuente que cometemos: minimizar los problemas, para finalmente ignorarlos. Alfredo se puso a conversar y descubrió que de estaba frente a todo un universo. “Tuve la posibilidad de entrevista a 400 personas en situación de discapacidad. En mi región (O’Higgins, al sur de Santiago) hay 16 mil. El 20% de la población tiene algún tipo de discapacidad, y el 60% de ellos está en sus casas, con depresión y sin sentirse útiles, con todo lo que ello conlleva”, comentó ante los altísimos funcionarios que lo escuchaban.
Retrocedan en esta lectura, miren la entrevista. Allí comprenderán por qué Alfredo está convencido de que “siempre”, pero siempre, “existen alternativa en la ruralidad para incluir a las personas con discapacidad”. Incluso cree que es sencillo adaptar los ambientes productivos -incluso los más difíciles- para incluir a las personas que enfrentan alguna limitación, para que ellas sientan que “aún teniendo alguna discapacidad se puede ser productivo y entregar alimentos a la sociedad”.
Le pide especialmente a los productores que nunca pensaron en este asunto que comiencen a hacerlo, porque de uno u otro modo se puede ayudar.
En el caso de FarmHability, el emprendimiento cuenta con un invernadero de 250 metros cuadrados, con mesones adaptados a cierta altura, bajo el sistema hidropónico, para que cualquier persona pueda trabajar en ellos. Allí dentro una serie de pasillos más amplios permiten la movilidad necesaria para acceder a la tierra, a las herramientas y a las áreas de cosecha y empaque. Pero para trabajar afuera, Carrasco logró adpatar un carrito especial que le permite incluso trabajar al aire libre, sobre la tierra.
Los alimentos que allí producen luego se venden con un plus en el mercado, que sirve para sostener los costos diferenciales que pudieran surgir por este trabajo diferente: “alimentos inclusivos”. La iniciativa es apoyada por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), dependiente del Ministerio de Agricultura de Chile. El IICA, en tanto, otorgó hace unos años a Alfredo la distinción “Alma de la Ruralidad”, que trata de identificar casos ejemplares en el agro iberoamericano.