Si la Argentina fuese un país normal y sin tantos problemas, deberíamos estar contando en esta nota que el Estado Nacional finalmente logró construir un sistema de seguros agrícolas destinado a evitar que sus productores vivan situaciones de zozobra como las de los dos últimos años e incluso a asegurarse para si mismo una cobertura para cuando la sequía se lleve de golpe unos 8.000 millones de dólares, como sucedió el último verano con la sequía que malogró la soja y el maíz.
Pero la Argentina no es un país normal, que privilegie lo importante antes que lo urgente. Con la restricción presupuestaria que se vive en la administración pública, el ex Ministerio de Agroindustria finalmente discontinuó el plan para instalar paulatinamente un seguro multirriesgo por índices. Se suponía que en 2018 iba a realizarse un ensayo general con la cosecha de maíz, para ver cómo funcionaba este programa. Pero sin plata… difícil.
Ver archivo: ¿Cómo será la cobertura contra inundación y sequía que prepara el Gobierno?
La deserción, al menos por ahora, del sector público no quiere decir que el sistema de cobertura por índices no siga en carrera para los productores que quieran contar con una cobertura contra el daño que pueden provocarle una sequía o la inundación. La compañía S4 AgTech, que desarrolló la base de datos gigantesca que iba a actuar como soporte del trunco sistema estatal, está ofreciendo en este momento el producto para la campaña de soja en ciernes. Hasta el 20 de noviembre hay tiempo para cerrar trato y, según fuentes de la empresa, aspiran a multiplicar por diez el área asegurada.
Técnicamente está mal dicho eso de “asegurar”, porque en realidad no es un seguro el producto que ofrece S4 a los productores, a través de la red de corredores y agentes del mercado de futuros (hasta ahora era solo el Rofex, pero ahora se suman los del Matba). ¿Y entonces qué es? “Es un derivado financiero”, explica Santiago González Venzano, un ex asesor de los CREA que de golpe, años atrás, viró al negocio de las nuevas tecnologías agrícolas.
S4, en efecto, es una empresa que nació primero con el yeite de la agricultura de precisión, pero hace cuatro años decidió dar un golpe de timón para tratar de inventar un producto que resuelva el problema principal de los productores agrícolas argentinos, que es el alto grado de riesgo. Rodríguez Venzano lo explica bien cuando dice que hay pocos productores que desean comprar un aparatito AgTech para incrementar marginalmente la productividad de sus lotes, pero que son muchísimos los que pagarían si alguien les asegura que no perderán rendimiento debido a una catástrofe climática. Solo hay que convencerlos de que el servicio sirve y es accesible para su estructura de costos.
Que los productores argentinos han sufrido catástrofes en los últimos diez años es innegable: tres sequías padre en 2008/09, 2011/12 y en 2017/18, más una enorme inundación en 2016, como para cortar y no acostumbrarse.
Con el vértigo climático instalado entre nosotros, los sucesivos presidentes comenzaron a hablar de la necesidad de contar con un “seguro multirriesgo”, ya que en la Argentina quienes siembran solo tienen la costumbre de contratar seguros contra el granizo. Cristina habló del tema y Macri también lo hizo. Pero este tipo de seguro nunca prosperó porque es realmente caro y el Estado nunca se mostró dispuesto a subsidiar una parte de la prima, como pidne las compañías aseguradoras tradicionales.
Fue entonces que en la ORA (Oficina de Riesgo Agropecuario) se comenzó a estudiar la cobertura por índice, una opción viable para poder compensar a los productores al menos una parte de las pérdidas. La compañía S4, por las suyas, se puso a trabajar en un sistema exclusivo para los clientes de la empresa Syngenta, que terminó siendo la base para el índice que ahora sigue en carrera.
¿En qué consiste? En base a imágenes satelitales de la Nasa tomadas desde 2000 a esta parte (se actualizan cada 8 días y toman de a cuadrantes de 6 hectáreas), la compañía identifica qué se sembró en cada lote agrícola y conoce el denominado “índice verde” (que marca el desarrollo de las plantas en los diferentes estadíos del cultivo). Pasando esa información por el tamiz de complejos algoritmos, construye luego el “índice sequia”, que finalmente arroja el grado de riesgo que atraviesa cada cultivo en tiempo real.
Como los satélites pasan cada semana, ese indicador de sequía va modificándose con el correr de la campaña. Por eso el “derivado climático” que ideó S4 se puede tomar al principio de la campaña y no a mitad de recorrido o el final. Así actúa como un “put” o como una cobertura de precios que el productor tiene disponible en el mercado de futuros. Cada empresa agrícola puede “cubrirse” del riesgo climático pagando un porcentual del dinero que pone en juego y que quiere cubrir, y que usualmente varía entre 2 y 4%.
Pero a diferencia de una cobertura de precios, donde el “put” se modifica según las cotizaciones oscilantes del mercado internacional, este contrato tiene un valor fijo que se abona al inicio de la campaña y se establece según el índice histórico de sequía o inundación en cada localidad. Luego, según la situación climática vaya agravándose, se activarán los pagos.
El Rofex publica el índice de S4 para cada localidad. Busque aquí la suya.
Podría parecer todo un gran chamuyo si no fuera porque en la campaña pasada, signada por una feroz sequía que se llevó 30 millones de toneladas de soja y maíz, el sistema terminó pagando 82 millones de dólares a los productores damnificados por la sequía. Estos pagos fueron automáticos y no necesitaron de una inspección presencial del daño provocado en cada lote por la falta de lluvias. Se aplicó el “índice de sequía” surgido de los algoritmos de S4 y se giró dinero a aquellos productores cuyos campos estuvieran ubicados en distritos donde objetivamente se confirmó que la falta de lluvias había provocado daños generalizados.
¿Y quién pagó? Aquí Rodríguez Venzano describe lo que cree que es la gran fortaleza del sistema de índices. Luego de un mes de exámenes, lograron convencer a una de las principales reaseguradoras del mundo, la alemana Munich RE, de que el seguro por índices era la vuelta de tuerca que se necesitaba para construir un modelo de seguros agrícolas que de otra manera sería muy costoso y dependería siempre de subsidios estatales.
Debido a la feroz sequía, en el año del debut del sistema en la Argentina los de Munich RE perdieron mucha plata, ya que habían recibido primas por casi 8 millones de dólares (7,5 millones por sequía y 300 mil dólares por inundación), un 10% del dinero que debieron cubrir. Pero el negocio está pensado a largo plazo y entonces las ganancias aparecerían para todos. Se estima que el seguro por índice reintegra en un plazo de 20 años a los productores que lo toman cerca del 70% del dinero que invirtieron para estar cubiertos.
Tan fino miden las cosas los alemanes, que la argentina S4 ya construyó los índices por sequía e inundación de Brasil y Estados Unidos, además de realizar pruebas piloto en Ucrania. Es decir, los socios aspiran a que el sistema funcione también en las principales regiones agrícolas del mundo occidental.
Por ahora, al cabo del primer año, en la Argentina su penetración ha sido leve, pero aún así la cobertura por índice superó al seguro multirriesgo que, sin apoyo estatal, lanzaron algunas empresas, y que apenas cubrió 0,5% del área sembrada. Aquí hay una razón de costos, pues se estima que el seguro multirriesgo cuesta un 8% del capital asegurado, mientras que este “derivado climático” vendido en el Rofex apenas demanda 3%. Y luego, en caso de que se active el índice por sequía, se cobra automáticamente, sin necesidad de expedientes ni inspecciones.
Ya lo contamos: a pesar de la deserción temporal del Estado en esta iniciativa, Rodríguez Venzano aspira en la campaña sojera 2018/19 a multiplicar por diez la superficie agrícola bajo esta novedosa modalidad de cobertura. El ex asesor CREA sabe que, como en otras innovaciones, hay resistencias culturales a vencer entre los productores, que son poco propensos a asegurar sus cultivos (salvo que sea contra granizo) y toman estas cosas más como un costo extra que como una inversión.
El tiempo, y la próxima sequía o inundación, nos dirán quién tenía la razón.